viernes, 3 de noviembre de 2017

Amar al invierno

Sí, yo soy la mujer que se enamoró del invierno.
He de decir que desde entonces ya no tengo frío.
Aunque nunca dejé de temblar en sueños.
La gente me dice que es demasiado duro amar al invierno, me preguntan qué es lo que en él encuentro...soledad, silencio.
El invierno sólo habla cuando no hay más remedio, y siempre con un fuerte viento.
Me dice, ¿A quién quieres engañar? Yo soy el único que te hace temblar, que te hace vibrar.
Yo sólo sé que lo amo, y que no es tan malo
Pero él prefiere mandarme tormentas, prefiere congelar a los pájaros que mirarme fijamente
Ya no puedo mentirme más, nunca encontraré en él ni resto de humanidad. 

Natalia Kovshova

Llovía. Tocaron a la puerta. Llamada a filas. De la guerra sólo sabía que olía a podredumbre. Serás una heroína; la gloria será eterna, le dijeron. La lluvia arrecia. El fusil resbala. Es capaz de oler el miedo a cientos de metros de distancia. No le dijeron que la violarían en los días tristes de la guerra; que sería igual a ellos en sus ratos libres, con los ojos abiertos o cerrados; poco importaba cómo quisiera ella gobernar sus sueños. La francotiradora rusa, célebre por destrozar los puentes de las narices nazis, regresó de la guerra. Le dijeron no te necesitamos, la carrera militar no es para mujeres. Enterró su medalla. Llovía, pero el agua no podía mojarla. Abril, 1944.

Hoy es mi hija

Quién hubiera podido decirme entonces, que esa niña preciosa y cálida iba a mostrarme hoy su lado más frío y pétreo. Quién hubiera podido contarme, que aquellos tiernos ojos azules, iban a descansar en el morado, casi negro, como el alma de su "amado". Nadie hubiera podido, porque me hubieran matado, y sería yo quien yacería en lugar de ella en ese eterno lecho de desesperanza. Porque ella son todas las mujeres; y porque él somos todos, mirones indiferentes que preferimos ignorar, que apoyamos con el silencio, que callamos y otorgamos… el derecho a ser reiterado. Porque hoy es mi hija…. Pero mañana….

Silencio

Sentada junto a la mesa de la cocina, con la mirada perdida, está ella, asiendo con ambas manos una humeante taza de café. Apenas consigo reconocerla. ¡Con lo guapa que era! Un inmenso cardenal destaca sobre su pómulo derecho, abarcando gran parte de su rostro. A la vez, un profundo corte en el labio inferior todavía chorreante de sangre, deja entrever la brutal paliza recibida la noche anterior. Nos fundimos en un conmovedor abrazo.
-         ¿Te duele? - Pregunto.
 Ella asiente.

      - Entonces, ¿por qué te pega? ¿Por qué te pega papá si sabe que te hace daño?

      Espero su respuesta, mas sólo obtengo silencio.
     

Si la vida te da limones

Bajó con cierta prisa a la verdulería de la esquina. Hacía tres años que se había mudado a Murcia y, por primera vez en mucho tiempo, iba a preparar una cena para sus amigos. "Pollo al limón" era la receta que había buscado en Internet esa tarde. Estaba ilusionada. Se acercó al estante de los limones… Y recordó. Recordó aquel día en que la comida no había estado preparada a tiempo. Recordó su sensación de derrota frente a él y los limones rodando por el suelo. Se preguntó en qué momento se había convertido en una persona adulta incapaz de comprar un limón. Se preguntó qué más cosas ya no estaban a su alcance.

Lista inacabada

—Entrar en la habitación y llenar la mochila de ropa.
—Espabilar a la niña y convencerla de que con la luz apagada se juega mejor al escondite.
—Asegurarme de llevar su peluche para evitar un berrinche inoportuno.
—Coger del frigo algo para comer por el camino.
—Colocar la tarjeta nueva en el móvil.
—Intentar que Thor no ladre de alegría cuando le ponga la correa.
—Rezar mucho para que no se despier
Eso es lo que ponía en el papel que el forense encontró dentro del puño cerrado de la víctima.



Libre

A pesar de los golpes, de los gritos, del miedo, de temblar cada vez que la llave sonaba en la cerradura, sabiendo lo que podría venir después, todo eso había quedado a un lado cuando había dicho "Basta", cuando se había plantado, cuando decidió dejar de vivir con miedo, cuando miró al monstruo a los ojos y le dijo "Ya no podrás conmigo".

En ese momento, su mundo se hizo más grande, más limpio, más brillante y vibrante, como si hubiera estado viviendo en una pequeña jaula hasta ese momento. Pero ya no más. Había dejado atrás la jaula. Ahora era libre.

Mi vecina Mari Cielo

Mi vecina Mari Cielo es un cielo, pero todo el mundo la llama Mari; menos su marido, que la llama perra. La queremos todas y todas le regalamos cosas bonitas cuando la vemos; menos su marido: él le regala insultos y golpes que no dejan señas; eso sí, a diario. A veces pienso que de buena es tonta. No ha llamado nunca a la policía –nos dice a las íntimas- porque él es un ciudadano modelo y nadie la va a creer a ella. Esta mañana sonríe -teléfono en mano- y me mira por la ventana agitando sin parar una cámara de vídeo con la otra. Lo mismo es más lista, Mari, de lo que creemos.

Colores

Azul el mar.
Azul el cielo.
Verdes los campos de margaritas y lilas.
Rectas las líneas de los libros.
Amplio horizonte.
Colores no solo en el cine.
...Aquel velero acercándose...
Colores.
Él.
Gris.
Él.
Negro.
Negro...
Algo de mí.
Gris.
Yo.
Aquel velero alejándose.
Líneas rectas en los libros.
Lilas y amarillas las flores en los verdes campos.
Azul el cielo.
Azul el mar.



El espejo

Miró hacia el espejo del tocador, dudó unos segundos y, finalmente, se dirigió hacia él. Las lágrimas le impedían ver con claridad, así que se refregó los ojos y giró el cuerpo. Allí estaban: unos enormes cardenales negros y amarillentos se extendían por su espalda; nacían en el cuello, enjuto y frágil, y avanzaban sin remordimientos hacia la cintura, donde morían derrotados.
En la parte interna del brazo tenía tres pequeñas llagas abiertas del color de los geranios, de las fresas, de las amapolas… Untó una generosa cantidad de pomada en su mano y se la aplicó sobre la piel. Aquellas manos que antaño la habían arropado, grandes y hermosas, ahora arremetían contra su cuerpo como si fuesen brasas vivas…

Del color de las amapolas

Aquel día se respiraba en la urbanización un aire denso, cargado de fatalidad. Los vecinos habían salido de sus casas y comentaban en corrillos el espeluznante suceso, algunos con auténtica aflicción, otros ávidos de tener un asunto tan suculento para desmembrar con sus lenguas viperinas.

La mujer que vivía en el número 29 de la calle había sido estrangulada por su marido y este se había entregado a la policía horas después. Empezaba a oscurecer y el cielo se tiñó de un rojo gélido e intenso, como el color de los geranios, de las fresas y de las amapolas…

La rana

Le costaba respirar, sentía que se ahogaba, como si tuviera una rana en la garganta.
-Voy a beber algo -se excusó y sin mirarle caminó descalza a la cocina.
Quizá por el sonido del agua, ella también se abrió como un grifo y lloró en silencio lágrimas nuevas y antiguas. Con ese llanto purificador la rana se fue y secándose los ojos volvió sigilosamente a la habitación.
-¡Ya me has desapartado! ¿¡Qué coño te pasa!? –preguntó él -¿has estado lloriqueando otra vez?
-No, nada de eso -balbuceó ella.
-¿Y esto? -Y su dedo aplastó con fuerza una lágrima olvidada en la mejilla.
-Es solo una gota de agua –respondió dándose la vuelta y sintió como la rana volvía.

Una oportunidad


Verme de madrugada frente a semejante injusticia, iba más allá de una empatía de género, Me hallaba ante una mujer que me necesitaba a partes iguales como su abogada, su amiga y sobre todo, como alguien que la creyera.
Tras irrumpir violentamente en la casa, su ex marido la había encerrado en el dormitorio y había logrado candar la nevera y armarios, con la intención de acusarla de no alimentar -y por tanto maltratar- a sus hijas: cuya custodia compartida quería arrebatarle.
Pero algo diferenciaba esta agresión de las anteriores. Desde la intimidad de su celda, ella había grabado los insultos y amenazas de él. Esta vez tenía pruebas. Por fin, una victoria. Una oportunidad. 

Hasta que digas que sí

- Rita, para de cantar esa horrible canción! Dice cosas horribles! – gritó Manola.

Su hija Rita coreaba como loca un estribillo "tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí, hasta que digas sí, sí, sí,"

- Si es buenísima! – replicaba Rita mientras bailaba como loca aporreando una invisible guitarra.

 "SI, HASTA QUE DIGAS SI" escuchaba Rita en su interior mientras Diego la violaba aquel verano.

-  Mi madre me decía que lo que cantabas era horrible – espetó Rita al cantante una noche que lo conoció tras un concierto.

En su interior sonaba "soy el rey" en un tono más maduro del cantante mientras Rita observaba un estrellado cielo. Lanzó un beso hacia la estrella más brillante.

La denuncia

¡Qué asco de croquetas! ¿Quién enseñó a cocinar a esta mujer? Su madre, claro. De aquellos polvos estos lodos. En cuanto entre por esa puerta le voy a cantar las cuarenta. ¡Que se las coma ella! Pero si no sabe ni planchar, la perra. Lo único que sabe hacer es rajar con la vecina, ponerme verde en cuanto me doy la vuelta. Ahí estará ahora, con sus lágrimas de cocodrilo porque hace un rato le di un bofetón. ¡Si me quejara yo! Pero yo no, yo me callo. Y ahora va y llama al timbre, es que no es capaz ni de coger la llave. ¡Me va a hacer levantarme de la mesa!
–¡Policía, abra la puerta!

Dime cómo hablas y te diré quién eres

-Cariño, he coincidido con Javi en el ascensor. Pobre, venía de bajar la basura, siempre le toca a él. Dijo que luego iría a pasear a Tomy, el perrito ese pekinés tan simpático.
Tiene mucho mérito. No lo ha dicho pero sé que llega exhausto del trabajo. Desde el ascenso ya no solo se encarga de calidad, sino también de seguridad y medio ambiente.
Eso sí, debe traer mucho dinero a casa porque está pensando en cambiar de coche. Con los gemelos el de ahora se le queda pequeño. Por cierto, su mujer, cómo se llama, no está otra vez embarazada?

-No lo sé, hace tiempo que no la veo.
-Pues me extraña, con todo lo que sales.

Malos secretos

En mi casa había secretos solo de familia. Nuestros secretos escondían los golpes e insultos de mi padre.  Después de que estos sucedían venía su perdón,  la promesa de que cambiaría y la nuestra de guardar el secreto.
En el colegio una señora venía a buscarme a clase, la psicopedagoga la llamaban, y me hacía preguntas con trampas  quizás para averiguar mis secretos. Un día me pidió un dibujo de mi familia. Dibujé a mi papá grande, muy grande, con sus brazos fuertes y un cinturón en la mano. Mamá pequeñita tumbada en el suelo y yo a su lado, casi del mismo tamaño.  No había colores salvo el amarillo de mi pelo.  Ese día sin saberlo revelé nuestro secreto.

A cuchillada limpia

Ha sido con premeditada alevosía. He descargado mi furia en él. No sé cuantas cuchilladas le he dado; supongo que una por cada mal rato, menosprecio e insulto que me dedicó. Con tanto maltrato gratuito, mi marido hizo que me sintiese la única culpable del fracaso de nuestra relación, de mi hundimiento personal.
No, no me arrepiento de haberlo acuchillado. Es más: me siento liberada. Ojalá hubiese tenido coraje para haberlo hecho antes, al comienzo del calvario que me ha hecho vivir.
No me ha importado destrozar a cuchillada limpia mi vestido de novia; no tenía razón de ser que lo metiese en la maleta. Daría lo que fuese por ver su cara cuando lo descubra. Pero estaré muy lejos.

El arrepentimiento mejor es, sencillamente, cambiar

Después de seis años sin versen, la reencontró en Madrid. Su mirada era brillante, feliz. Iba paseando. Lo miró con los ojos del corazón. Él a ella con los de la razón. No estaba seguro qué era lo que su presente mantenía del pasado. Pensó que le hablaría del divorcio, pero le hablo de sus proyectos. Él le dijo que su verdugo era la violencia de su voz, la incapacidad de su intelecto, la cobardía de su sinrazón. Ella, lacónica, con una mueca de asentimiento, le aconsejó que escribiera en la arena las llagas que le exudaban para que la brisa del perdón las derrotara. Era pronto para olvidar y tarde para recordar.  Un abrazo acompasado los despidió.

Baifa

Me rasgaba la piel a tiras y con cada pedacito mío se hacía siempre la misma pregunta.-¿Me quieres o no me quieres?-. Cuando me desnudó por completo, el alma ya me sangraba.

No supe hasta ese momento que, dejé de quererlo desde el primer día que me arrancó algo tan insignificante pero tan doloroso como es la piel que me rodea una uña.
Tarde lo supe porque morí desangrada.
Y el muy cobarde, en vista de que lo abandoné se suicidó, jurando que me amaba.

lunes, 30 de octubre de 2017

Ceguera colectiva

¡El siguiente!. Había permanecido esperando pacientemente, entre nervioso y aliviado, por encontrar una solución a su padecimiento. Buenos días Señor, venía para tratarme de una ceguera intermitente que padezco desde hace algún tiempo. A veces pasan cosas delante de mis ojos y no me doy cuenta. Bien, pero aquí no vamos a poder ayudarle, no soy oculista y esto es una Comisaría… Si, lo entiendo, quería denunciar un caso de violencia de género, son una pareja del vecindario y… me temo que es un caso de ceguera colectiva.

La eternidad

La amaba tanto que no la imaginaba en manos de otro hombre. 
Tanto que a cada minuto se moría por saber dónde estaba y con quien.
La amaba tanto que no pudo resistir la idea de darle lo mas preciado que jamás nadie podría poseer.
La eternidad.
Y se la regaló aquella noche en forma de 6 puñaladas.

Somos seres humanos

No más insultos que atraviesan el alma. No más amenazas que matan por dentro. No queremos gritos que taladran la cabeza, ni sangre en las manos. No queremos llantos de madrugada. Por favor, no más heridas en el corazón, ni cicatrices en la piel. Basta de miradas que cortan la respiración, de reproches sin sentido. No más discusiones que acaban en guerra, ni guerras sin paz. Prohibido amar con violencia, las caricias que arañan y las lágrimas en la cara. Se acabó pedir ayuda en silencio, la crueldad de las palabras y los celos incontrolables. No queremos más muertes, ni un historial de visitas al hospital. Somos seres humanos y si queremos aprender a volar, eliminemos el miedo a vivir.

No puedo más

Despertó asustada, sudorosa y dolorida. Con voluntad moribunda miró el reloj. Escapó de aquella pesadilla sólo un par de horas. Su cuerpo escombro no aguantaba más. Sobre la mesita una nota taciturna, y rió. Su marido daba cabezadas y pespuntes a una pobre nutria descosida, como disfraz infantil del arca de Noé. La casa recogida, el campo de minas de juguetes dispuesto para la siguiente batalla, la vajilla limpia y la colada girando a bajo coste. Volvió a la cama y siguió la nota: Cuidado con las Nancys, les gustan los peludos apagafuegos.
Él había escrito: Ya sigo yo, descansa. Casa lista, nutria rebelde y sin noticias del oso ni del camión de bomberos. Estarán de farra con las Nancys.








Sin la menor contemplación

                       En la soledad de la noche urbana, un coche en paralelo la seguía, a sabiendas de que su implacable mirada la amedrantaría.
            Arrogancia desprendida hacia una supuesta condición de indefensión que le reafirma en ese instante su pertenencia. Con la consciencia de quien se sabe podría hacer cuanto quisiera con su cuerpo, toma el beneplácito de examinarla por completo, sin escatimar.
                     A continuación el coche sigue la marcha. El vello vuelve a la situación originaria. Siente un gran desprecio por ese tácito aprovechamiento.
De quien en otras ocasiones se supo había sido verdugo de ofrecimientos, intentonas de retención, vejaciones, abusos… a mujeres en igual situación tras aparecer sangrante en un portal; sin dejar rastro su víctima.

Carta a una amiga

Querida amiga:
Te escribo esta carta porque te quiero, porque me importas. Piénsalo bien y no te ofendas con mis palabras. Si te grita, no te quiere. Si te insulta, no te quiere. Si te humilla, no te quiere. Si ignora tu opinión, si te ningunea, si te trata con menosprecio como si fueras algo más de su posesión, no te quiere. Y, si se ha atrevido a levantarte la mano, aunque no haya llegado a rozarte, ten por seguro que no te quiere. No lo pienses más, tú vales mucho, te mereces mucho y lograrás mucho. Rompe las cadenas, libérate de su yugo, vuela libre. Porque una nueva vida te espera, una vida maravillosa, ¡la vida que te mereces!

Qué listo

La vigilaba. Controlaba sus movimientos, su móvil, sus redes. No hacía otra cosa que vigilarla. Así empecé a perder mi propia libertad.
Qué tonto.
La despreciaba. A ella que me amaba, sí, la despreciaba. A ella que era mi vida, la despreciaba. Así despreciaba mi propia vida y, claro, a mí mismo.
Qué tonto.
La insultaba. Todo en ella me parecía mal. Era como un espejo en el que creía ver mi propia mierda. Y sí, así me insultaba a mí mismo.
Qué tonto.
Le pegaba, y sí, ya sabéis… Así golpeaba a mi propia dignidad.
Qué tonto.
Así entendí que el amor no es eso, que el amor es respeto. A ella y a su libertad: nuestra libertad.

viernes, 27 de octubre de 2017

Se acabó el bochorno

He decidido no pertenecer más al gremio de los vecinos que sufren falsa sordera.
Dejar de conversar sobre el tiempo con ese hombre que se viste de cortesía, pero que al cerrar la puerta de su casa desmiembra la dignidad de la mujer con la que habita. Entre muros manchados sangre. A golpes de humillación.
"Me da igual el calor ", he respondido a su comentario climático. "El auténtico bochorno es el chaparrón de insultos  y bofetadas con el que atormentas a tu compañera.  No voy a admitir ni una borrasca más".
Aferrada a la verdad me dirijo a la comisaría :"Vengo a denunciar al maltratador que tengo por vecino".
Que la justicia entre como ventolera. Se acabó el bochorno.



Sandalias para el estío

Había llegado el verano, por lo que no me sorprendió que la mañana se despertara con el piar del jilguero, con un sol jubiloso. Hacía calor en casa. Aproveché para sacar mis sandalias rojas. De la nada apareció Nicolás, junto con palabras gélidas y gestos desmesurados. Miró enervado mis pies. Me insinuó como otras muchas veces que era uno de esos mamíferos de hocico alargado y pelaje rojizo. La habitación empezó a quedarse helada. Me apresuré en ponerme las sandalias. Mientras le oía sin ánimo miraba a través de la ventana el sol jubiloso, escuchaba el canto del jilguero. Creo que intentó levantar la mano, pero para entonces, yo ya había salido de su madriguera.

Albahaca

         El corazón me hizo abandonar el pueblo, paraíso modesto para mis enormes ansias de volar. Tres años respiré el veneno que me administraba Julián,  en nuestra húmeda y lóbrega madriguera.
          Aspiré la última bocanada de aire viciado, perlas amargas llegaron a la comisura de mis labios. Empujé suavemente el retrato, que se desintegró en el suelo y volé escaleras abajo. Pasé por última vez por el bar donde el monstruo, acodado e inclinado en la barra, ingería el combustible del odio.
          Llegué frente al caserón de anchas paredes, pasé mi mano con delicadeza por la frondosa maceta de albahaca y cubrí mi rostro con su fragancia. Cerré los ojos; aromas de mi infancia y de esperanza invadieron mi mente.

Es hoy

            Sara tiene miedo. Miedo que doblega, ata. Miedo que sofoca, arde. Miedo abismal que hace tiritar. Miedo que asfixia. Miedo voraz que exige silencio. Miedo que le impide contárselo a nadie. Mordaza hermética es el miedo. Miedo que se multiplica ensordecedor. Miedo a la mano tiránica que abusa, golpea. Miedo a la voz que grita, humilla.  Miedo que amorata, hiere, marca. Promesa de muerte, el miedo. Miedo en carne viva. Desvalida esclavitud crea el miedo.
            Amanece. Él, su verdugo, duerme al otro lado de la cama. Empieza para Sara un día más. Un laberinto desconsolado. La continuidad intrincada de las lágrimas. La ansiedad definitiva de un infinito desierto. La versión insaciable de una pesadilla.
                                                    ¿Hasta cuándo?

Fuerte marejada

Águeda se murió de vieja con veintinueve años y una hora. Yo no había tenido una sola amiga hasta el día en que decidió aparecer, tropezando con mi máquina oxidada, por el curso de mecanografía. Desde donde consigo recordarla, su tajante negativa a responderme por qué aderezaba el café con sal Mandon nunca me dejó dormir. Solamente cuando hube arrojado sus cenizas al Estrecho de Bering me confesó, aún a regañadientes, que algo tenía que hacer con los restos que le sobraban después de echársela en las heridas del alma.



Todo cambió

Amanecía y parecía otro día mas, otro día cualquiera, pero en mi interior, sentía que no era así.
El sol brillaba con más fuerza que nunca, mirase donde mirase todo parecía radiante, mejor, nada parecía igual.
Todo en esta vida sucede por algo, pero mira que todo esto tardó en suceder. ¡Maldito miedo!
En casa ya nos somos tres, ahora somos dos,  me di cuenta que desde entonces, todo cambio…
Las lágrimas de mamá ya no caen por inercia, parece una nueva persona, es una nueva persona, la mujer más fuerte, más luchadora y más especial. Te quiero.

El miedo que libera


Siete de la tarde y el vestido negro encima de la cama. Las llaves del nuevo hogar y el billete de avión hacia Madrid anticipan tu futuro. La palabra oportunidad aparece en la letra pequeña del periódico de hoy. Una lágrima desciende por tu rostro. No es tu culpa, nunca lo ha sido. Se acabó, has escapado de esa prisión de inseguridad que parecía quererte, pero no hacía más que anularte. Ahora que ha parado de llover, decides que es momento de que acabe el nostálgico frío de otoño y empiece una nueva primavera. El sonido de la puerta al cerrarse deja atrás todo lo vivido. Yo sólo puedo decirte: Vive.


La luz gramatical


Si te marcan, enseña las manos como palomas inquietas. Ya sé que te sientas sola como una tarde de parque sobre esa luz solitaria que dejan los niños al irse. Busca entre tus recuerdos la señal en la que residían las promesas no cumplidas. Huye. No te arrepientas, porque ya dijo Spinoza que el arrepentimiento no es virtud. Cree en la gramática y verbaliza su sintaxis de esperanza. No digas: "Si lo hubiera dejado, tal vez sería feliz", porque entonces estarías buscando, como Dante, un sol al que nunca podrás oír. Y sueña con cigüeñas ardiendo en el cielo, con esa libertad que tenías cuando la espera nos ofrecía siempre un regalo. Esas pequeñas cosas que pueden hacerte ser sublime sin interrupción. 




Física elemental

Tenía que haberlo previsto. Tarde o temprano iba a ocurrir. Pero siempre piensas que hay lugar para el cambio, que nunca es suficientemente tarde. Era, por demás, el padre de sus hijos. ¿Cómo no darle una última oportunidad? Era lo que tenía el amor, que te cegaba el entendimiento. Y ahora estaba ahí: sintiendo por sí misma el efecto de la caída libre de los cuerpos. Era increíble cómo una vida cabía en el lapso de siete pisos. En el sexto recordó el 016, los tres dígitos salvadores que nunca llegó a marcar. En el segundo recordó a sus hijos. De golpe, dejó de recordar.

Basta

Un día, sin pensarlo, se marchó. Sin tener adonde ir, pero teniéndose a sí misma y a su dignidad malherida. Asqueada de ir contra la mujer que cada noche dejaba caer su cuerpo en la cama y rezaba porque no se acordasen de ella. Cansada de taparse los moratones, de disfrazarse el alma y de dibujarse una sonrisa de cartón en el rostro marchito.

Ni cogió las llaves ni se dio la vuelta: sabía de sobra que si la echaban en falta sería porque no estaba ahí para recibir los golpes de la frustración ajena. 
 

Desesperanza

¿Qué necesidad de sentir miedo? ¿Por que el dolor, los moratones? ¿Por que las lágrimas? ¿Por que este grito ahogado en el silencio? El tiempo se ha detenido en un bucle oscuro del que no se como salir. Un día a día que no pasa, que no cesa, como los golpes, como los gritos. Una vida en pausa, como la ropa que languidece olvidada al fondo del armario.

Ventanas cerradas, persianas bajadas, gafas de sol una mañana de lluvia, la mirada esquiva, la vergüenza, un constante ojear el reloj, ese no sonrías por si acaso sienta mal, la ansiedad del momento, fotos rotas en la escalera, el balcón entreabierto y mis ganas de saltar… y volar.

Detalles imperdonables

     Toni era mi novio, una tarde quiso que no saliera de casa tal como iba vestida:
      ─Pareces una puta con esa pinta─. Tuvimos un  "broncazo" impresionante, incluso me levantó la mano, yo cogí un jarrón.
     Quedó en tablas, pero no lo volví a ver.
     Pasado un tiempo tuve otra relación más seria. Una tarde, habíamos follado. Cuando salí del baño  lo vi husmeando en mi móvil.
      ─ ¿Qué haces?─Le pregunté.
      ─Me gusta saber a quién llamas.
     Le arrebaté el móvil de las manos,  diciéndole muy indignada:
     ─Será mejor que lo dejemos, antes  de que esto vaya a peor.
     Se quedó  atónito, intentó justificarse, pero me fui dando un portazo.
     Hay detalles que no se deben consentir jamás


Amor propio

- Cariño, quien bien te quiere te hará llorar, quien mal reír y cantar.

- Pues mamá, a mi entonces que no me quieran, que ya me quiero yo.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Ganadores del Tercer Concurso de Microrrelatos Contra la Violencia de Género

Reunido el Jurado del III Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género, formado por las siguientes personas:

Presidenta: La concejala de Igualdad y presidenta del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, D.ª Estíbaliz Masegosa Gea.

El coordinador de la Biblioteca Municipal del municipio de San Javier, D. Antonio Díaz Grau.

La asesora jurídica del CAVI Mar Menor y miembro de la Comisión de Violencia de Género del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, Dña. África Escudero Vera.

El secretario del Consejo Municipal de Igualdad del Ayuntamiento de San Javier, D. Felipe Andrés Gutiérrez.

Una vez leídos todos los microrrelatos, el jurado otorga los siguientes premios, según las bases del Concurso, a las siguientes personas:

1er premio, dotado con 250 euros, a Dña. Ana López Aguilar, con el microrrelato Cuando marcar a tiempo es una victoria.

2º premio, dotado con 150 euros, a D. Antolín Romero Ortega, con el microrrelato Luz García, 4 años.

3er premio, dotado con 100 euros, a Dña. Laura Cabedo Cabo, con el microrrelato Nana.

Estos son los ganadores del concurso, pero todos los que habéis participado y todo aquel que esté leyendo este blog es ganador y su premio es escribir y/o leer pequeñas gotas semánticas contra la violencia de género.

GRACIAS, Y HASTA EL AÑO QUE VIENE