Se me acumulan los garbanzos en el carrito, pero es que le encantan los potajes…
Hoy, empezamos a vivir juntos. No tenemos de nada y, para ir más rápido, hemos convenido que yo me encargue de legumbres, lácteos y bebidas y él, de lo demás.
Por la carnicería, lo veo sin que se dé cuenta. Observo que lleva pez espada, galletas de coco y presa. Lo sigo, y, cuando llena su carro con botellas de lejía, me asusto. Camino hacia los vinos, agarro un Cariñena y se me cae. El suelo se tiñe de rojo. Recuerdo la última vez que me pidió perdón. Huyo. Él, que se quede para siempre en los congelados.
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