Cuando te conocí, pensé que eras como una tormenta, fascinante e intenso. Nunca me imaginé que podrías fulminarme con tus rayos.
Tus labios en mi piel eran tan dulces, que a veces eclipsaban la dureza de tu puño.
Quise ser viento para poder salir por la ventana, quise ser polvo para disolverme en las corrientes y luego quise ser nada, porque la nada no es capaz de sufrir. Pero seguí siendo yo, un conjunto de músculos y huesos frágiles, de nervios dolorosos.
¿Si me vuelvo un poco más perfecta, puedes llamarme "cariño"?
Cuando te conocí, pensé que eras como una tormenta, ahora me doy cuenta de que en realidad no eras nada excepto un huracán, destruyendo todo lo que tocabas.