jueves, 12 de diciembre de 2019

Ver para crecer




Ese día jugábamos el gran partido entre el barrio del norte y el barrio del sur, pero nos faltaba un jugador.

—Hola, chicos, ¿puedo jugar? —dijo Andrea muy contenta, vestida con su pantalón corto y sus botines de fútbol.

Todos nos quedamos mirándola con cara de asombro.

—Sí, claro, ¿por qué no? —dije entusiasmado.

—¡Es una chica!, no sabe jugar —me dijo el capitán del equipo al oído.

—Y… ¿quién lo dice?, a lo mejor es tan buena como cualquiera de nosotros.

—Si perdemos, será por tu culpa.

—¡Vale!, asumiré ese riesgo.

Ganamos por tres a uno y Andrea había metido dos de esos goles. El capitán se quitó su guante de portero y fue a felicitar a Andrea.

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