Los comentarios de vecinos, amigos, familia, e incluso de las autoridades, me decían que estaba sacando las palabras de contexto.
Yo sentí que no lo hacía.
Que estuviera tranquila, era normal su actitud ante la decisión que yo había tomado.
Yo sentí que no lo era.
Las apariencias no engañan, es un tipo normal, todavía tuve que oír.
Te voy a matar, fueron sus palabras.
Y yo no escuché una sentencia, yo escuché una promesa.
Desde mi habitáculo de metro y medio de ancho por dos de largo, he podido corroborar que las apariencias SÍ engañan.
Una pena que solo pueda compartir con las margaritas que nacen encima de mí, que yo tenía razón. Que nada era normal.