Me mira a los ojos y por primera vez en mucho tiempo me siento segura. Tengo la certeza de que mi piel no volverá a sentir sus puños nunca más, que no volverá a teñirse de violeta azulado debajo de mi maquillaje. Tampoco volveré a taparme los oídos evitando escuchar las palabras que me clavaba en el corazón cada vez que entraba por la puerta. Nunca le volveré a ver.
Creo que por fin puedo afirmar que ya no tengo miedo, ya ha pasado todo, absolutamente todo.
Sin poder evitarlo siento alivio y agotada y sin fuerzas cierro los ojos para siempre.