Camila escuchaba casi sin pretenderlo, sentada en el banco del parque. Tras ella, una joven pareja compartía toda clase de arrumacos y piropos, acompañados a ratos de unos empujones bruscos e inesperados, propios, quizás, de la edad.
-Te he cogido esta rosa del jardín del guarda-dijo zalamero él a la novia-. Es frágil y bonita, como tú...
Camila se volvió y vió como la muchacha cogía la rosa y la olía con satisfacción. Se preguntó entonces sobre la fragilidad y la belleza, acaso irremediablemente unidas en la conciencia popular.
Llegó a la conclusión de que ella siempre se había sentido rosa, bonita... pero nunca frágil.
Al contrario, luchó tanto... que finalmente consiguió que ningún hombre la arrancara de su jardín.