La curiosidad y el morbo en aquella habitación oscura, sabiendo que estábamos haciendo algo prohibido, que nadie debía enterarse, que estaba mal.
Tu lengua recorriendo mi sexo y yo sintiendo ese espasmo, tan parecido al que sentía cuando me aguantaba las ganas de hacer pis. Y siempre la oscuridad. No puedo recordar nada más. Ni siquiera recuerdo tu rostro.
Durante todos estos años, cargué una sustanciosa dosis de culpa. Tú no me forzaste a nada, me convertiste en cómplice. Pero yo tenía ocho años y tú veinte.
Ya no puedo reclamarte nada. El cáncer acabó contigo hace varios años.
Yo sigo viva, ya no siento culpa y soy feliz..