La cogió por el cuello y le apagó el cigarrillo en la mejilla. Otra marca más. Luego pensaría en como hacer para que no se notase, primero tendría que sobrevivir a ese día.
La agolpó contra la pared y le propinó un puñetazo.
—No vales nada.— Dijo él, para luego, escupirle en la cara.
Era rutinario, y cada día, ella estaba más muerta, y él era más cobarde. Ella estaba más destrozada y él más violento. Cada día era peor.
Ella no tenía las fuerzas de deshacerse de él, aunque lo intentaba con todas sus ganas. La estaba asfixiando y él apretaba más su mano en su ello. Otro golpe.
Su cara cada vez estaba más azul, obviando los hematomas. Sus ojos se fueron cerrando de a poco. Finalmente, otro golpe. Negro. Sueño eterno. Por primera vez en mucho tiempo, descansaría tranquila de él.