jueves, 12 de diciembre de 2019

Postdata



Estaba acostada boca arriba y sus ojos de fuego apenas podían mantenerse abiertos. Se desprendió de sus recurrentes pensamientos cuando lo vió frente a ella. Esta vez no se escondería debajo de la cama.  No sabe cuánto tiempo transcurrió, pues todo se quedó inmóvil. Tal vez pasaron horas, o dias. Su indigna vida, llena de cicatrices, le pedía que siguiera adelante. Así, que cerró los ojos y lo dejó gritando antes de volver a mirar a la luna y ver cómo brillaba venganza. Se vió a sí misma en el depósito de cadáveres, leyendo una etiqueta con el nombre de su marido.  De repente comenzó a convulsionar. La enfermera tuvo que administrarle una dosis doble de tranquilizantes.

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