El recién llegado se confió a su compañero de celda:
- Sólo me han caído tres años, y eso que soy reincidente. Pero te juro que no vuelvo a pisar la cárcel en mi vida.
- ¿Qué hiciste, si se puede saber?
- Darle a mi mujer lo que se merecía, aunque no fue bastante. En cuanto salga, me cargo a los críos delante de ella y luego la reviento a palos. Después me suicido.
- Y, ¿por qué no te suicidas primero y luego Dios dirá? Mi padre mató a mi madre en una borrachera. No me gustan los maltratadores. Pero tengo tres años por delante para hacerte cambiar de opinión.