Carlos se ha marchado. Estoy a solas con la bicha, que me estruja el corazón con sus zarpas de hierro. Mi padre había colocado la semilla; recuerdo su desprecio destilado en palabras. Tonta, si es que eres tonta, que para nada aprovechas. Así, nunca encontrarás marido. Y la bicha, roe que te roe.
En algo se equivocó mi padre: encontré a Carlos. Él me quiere –lo sé- aunque a ratos logre desquiciarlo. A él le duelen más que a mí los bofetones, los insultos. Culpa mía, por neurótica. La bicha desconfía, acecha desde su trinchera.
En algo se equivocó mi padre: encontré a Carlos. Él me quiere –lo sé- aunque a ratos logre desquiciarlo. A él le duelen más que a mí los bofetones, los insultos. Culpa mía, por neurótica. La bicha desconfía, acecha desde su trinchera.
Hoy Carlos se ha pasado: el ojo me palpita, me zumba el oído.
No aguanto más.
Descuelgo el teléfono.
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