23:03h. Cerró los ojos. Todavía notaba claridad a través de sus párpados. Suspiró y pensó para sí: Todo está bien. Apagó la lámpara.
Ya no notaba claridad.
23:04h. Los monstruos se engancharon a las ropas de su cama. Podía escuchar el somier crujir ante sus garras. Estaban cerca. Muy cerca. Susurraban su nombre sin emitir sonido alguno:
–Renata…
23:05h. Se incorporó y tanteó en la oscuridad bruscamente. El aire se agotaba. No llegaba a sus pulmones oxígeno suficiente.
Sentía que se asfixiaba.
Las lágrimas asomaban a sus ojos, cerrados sin querer afrontar la oscuridad, y se escurrían por sus mejillas.
23:06h. Encendió la luz con manos temblorosas.
–Todo está bien –se dijo–. Ya no hay monstruos en esta casa.
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