viernes, 3 de noviembre de 2017

El arrepentimiento mejor es, sencillamente, cambiar

Después de seis años sin versen, la reencontró en Madrid. Su mirada era brillante, feliz. Iba paseando. Lo miró con los ojos del corazón. Él a ella con los de la razón. No estaba seguro qué era lo que su presente mantenía del pasado. Pensó que le hablaría del divorcio, pero le hablo de sus proyectos. Él le dijo que su verdugo era la violencia de su voz, la incapacidad de su intelecto, la cobardía de su sinrazón. Ella, lacónica, con una mueca de asentimiento, le aconsejó que escribiera en la arena las llagas que le exudaban para que la brisa del perdón las derrotara. Era pronto para olvidar y tarde para recordar.  Un abrazo acompasado los despidió.

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