Jaime se levantó con el rostro empapado y una sensación de entumecimiento en la frente y ambas mejillas. Desconcertado porque no recordaba haber llorado y asustado por la extraña sensación que sentía, acudió al baño.
Se reflejó en el espejo donde encontró los ojos pacientes y descoloridos de su madre y los mismos golpes que ella había recibido la noche anterior.
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