Abogada especialista en casos de violencia de género, felizmente casada, me convertí en otra víctima más.
Mi esposo, un exitoso arquitecto, cariñoso y muy familiar, tuvo una mala racha laboral y acabó tomándola conmigo. Empezó a insultarme llamándome "fracasada". Después, cuando llegaba tarde del trabajo, me recibía con bofetadas fuertes. Lo más grave sucedió una noche en la que me vio salir del coche de un compañero, el mío no arrancaba, me recibió con una vara y me golpeó en las piernas. Caí al suelo llorando de dolor y el gritándome "golfa". Ahí ya no podía callar y cuando me recuperé de las heridas lo denuncié. Al principio nadie me creía, pero, gracias a mis compañeros, terminaron creyéndome. ¡Nunca calles!
No hay comentarios:
Publicar un comentario