lunes, 26 de noviembre de 2018

Celos. Violencia. Celos

Risas. Felicidad. Risas.
¡Que ganas!, ¡esta noche fiesta!
Estoy lista, salgo cariño.

Dame un besito. 
Nos esperan las chicas en el pub.

Cariño; voy a la barra.
¿Quieres un trago?
¿Por qué no me hablas?

¡Estas es mi canción, baila conmigo!
Baila porfa... ¿Qué te pasa?
¿Nada? Estás super callado.
¿Por qué me haces esto en mi cumpleaños?

¿Sonrisa?
¡No le he sonreido a nadie!
Te lo juro.
Cariño, habré sonreido por sonreir.

Sí, vamonos.
Si, nos vamos ya. 
Es que no me encuentro bien.
No te enfandes. Yo solo te sonrio a ti.

Buenas noches cariño. 

Lagrimas. Culpabilidad. Lagrimas.

Camino blando

Necesitaba senderos y contagiarme con el piar de los pájaros, las calles y la frescura de una nube malva. Enredarme entre las ramas delicadas de mis hijos y estrenar ternura con ellos, y conmigo risas. Sí, no estás en las páginas de mi vida desde que empezaste con los vasos de moscatel y las palizas. 

Vuelven los pasos breves pero seguros, metas sembradas de camino y esperanza. No me desbarato. Busco el encanto de las cosas. Acampo la mirada en una tarde clara o en un mediodía. No lo sabrás. Me contagia el limpio esmeralda de otros ojos somnolientos; la luna viene conmigo y con mis hijos, este trabajo, mis flores, un hombre bueno y un enjambre de cosas. Cuídate.

No más

Se oyen los tambores, el viento ha girado y el cielo es violeta

Ya no sentiré miedo de tu sombra, ni de la mía 

Ya no más humillaciones que callen esa voz que te susurra que no eres suficiente

No más días en los que los arañazos me parezcan caricias y las caricias, arañazos

Se oye la fuerza de las calles, los gritos han cambiado y el cielo es violeta

Ya no sentiré miedo de tu presencia, de mi ausencia

Ya no más golpes que llenen ese vacío que te recuerda que estás solo

No más días en que las amenazas me cieguen y las miradas me enmudezcan 

Se oyen canciones de victoria, las mujeres han despertado y el cielo es violeta 

Ya no más muertes sin ruido

De promesa en promesa

Despojada de sueños descendió, de la fábula donde habitan las niñas, al infame metal del homicida.

Un día tropezó en la bañera –dijo–, pero en su extremo firme, insistiendo en la llama, ofreció la quimera como bálsamo, albergaba esperanzas creyendo en él un cambio.

Encadenada a un cielo lleno de relámpagos ansiaba huir del ángulo muerto de sus gritos. No quería ser la incierta página del periódico ni la mancha de sangre que recorre las calles exhibiendo su velo y su dolor.

Difería los años cegada, de promesa en promesa, hoy tan sólo es un número y un recuerdo

Colores

Al principio creyó que su vida con él sería de color rosa, pero no tardo en ver que serían otros los colores: rojo azulado, amarillo anaranjado, desolador violeta. Eran los colores de cada golpe sobre su piel; los colores del dolor y del oscuro miedo que lo fue invadiendo todo.

Hasta aquel día…

Una lágrima gris escapó de sus ojos ante una vecina y las palabras rompieron desesperadas el silencio en el que llevaba años ahogándose. La respuesta fue un abrazo, compañía, apoyo, y con ello la valentía necesaria para devolverle el verde de la esperanza.

Poco tiempo después su mirada transparente reflejaba los colores alegres de la vida sobre la hoja en blanco de un futuro por escribir.

Yo y muchas más

Abro los ojos y solo puedo ver una cosa. Mujeres preciosas. Mujeres fuertes. Mujeres capaces. Mujeres completas. Mujeres que no se dan cuenta de lo que valen. A veces, mujeres que se miran con ojos injustos. Que se tapan el cuerpo por vergüenzas, que se ocultan bajo "quita-x", "cubre-x", para estar "perfectas durante todo el día". No se dan cuenta de que ya son perfectas. De que siempre lo han sido.

Comprendí que estaba en nuestras manos

"No se trataba de visualizar esos moratones que ella intentaba cubrir con sus cientos de maquillajes.

No se trataba de que sonriera y dijese que todo estaba bien,

podía ver en sus ojos el dolor que transmitía su alma, y eso… eso, no lo podía tapar ningún maquillaje. 

Comprendí que ella podía ser yo, porque mis características físicas no debían condicionar ninguna vida.

Comprendí que al fin y al cabo, somos PERSONAS, y agarrando su mano para ayudarla, sentí como una pizca del dolor de sus ojos se convertía en esperanza…

Cambiar las cosas estaba en mis manos y en las de todos. Logré salvarla."

La buena educación

"Mamá, ¿para hacer todo lo que hace la abuela tengo que ser tan mayor como ella?". La pregunta de Alicia cayó como una losa sobre la lógica de su madre, por inesperada y chocante. "¿Qué hace la abuela que tú no puedas hacer, cariño?", le replicó intrigada. "La abuela no cocina, juega al bridge , va al bingo, bebe esa cosa roja con limón, camina sola por las noches y no tiene deberes", protestó Alicia. Entre risas, la madre garantizó a la pequeña, "cuando seas mayor de edad podrás hacer todo lo que hace la abuela". "¿Entonces por qué no lo haces tú?", espetó. "Porque muchas mamis estamos educando al mundo para que, juntas, podamos hacer mucho más que eso".

Certeza

Os necesito. Necesito que una parte de cada golpe os duela. Que un fragmento de cada amenaza se os clave en los oídos.

Que el dolor y el miedo no me pertenezcan.

Que se confunda su ira entre millones de personas, que se pierda y no halle el camino hacia su perversidad.

Que cada vez que lo pretenda, una multitud se remueva y lo mire de frente, que vuestros ojos tengan el poder de la verdad.

Os necesito, que no puedan someterme el temor y la tristeza, que vuestra voz retumbe en las injusticias calladas, que sea inmensa.

Yo sé que vuestros pasos me acompañan. 

Que no estoy sola. 

Sé que esta lucha es nuestra.

Monstruo

No sabe lo que hace, ha perdido la razón. Se recluye en su casa, donde impera su ley. Nadie cruza sus murallas, no contradicen su dominio. Ya no escucha a nadie, no quiere entender. Se ha adueñado del tiempo y el espacio; ahora ella es reina y rey.

Y así vive ella, reinando su cuerpo, remendando sus heridas y bordando sus costuras. Ha sustituido los gritos por flores y, así, ha creado un jardín; donde vive, donde siente, donde crece. Donde los vestidos cortos huelen a lavanda y la soledad se torna hermana. Donde no caben las dietas ni el desdén de los espejos. Donde ya no habita el miedo y los pelos sientan bien.

Muere tú primero

Te dijo que no, muerta quedó. Tu vida te quitas luego, ¿por qué no primero?

Bastante más allá

De pequeña siempre decía que quería salir en el periódico y, por esa macabra ironía que tienen a veces las circunstancias, lo conseguí; «Nuevo caso de violencia machista. Un hombre apuñala a su pareja y a su hija y después se quita la vida.». Creía que aquel golpe, el de su cuerpo contra la acera, era el último… Pero me di cuenta de que el cauce de la sangre llegaba bastante más allá de nuestras cuatro paredes. Esa lucha no acababa, empezaba, y había que sembrarla en cada centímetro de tierra.

Sigo queriendo aparecer en un titular: «Reducción histórica del número de víctimas de violencia de género; la movilización de la sociedad consigue, al fin, detener las fauces del maltrato».

Creía amarla

- ¡Martita! ¡Mañana la falda más cortita! - Dijo el encargado marchándose con adelanto.

- ¡Jorge! ¡Su labio está sangrando! - señaló Marta.

- Pffff… No se meta en cosas de hombres - respondió limpiándose la sangre con la corbata. Hubiera preferido hacerlo con una cerveza, pero lo mejor era irse a casa.

*

- ¡Imbécil! ¿Dónde mierda estabas? - Gritó su mujer. 

- Lo siento, amor - respondió mirando el suelo.

- ¿Crees que la cena va a hacerse sola?

- No, amor… - Jorge corrió a la cocina. Cierto, ella era un poco caprichosa – se decía – y hasta un poco violenta en ocasiones. Pero lo del labio no fue más que un accidente – continuó -, sólo un accidente...

Maldita herencia

Finges. Lo noto al lavarte el cuerpo blando, casi inerte, y la rabia se enreda en mis entrañas: aprieto un poco más la esponja, y tus ojos hierven como las otras veces.

Mientes: todos creen que ha prescrito tu memoria, mientras a solas los dos, el miedo se acuesta entre tu cama y la mía, dueño de aquel latigazo de correa, cuando volvías con el aliento apestoso, recórdandome que esa noche también dormiría caliente. 

Quieren jugar a que se durmió el monstruo. Somos tan viejos: mejor dejar que este secreto a voces se vaya con nosotros a la tumba. Siguen muertos de miedo, agazapados, inmóviles, como les enseñé. Maldita herencia os dejo. Maldita yo, por no gritar a tiempo.

Desde el balcón

Aún no ha amanecido pero ella ya ha salido al pequeño balcón. Se sienta en el suelo y enciende un cigarrillo, la espalda contra el muro. Otra noche ha sobrevivido a la derrota. Mira sus dedos descalzos rozando las rejas del balcón y da otra calada. Los niños no se han despertado, la bestia duerme. El viento se lleva las cenizas del suelo. Mira los tejados y piensa en otras casas y en otras vidas. Ninguna es para ella. Las lágrimas caen en silencio. Hay que levantarse, los niños no pueden saberlo. Esta noche regresan los bárbaros.

Vida salvada

Sin miedo ni tiempo para pensar en el fracaso, se refleja en su coraje que todo es posible; donde algunos flaquean ellas trabajan, con el continuo empuje, se derriban los tabúes y surge la respuesta colectiva.

¡Cada vida salvada es el triunfo de la causa!

Temblor

Ana oculta sus temblorosos dedos mientras camina tras los pasos impacientes de su marido. Este, la mira con el desprecio y la humillación usual ya en su vida y atrapa sus escondidas manos obligándola a aligerar su caminar. 

Traspasa la puerta de su temido hogar cerrando los ojos cuando el golpe esperado le cruza el pálido rostro y la deja postrada a sus pies. Abatida intenta levantarse mientras unas manos se enredan en su rubio cabello arrastrándola hacia la cama.

Él arranca su ropa, la encarcela bajo su cuerpo, muerde su boca y le recuerda que seguirá siendo para siempre suya. 

Ana permanece quieta, inmóvil aunque se estremezca de terror. Teme luchar, teme, como cada día, morir.

(Des)Esperanza

Atrincherada en su propia silueta la mujer se viste de fiesta. No reconoce su piel hasta que la aguja infinita de su súplica le agrede, marcándola onerosamente hasta su sexo, despojándola de acciones pasadas, situaciones cotidianas, mientras la voz dibuja sus párpados de añil. 

Las medias blanden tras los cristales, teñidas por el sol del atardecer. El zurcido desvela un haz de luz, directo, intenso, justo hasta su pupila. Abre la ventana y las lanza al vacío. 

La sombra desaparece entre los rayos de sol que ahora inundan todo. Las lentejuelas brillan como adornos navideños. Un pájaro canta. Como una nueva voz. 

La maleta aún huele a naftalina y a lavanda. Pero ya no pesa al cruzar el dintel.

Perdonar sin olvido

Para perdonar hay que olvidar. Yo no puedo olvidar, de lo contrario, caería de nuevo en tu trampa. Las telarañas que tejes son complejas. He tardado mucho tiempo en aprender a desenmarañarlas.

Todo empezó aquel verano. Nuestros cuerpos se llamaban. Me enamoré de ti como jamás me había enamorado. Tus labios carnosos, tus manos grandes que me arropaban y tu carácter varonil me fascinaron. Al principio pensé que era eso, carácter. 

Ayer, me cruzaste la cara con tu enorme mano únicamente porque quería salir a cenar con mis amigas. Esta mañana me pedías perdón antes de irte a trabajar. 

Cuando vuelvas a casa sentirás cada golpe que me has dado, sin embargo, el más duro, será uno, la soledad.

Hermosas mariposas

Buenas noches, querida. Hoy de nuevo te acompañé al tocador, esta vez no para limpiar el

Azul de la sombra de ojos, ni tan siquiera para observar el carmín radiante de tus labios,

Sino para observar cómo él te había hecho aquello. Tus labios de carmín ahora eran ríos

Temblorosos de sangre helada. Sangre helada que yo limpiaba. 

Ayer decidiste romper con todo, justo en el instante previo a la puñalada en tu abdomen.

Y eso fue todo: un adiós, una vecina llamando al 016. Yo absorbiendo un charco de sangre.

Ahora ya sabes que el amor no duele y que si algo remueve son mariposas en tu estómago.

Para siempre: El algodón que tanta sangre limpió.

Somos

Somos fuego, somos miedo, somos ira y hastío, somos lo que queda de nosotras después de que nos tiren al vacío.

Somos grito, somos un "no", somos carne en la basura, somos las víctimas de una dictadura.

Somos nombres olvidados, somos tus días de condena, somos un pezón censurado, somos la única manera.

Así, mientras ardemos y morimos, el mundo entenderá que tal vez la mujer también sea persona.

Una llamada

El pánico se agazapaba en forma de ovillo sobre el sillón. Sola ─él había salido de juerga con unos amigotes─, las lágrimas se escabullían entre los dedos nerviosos que frotaban los párpados violáceos y hundidos.

Entonces, otra vez, volvió a ocurrir. 

Lo había visto escrito en un folleto. Sintió tres chispazos de vida, pero el miedo la retuvo. Ahora, sin embargo, descubrió en ella una fuerza que no había sentido nunca. 

Pensó que el mundo no tenía por qué ser una pesadilla ni un dulce sueño profanado. Se secó las últimas lágrimas de la tarde, abrió las cortinas verdes del salón y, firme y decidida, pulsó en el teclado del móvil el cero, el uno y el seis.

Te veo


Al comenzar el cómic, somos una pareja feliz. Esa alegría se consolida en las viñetas siguientes. Tanto, que en la segunda hoja compartimos un pequeño piso bosquejado al gusto de ambos. 

Con la convivencia, él empieza a tratarme como si yo fuera un monigote, consigue una goma y me borra la sonrisa. Un día, se arrepiente, intenta dibujármela de nuevo, pero la punta del lápiz ya está clavada en mi corazón y le sale con gesto triste. Me la tacha. Vuelve a borrármela. Y cuando intenta redibujármela, sólo logra emborronarla. 

En unas semanas, me siento vacía, nada, como si habitara una viñeta en blanco. El mismo blanco que me permite pintar una realidad nueva donde no hay sitio para él.

El Contrato

Por debajo de la puerta apareció un sobre. Dentro un contrato como ayudante de cocina. No era un gran sueldo, el horario inhumano, en el restaurante de su amiga Laura. Aceptó. Las primeras semanas solo veía a Luis durante el desayuno. A los dos meses tenía algo de independencia económica. Al tercero era jefa de cocina y todo el mundo adoraba sus platos.

Laura se sentó a charlar con ella. —Me pediste ayuda, y esto es lo único que puedo hacer. Odio ir a tu casa cada vez que a Luis se le va la pinza, quiero que lo hagas tú. Ahora eres importante por ti misma, no dependes de ese mequetrefe. Ahora sí te puedo ayudar.

Gollum

¡Como nos sorprenden los "peques" de casa!

Hace unas semanas a la hora de cenar, comentábamos en casa una triste noticia de una nueva víctima, otra mujer...  El cobarde asesino era su ex.

Tiempo después hace como dos semanas, estuvimos viendo un domingo una de las películas de "El señor de los anillos".

Ayer en el colegio de mi hija Susana de once años, encargaron a los alumnos unas manualidades relacionadas con la violencia de género. Ella ha dibujado un hombre con cara de Gollum de "El señor de los anillos" y una mujer que le dice:
"PUEDO SER UN TESORO, PERO NO TE PERTENEZCO".

Me he sonreído y le he dicho: "¡Bravo Susana!".

Código 030

Siempre había acudido a ella cuando necesitaba saber algo. Busca en sus estanterías desorbitadamente el Código 030. Señala con su índice el inicio de la letra V. Se acomoda en el pequeño rinconcito de lectura frente a la señora Isidora, que sigue igual que cuando ella era una niña que sólo necesitaba conocer a Cervantes en aquella biblioteca.

¡Apunta! Violencia. Pero no localiza aquello que él le hace sentir cada noche. Saca de su bolsillo un pequeño lápiz que robó en algún centro comercial y debajo de esta palabra escribe: ~de género: violación de los derechos humanos que asusta, anula e invalida a las mujeres…sólo por serlo. 

La señora Isidora le miró guiñándole un ojo: ahora ya podía ponerle nombre.

Verdades en el espejo

Olvídate. Arráncate los miedos, quémalos en la hoguera del pasado y traza tu camino con las cenizas. Recuerda quién eres. Reconstrúyete como Beirut. Empieza de nuevo sin golpes, sin miedos, pero con heridas. Son cicatrices de guerra que te recuerdan que aún estás aquí. Estás viva, más viva que nunca. La nueva guerra es dura por ser contra una misma. Date la oportunidad de querer, pero sobre todo quiérete. Venga, ponte ese pintalabios rojo que tanto te gusta, que huele a revolución, a lucha. 

Irene convence a su reflejo cada mañana.

Vendas en los ojos, cuerdas en el corazón

La magia inicial duró poco. La misma boca que con amor me besaba, me zahería con interrogatorios capciosos sobre mi pasado sentimental. Dije adiós a mi whatsapp, facebook, instagram; dejé de hablar con amigas, con amigos. Intenté dejarle. Apresada por el miedo a perderle —¡qué paradoja! —, no pude. Con ramos de buenas intenciones y perdones, me convencía. «Todo por amor —pensé—». Al final, la leyenda de la media naranja, al traste. En vez de zumo para dos, él exprimía, yo me vaciaba.

Lo eché fuera de mi vida. Bloqueé su número de móvil. Me espió tantas horas con un dron que la aeronave acabó estrellándose contra su mollera.

Soy un calcetín

Me veo con las piernas colgantes en una silla de plástico blanca, luego roja, primero del hospital y después del tanatorio. Columpiándome en la culpa de haber deseado tantas veces que todo acabase, desecha por la rabia hacia mi madre por no defenderse.

En la sala vacía una psicóloga habla dirigiéndose a mí, pero las palabras me llegan embotelladas, sumergidas en el desconcierto del horror. Afuera varias televisiones retransmiten el suceso de una más. Un vozarrón intimidatorio y conocido retumba en mi cabeza. Los trapos sucios se lavan en casa. No me graben, soy un calcetín lleno de sangre que asoma del cesto de la ropa para lavar y tengo miedo.

Tala de Sueños

Adéntrate en el bosque del color y el aroma, del aire y el canto, de la cosecha tras la siembra, del silencio que se disfraza de espejo, donde se reflejan tus sentimientos, donde vives en armonía reconociendo en el vuelo al mirlo que se hizo realidad; mirlo que despertó de la tala de su hogar, donde su canto era callado por el golpe del hacha, donde su color horrorizaba a los ciegos de alma, donde su presencia era utilizada y no amada. 

Canta mirlo en tu bosque, vuela mirlo por tus sueños, muere mirlo tras tu destino y que no te mate el miedo en tu nido.

domingo, 25 de noviembre de 2018

No seré un número

Una cosa tenía muy clara: no sería un número en una estadística anual.

Hace muchos años –cuando creía en la justicia- denuncié. Llevaba un ojo púrpura y la entraña dolorida como si me hubieran abierto en canal. Mi dolor era el dolor desesperanzado que siente un pueblo indefenso al sentir cada uno de sus rincones ocupado por hordas enemigas. Después de firmar la denuncia, me enviaron de vuelta a casa. Con él. 

No volví a denunciar. No me llaméis cobarde: no era cobardía, era simple lucidez. No tenía adónde ir. No existía el 016 ni nadie conocía el significado de la palabra sororidad. Entonces, decidí no ser un número.

Y no lo fui: las estadísticas no contabilizan los suicidios

Querido oyente

Abrimos el día con una noticia que llega tarde: cerramos el año 2038 sin violaciones. Hemos derrotado ese camino del que ellas han sido arrancadas como una flor. Hoy anclamos los juicios a ciegas que silenciaron la verdad. A vosotras que sin espinas fuisteis arrebatadas. A nosotras que hoy podemos construirnos unas a otras. A ti, que volviste a sonreír el 8M, que abrazaste a tu hermana el 25N, que recorriste las calles con tu madre y tu abuela al son de "vivas nos queremos", que alzaste la voz de aquellas a quienes no escuchaban, y gritaste a los cuatro vientos "yo si te creo".

Hoy, el miedo a nuestra libertad huye y el aliento vuelve a ti. Feliz vida.

Borrador

Aquí llega el monstruo: Don Perfecto de puertas para afuera, sonriente, amable, educado en extremo, con un trabajo respetado como director de recursos humanos en una eléctrica. ¡Menuda paradoja! 

Otra vez aparece borracho y ni siquiera son las nueve de la noche. Se acerca a mí con paso decidido, mientras una mueca desagradable se apodera de su cara y en sus ojos no veo atisbo de amor ni respeto. 

Levanta la mano y, entonces, ocurre algo increíble: ante mis ojos, comienza a deshacerse en finas motas de polvo negro. Primero desaparece la mano, luego el brazo y después el torso y la cara. Lo último que veo en él no es sorpresa ni dolor, sino arrepentimiento.

Reina del Desierto

Cambié noches en vela por velitas en la cena. Ojos moratón violento por labios color rojo chillón.

El puñetazo en la mesa por el desayuno en la cama. La bofetada estruendosa por la silenciosa caricia. Los gritos de energúmeno por susurros de poeta. Cambié el cerdo por las margaritas, la ostra por las perlas, las espinas por la rosa. En el último golpe el monstruo se pulverizó de repente. Grano a grano. Mordiendo el polvo. Solo tuve que soplar y se fue la pesadilla. Con el Hombre de Piedra me hice relojes de arena. Ahora soy la Reina del Desierto.

No volverá

Esa desagradecida me abandonó, dejándome con lo puesto. Una mano atrás y otra delante, después de haberla mantenido durante años cuando ella se quedaba en casa lavando cuatro platos y mirando para los niños.

Ahora se queda viviendo en un piso que voy a tener que estar pagando 5 años más. Ya le dice su madre, que no va a encontrar nadie como yo. Pero la muy zorra se empeña en abandonarme.

Además, le han dado la custodia de nuestros 3 hijos, así que tendré que pasarle una pensión que ella derrochará con sus amantes. Pero no pienso darle ni un duro más. Que trabaje, como tengo que hacer yo. Esa furcia me las va a pagar.