No sabe lo que hace, ha perdido la razón. Se recluye en su casa, donde impera su ley. Nadie cruza sus murallas, no contradicen su dominio. Ya no escucha a nadie, no quiere entender. Se ha adueñado del tiempo y el espacio; ahora ella es reina y rey.
Y así vive ella, reinando su cuerpo, remendando sus heridas y bordando sus costuras. Ha sustituido los gritos por flores y, así, ha creado un jardín; donde vive, donde siente, donde crece. Donde los vestidos cortos huelen a lavanda y la soledad se torna hermana. Donde no caben las dietas ni el desdén de los espejos. Donde ya no habita el miedo y los pelos sientan bien.
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