miércoles, 23 de noviembre de 2016

No vale la pena

-¿Qué pasa? ¿Nunca discutís?.
-A veces, claro. Pero esta vez se nos fue de las manos, gritamos y los dos dijimos cosas... un poco fuertes.
-En mi casa eso es el pan de cada día.
-¿Todos los días?
-Chorradas de mujer, que si eso o aquello. Bah, si le haces caso malo.
-Hombre no sé...
-Porque eres un blando, hay que imponerse. Unas hostias en la mesa y la palma abierta verás como acaba la tontería.
-Eso es muy fuerte.
-Si no te rompe la cabeza, un poquito de miedo está bien.
Me levanté de la mesa.
-¿A dónde vas?
-A casa, a pedir perdón y estar con la persona que quiero. Ah, y no me llames nunca más.

Refugio

"Soy un lastre, rescoldos del pasado, apenas una sombra de lo que fui hace unos años, diluida en el hueco existente entre las agujas de un reloj. Un espejo roto, una tumba de anhelos. Silencio pues enmudecí hace tiempo. Mi propio obstáculo, sempiterna espera, un recuerdo, el bálsamo que suaviza la ira de tus puños, que escucha el perdón de tus entrañas.

No digas que me amas más que a tu vida. ¿No entiendes que los puñales que me clavas van dejando heridas que ya no cicatrizan?

Soy una vida derramada por los recovecos de mi alma, alienada en mi búnker de plata…"

Así rezaba mi diario antes de pedir ayuda. Ahora tengo una vida y esperanza. Sí. Esperanza.

Zurciendo mis sabanas

Solía tramar, desesperada como una araña enjuta sin presa, en una diminuta y lóbrega mazmorra de desconsuelo. Enmarañada entre delicadas hebras de aflicción y amargura, tejía vendas para taponar los borbotones de tormento que habían tornado escarlata la tez de la tierra bajo las grietas sanguinolentas de mi desnuda e indefensa dignidad.
Ahora, lejos del profundo y tenebroso Tártaro, tejo enormes sábanas de esperanza y posteridad que abrigan los recuerdos efímeros de mi estadía en el abismo. Ahora tejo en vastos y resplandecientes jardines de generosidad y benevolencia; pero tejí tantos vendajes, que he olvidado cómo tejer necesidades primigenias. Ahora estoy aprendiendo a zurcir mis roídas sábanas llenas de boquetes y remiendos.

Mañana gris

Por las ventanas se ve la calle. Llueve con fuerza y el gris lo cubre todo. La mujer de la ventana tiembla. Está sola y agradece estarlo; pese a todo, hay paz entonces. No se atreve a salir por miedo a que la vean, a veces fantasea con que no la reconozcan y poder marcharse y no volver, caminar hasta caer. Pero se desdice y se llama tonta, cómo no la van a reconocer sus vecinos. Ha vivido toda su vida allí, la conocen. Por eso se le hace tan duro, por eso no se atreve, piensa para sí.
A todo esto, llega él a casa y ella sabe que va a ser el día. Encontrarán su cuerpo mañana. 

Hoy podría morir

…porque me quedé dormida. Porque no regresé de urgencias hasta el alba. Porque mi hijo tenía un brazo roto. Porque él le pegó. Porque el pequeño se asustó y el vaso se cayó. Porque él golpeó la mesa enfadado. Porque le dije que iría al curso. Porque siempre quise escribir. Porque me gustaban las historias que me contaron. Porque siempre aparecía un príncipe azul. Porque yo sería una princesa. Porque sería como la muñeca que papá me trajo. Porque en la tienda todos dijeron a papá que las niñas prefieren las muñecas y no el juguete que yo le había pedido. Hoy podría morir… pero no lo haré; porque jugaré con papá y la pelota nueva que me ha regalado.



Luz

Grito de ayuda y socorro. Necesidad de conciencia, súplica humillante de compasión, pongan atención a mi ruego que quizá sea el último, pues realmente ya la cuerda rompe, ya la cuerda ahoga. Infierno disfrazado de hogar, luces en el balcón por navidad, dentro mi mundo es oscuro, y en tinieblas amanece y mis ventanas no dan al mar, no hay nada fuera, no hay nada dentro. Si esto es vida, si este era mi destino, mi única esperanza ha de ser que alguien lea detenidamente cada lágrima que hoy escribo, y que al derramar su primera, por favor, no deje ni llegar a la segunda y digan, Adiós. Háganlo. Háganlo por quienes no lo hicimos, dennos algo de luz.

Guerreras, valientes, humanas

Y pesará en la conciencia de quien maltrata. Y pesará en la conciencia de una sociedad que grita ¡ya basta! Y pesará en la conciencia de una humanidad que fracasa. Una humanidad que recibe cada golpe que el cobarde lanza, una humanidad que se resiente a cada falta, a cada grito, a cada acto de cobardía putrefacta.

Y grandeza es la palabra. Grandeza para aquellas que generan vida, para aquellas que a cada paso nos dan aliento, nos dan energía, para aquellas que siempre nos levantan, para aquellas que ante cada fracaso nos alzan. Grandeza simplificada en forma de mujer. Valientes, guerreras, madres, amigas, hermanas. Ellas, sensibles y ante todo humanas.
Ni tolerancia, ni respeto. Señores, ¡YA BASTA!

Contraluz

En días como hoy me gusta pensar que esta no es mi vida, que esta no es mi casa, que esta no soy yo. Imaginar que todo se trata de un gran error, que voy a despertar y todo volverá a ser normal.
En días como hoy me gusta pensar que en realidad estoy hibernando, que cuando me vaya mi vida me estará esperando. Mi otra vida, la que quería tener.
En días como hoy me quiero ir. Hacer la maleta y comenzar a andar. Sin dudas. Sin escusas.
En días como hoy me gusta pensar en lo que no pudo ser.
Porque en días como hoy me quedé.
Y cuando al final me fui ha sido entre sus golpes.

Hoy es mi día

Hoy es mi día, estoy dolorida, pero hoy no hay tiempo de lamentaciones.
Hoy puedo escuchar mi música favorita sin ser criticada, puedo bailar y distraerme por la casa mientras hago "mis labores".
Hoy puedo pintarme los labios de color rojo intenso,  puedo peinarme como la rockera que llevo dentro,  puedo vestirme como quiera, daré mi opinión siempre que me apetezca.
Hoy saldré a la calle imitando la mejor de mis sonrisas. Hoy no me causa ansiedad entrar en el ascensor y regresar a casa.
Hoy pude ser lo más parecido a lo que yo fui años atrás, porque hoy él no está.
Mañana vuelve de su viaje, pero mañana será otro día, opuesto y diferente, pero otro día.

La normalidad del vuelo de los aviones

Todo iba porque todo era normal. La lluvia de moretones y lágrimas ahogadas en café aguado eran destructivamente normales. Catherine veía pasar por la ventana todos los aviones que nunca se atrevía a coger. Lo normal era despertar con un triste sabor de boca, de esos que dejan la resaca de las pesadillas. Lo normal no era ducharse todas las mañanas. Las ganas volaban al ritmo de los aviones. Las madrugadas que Clément la deslucía, Catherine no se atrevía a ducharse por miedo a hacer ruido. Aunque las ganas sobraran.

Pero todo fue mejor, Catherine, el día que te duchaste con una sonrisa, te cubriste de agallas, te besaste las heridas y caminaste hasta el aeropuerto de los sueños posibles.

Colores

Rojo sangre, negro desesperanza, azul tristeza, púrpura enfermedad, verde moho, amarillo bilis. Los colores del dolor. Un abanico de colores tatuado en la piel. Las marcas que muestran que tu vida es un infierno del que desesperadamente deseas salir.
"016", un número. "Ayúdame", una palabra. ¡Cambia los colores! ¡Eres capaz de eso y de mucho más!
Rojo amor apasionado, negro vasto infinito, púrpura flor silvestre, azul cielo inmenso, verde hierba esperanza, amarillo sol radiante. Los colores de la libertad. Los colores de tu nuevo yo.

Hoy amanece

Un primer grito, un primer desprecio, un pequeño ademán violento... Piensas: "ha perdido los nervios", "lo ha hecho sin pensar"... "él me quiere"..., ¡me lo ha dicho!... ¡me ha pedido perdón!... ya no lo volverá a hacer, estoy segura, confío en él. Pero te equivocas... vuelve a ocurrir una y otra vez. Cada vez con más violencia. Y tú te sientes pequeña, insignificante, débil... a veces hasta le das la razón.
       Un día, cansada, te sientas, reflexionas... no puedo seguir así. Le quiero... ¿pero él me quiere a mí?
       Descubres que no eres tan débil, que tu fuerza es capaz de "mover montañas". Te levantas. En tu rostro brilla la esperanza, la ilusión... y dices: ¡Se acabó! ¡QUIERO VIVIR!

Todos los nombres de Carmina

Carmina vivió cincuenta inviernos de violencia y silencio. A los catorce años tenía una docena de clientes, un padre desaparecido, una madre muerta y un diario donde anotaba las desventuras de su vida. A los diecisiete, una hija bastarda y la inquina de las mujeres del pueblo, que la herían con desaires. A los cuarenta y nueve, tenía un cáncer de mama y una vida escrita con pulso firme. A los cincuenta, un féretro, un testamento macerado en la soledad y una hija, ya mujer, que clavó en la puerta del ayuntamiento todos los nombres que Carmina había anotado en su libreta, los mismos que le habían exigido silencio en vida porque es en el silencio donde germina la violencia.

Susana

Si no hubiera elevado el volumen del televisor la inquietante mañana que oí el primer grito…
Si hubiese empuñado el teléfono y hubiera llamado a la policía la tarde que me alarmé al sentir el primer golpe…
Si no me hubiese cambiado de habitación para dormir la fatídica noche que escuché el primer llanto…
Si no hubiese sido tan indiferente y cobarde como el resto de los vecinos ante la extrema violencia que percibíamos en aquella casa un día sí y otro también...
Hoy, Sara y Dani, cinco y tres años, seguirían yendo al colegio juguetones y felices agarrados a la mano de Susana, su madre…
Mi vecina del piso de arriba...

No sabía lo que hacía

“Ella sabrá lo que hace”, dijeron todas sus amigas después de comentar por arriba, por abajo, por detrás y por delante, atropellándose unas a otras, aquella decisión que ni compartían ni podían aceptar, pero en la que decidieron no entrometerse.
El tiempo demostró que no, que ella, que amaba tanto la vida, no sabía lo que hacía cuando decidió volver a vivir con su marido, aquel monstruo que después de maltratarla, de palabra y de obra, durante más de diez años le había pedido perdón prometiéndole que nunca más lo haría.

La maté porque era mía

Mía la rabia, el alacrán de ira ciega con que seguí pateándola cuando ya no se movía. Mía la mano que la abofeteó sin calcular dónde caería: ¡maldita esquina del lavabo! Mía la carrera del dormitorio al baño como un toro ciego enajenado en estampida. Mía la punzada de dolor al ver en "llamadas recientes" la foto de aquel tipo. Mía la angustia con que, temblando, alargué la mano y cogí su móvil de la mesita. Mía la espera insoportable hasta que salió de la cama y fue al baño. Mía la oreja que escuchaba distraída a Bustamante cantar apasionadamente "Dos hombres y un destino". Mía la tele que emitía la gala. Vuestro el aplauso.

Luz de gas

Cada golpe sabía a miel y sangre, escocía como la pimienta, y caía como el despertador de cada mañana, vivir era estremecedor.
Él a veces sonreía y le miraba, ella sentía que las cosas mejorarían. No la trataba tan mal, era ella quien admitía que exageraba.
Ella amanecía asustada, él era maravilloso, ella le preparaba el desayuno, él le prohibía ver a sus amigos, ella creía que estaba estropeándolo todo, él le traía flores tras cada bofetada.
El chico era impulsivo y ella empezaba a ver la vida de color púrpura y a gritos. Una noche apareció la policía y el chico maravilloso amaneció entre rejas, ella se alegró inconscientemente de ver salir el Sol lejos de él...

La Rosa de Hierro

Camila escuchaba casi sin pretenderlo, sentada en el banco del parque. Tras ella, una joven pareja compartía toda clase de arrumacos y piropos, acompañados a ratos de unos empujones bruscos e inesperados, propios, quizás, de la edad.
-Te he cogido esta rosa del jardín del guarda-dijo zalamero él a la novia-. Es frágil y bonita, como tú...
Camila se volvió y vió como la muchacha cogía la rosa y la olía con satisfacción. Se preguntó entonces sobre la fragilidad y la belleza, acaso irremediablemente unidas en la conciencia popular.
Llegó a la conclusión de que ella siempre se había sentido rosa, bonita... pero nunca frágil.
Al contrario, luchó tanto... que finalmente consiguió que ningún hombre la arrancara de su jardín.

Cada noche igual

Ana y tu hijo esperaban el momento de tu llegada, pendientes del reloj, angustiados. Un escalofrío recorría sus cuerpos cuando escuchaban el sonido de la llave introduciéndose en la cerradura… Sabían que durante la cena utilizarías cualquier excusa para menospreciar a Ana, para ridiculizarla, para culparla de todas tus represiones.

… Y al día siguiente llorabas como un niño en su regazo, prometiéndole que no volvería a suceder. Después del trabajo le traías un ramo de flores y le volvías a repetir aquella frase: «No volverá a pasar, te quiero».

Pero esta noche es diferente. Esta noche no hay nadie, la casa está vacía.

Te has quedado solo.

Como todos los que nunca aprendieron a amar.
No, él no me quería. Tardé en comprenderlo pero por fin lo entendí. No se puede querer a alguien e intentar cambiarle constantemente. Quien busca a la persona ideal no busca una persona, busca algo idealizado. No, él no me quería. Cuando quieres a alguien le quieres ver volar alto, cuanto más arriba mejor. Que no cese su vuelo por nada ni nadie. Pero no le atas a ti con cadenas invisibles. No, él no me quería. Él quería una esclava, alguien a quien manipular, a quien usar a su antojo como una muñeca de trapo. Pero desperté. Con ayuda y fuerza, sobre todo fuerza. Que nunca te digan que no eres fuerte. Déjate ayudar. Despierta. Vuela, vuela muy alto.

Luz García, 4 años

"... Mamá decía que si no haces cosas por miedo, gana el miedo. Por eso me acuerdo de ella y voy sola a hacer pis, doy las luces del pasillo y salgo un poco corriendo por si aparece un "mostruo". Mi amiga Ariadna dice que los "mostruos" solo existen en los cuentos. Pero yo sé que se convierten en personas como en Halloween, y gritan, él se ponía rojo rojo y hacía... cosas.
Me da miedo ir con él, pero voy si puedo dar la luz. Mi mamá decía que si todos damos la luz, los "mostruos" no pueden llevarse a los niños y ...".

El hombre de la toga no siguió leyendo el informe, no necesitaba leer nada más.

La Protagonista

Matilde terminó su biografía el día 15. Para cuando llegó el 20, su madre, hermanas y amigas íntimas ya la habían leído, y ella había organizado una pequeña merienda para celebrar su publicación.
Todas coincidieron: era una obra estupenda. Pero Matilde notó un silencio incómodo, y algunas miradas cómplices.
-¿Qué pasa?-preguntó ante tanto misterio.
-Hablas de él-confesó finalmente su hermana-. De lo que te hizo. No se merece ni que lo nombres.
-Nos ha...sorprendido...-dijo Clara, buena amiga del instituto.
Matilde tomó un pequeño sorbo de su taza de café. Luego cogió su libro y acarició la portada, donde aparecía sonriente. Alzó su obra y dijo claramente:
-Mirad este libro. La única protagonista soy yo.
Entonces todas parecieron comprender...

Esperándome

Cogí la puerta y me fui. Y dejé atrás muchas cosas. Algunas buenas, la gran mayoría malas. Y el portazo resonó en todo el edificio, en todo el vecindario, en toda la ciudad, pero sobretodo en mi cerebro. Retumbó y retumbó, y parecía decir "bravo". Parecía que hasta la puerta me daba la enhorabuena, que reconocía mi acto de valentía. Decidí empezar una nueva vida, rodeada de mi familia y amigos, de gente que me quería de verdad, no que su boca dice una cosa y sus actos revelan todo lo contrario. En el portal ya estaban mi hermana con su coche y su sonrisa y mi madre con sus brazos abiertos, esperándome únicamente a mí.  

Polvo en suspensión

La pólvora creaba una densa neblina mientras los tablones de la cantina crujían al paso de mis camperas, emitiendo un sonido seco. Silas El tuerto no dejaba de mirarme con su ojo bueno y aunque tenía la boca más seca que un pedazo de cecina murmuro algo que no entendí. La pulpa que con anterioridad había sido la cabeza de el menor de los hermanos Payne nadaba en un charco de sangre y whisky barato. Su esposa Hope y el hijo de ambos, Paul, estaban abrazados y con una escopeta de doble cañón a sus pies. Acompañándola, el desgastado cuaderno lleno de poesía que siempre portaba este.
"La flor se está secando. Necesito agua. Solo tengo sal".

El andén

Se despidieron en el andén como cada domingo. Como cada domingo, ella se sintió aliviada. Aliviada y orgullosa, porque había logrado que ese fin de semana, él no se enfadara. Poco a poco, había aprendido cuándo callar y cómo llevar una conversación para que todo fuese bien entre ellos. Aún así, a veces, sin saber muy bien por qué, él estallaba y le gritaba como si ella le hubiese herido en lo más hondo de su ser. Estaba segura de que todo eso pasaría cuando ella aprendiera a llevarlo.
Pero eso sería el próximo viernes. Tenía por delante cinco días de tranquilidad.

Basta

Si una caricia me tocara el alma como cuando me sonreías entrelazando tus manos en mi pelo. Si un instante de dicha volviera a mi y no fueran solo recuerdos. Paso los días recordando momentos que de tan lejanos confundo con sueños. Pasa la vida y añoro, corre el tiempo y rememoro recuerdos marchitos, instantes que no volverán. Y sin embargo, añoro y me engaño. Me aferro a los días que se desvanecieron por siempre. Y me desprecio a mi misma por no tener valor, por no decir !Basta!, por cerrar los ojos y pensar que cambiarás, por engañar a la vida soñando.

Cuando marcar a tiempo es una victoria

-          ¿016? Necesito… necesito ayuda psicológica con urgencia. Por favor no se demore, corre peligro una vida.
-          Disculpe señor, ¿qué quiere denunciar?
-          Un posible caso de violencia de género, por favor, intento evitar una desgracia.
-          Tranquilícese. ¿Es usted la posible victima?
-          No, soy el posible agresor. Se lo ruego, escúcheme.
-          Habla una psicóloga del equipo, le escucho.
-          Estoy al límite, ¿me oye? No puedo controlarme. La tengo acorralada. ¡Ayúdeme!
-          Tranquilo. Manténgase al aparato y haga exactamente lo que le diga: imagine las consecuencias de sus actos, siéntalas, piense en las personas que quiere, familia amigos y comience a llorar. ¡Llore!

Otro álbum de fotos

Su sueño: viajar a Nueva York…
Pero no le valía cualquier persona: quería hacerlo con el que fuese el hombre de su vida… Ella lo tenía todo para triunfar. Y había elegido, según todos, al hombre digno de ella: don de gentes, culto, buena posición… ¡un cautivador!
Se reunirían en el aeropuerto para emprender ese viaje tan deseado. Vivían juntos hacía tiempo, pero, por motivos laborales –alegó él, Alejandro de Prada- él iría directamente desde su despacho…
Fue al salir de la ducha y enfrentarse al espejo, a los golpes y moratones que reflejaba, cuando Elisa, sin titubear esta vez, tomó la decisión. En la nota solo decía: "Otro álbum de fotos más. Otro álbum de fotos… sin completar". 

016


De niña, mis sueños azules me daban fuerzas para espantar sombras, para negar espantos de golpes y cosas rotas. Gritos y silencios. Papá, su flores... perdón...nunca más. Luego fueron otras angustias, competir desde la desigualdad, luchar por mi dignidad. Un día pareció que esos sueños azules se hacían realidad, me había enamorado. Él sería distinto. Me amaba decía,...pero más tarde ya no le entendía, le defraudaba. Todo lo que soñaba lo ocultó su sombra, sus gritos, mis silencios, el brazo en los ojos para no ver. Esos ramos de flores para ocultar golpes y cosas rotos. Reuní fuerzas, marqué, llamé, y rompí silencios y sombras. Hoy he recuperado mi dignidad... y esos sueños azules que creí perdidos.

Víctimas

Un cochazo. Un cochazo conducido por un hombre exitoso y elegante. Una tía despampanante a su lado.

Era uno de los anuncios que más le gustaban a Juan. Le hacía soñar despierto. Llevaba más de tres horas allí sentado con la vista perdida en el televisor. Las palabras de sus mejores amigos eran pura verdad: ella era una guarra, una zorra que lo había dejado por otro y ahora se lo estaría follando una y otra vez. La muy puta. Su madre si que era una mujer; siempre devota a su padre, siempre cumpliendo con su deber.

Juan la encontró sola en su apartamento. Ella lo miró aterrorizada. Él lo comprendió: ella era suya o de nadie. Y así fue.


Tú eres tú y tu vida

Todo está saliendo de maravilla. Ha venido mucha gente, Eva. La exposición ha tenido muy buena acogida. Necesitamos más iniciativas como esta. Te han felicitado por los cuadros, por la recepción de los invitados, por el nombre de la muestra. 'Tú eres tú y tu vida'. ¡Gracias, María! Las pinturas son preciosas. Qué buen trabajo han hecho Carmen y Lydia. Con lo mal que lo han pasado. ¡A ti, cariño! Seguro que se venden todas las obras. Estos niños y estas mujeres necesitan nuestra ayuda. Sonríe, Eva, estás guapísima. Vamos allá.

Viajando

Viajando, veo a una niña feliz con sus padres. Siento alegría. Viajando, chico silba a chica y dice palabras feas. Más tarde, un matrimonio, felicidad verdadera. Viajando, veo a la misma chica, con lágrimas en sus ojos mira su móvil, un mensaje de un chico dice palabras feas, otra vez. Siento compasión. Viajando, otra vez el matrimonio, veo a la mujer con sangre, moratones…muerta, su marido… también muerto. Recuerdos vienen: gritos, insultos, golpes… él me golpea, yo soy ella. Siento tristeza. El tiempo pasa, veo una residencia, una anciana mira el atardecer, un hombre se acerca. Él le ofrece un clavel rojo y una sonrisa, felicidad en ambos. Siento amor, alegría y una esperanza nueva. Sigo viajando.

La bella dama

El rubor de sus mejillas siempre estaba ahí. Tan linda como siempre pero con la mirada asustada. Bella pero triste. Cada noche esperaba impaciente la llegada de su amado. El caballero por y para el cual vivía. El caballero por el que se estremecía, pero no de amor y placer, sino de temor. El caballero de las manos largas, "El Caballero"…

Sus manos sellaban, noche sí y noche también, con color púrpura el rostro de nuestra bella dama. Un color precioso el púrpura, pero feo a la vez. Su significado en la tez de la muchacha simbolizaba el dolor, el miedo y la muerte en vida.

Ella no se rindió, pues al caballero delató y entre rejas terminó.

Maquillaje

No ha sido tan grave esta vez. Un poco más de base y nadie notará nada raro en tu maquillaje más que su simple existencia. Mientras te pintas los labios ensayas frente al espejo la mejor de tus sonrisas.
Te esperan donde siempre y con una alegría desmesurada les dices que hoy follas. No les contarás que lo que quieres de verdad es dormir con alguien que te quite el miedo a besos.
Lo ves a lo lejos y jurarías que te sonríe mientras te acercas con dos copas y un contorneo de caderas. Le oyes reírse. "Menudo maricón". Las lágrimas revelarían tu ojo morado, así que vuelves y saludas a tus amigos con tu mejor ademán de diva.

Pertenencia

Mis pasos acelerados arrancan notas acompasadas al suelo de adoquines. La melodía de cada noche, la que ejecuto durante el camino que separa la parada del autobús de mi casa. Doscientos metros. Una distancia corta que me es agradablemente familiar durante el día pero que, ante la ausencia de luz, se convierte en un espacio de supervivencia que dispara mi adrenalina. Siempre el mismo ritual. Una mano buscando las llaves, la otra asiendo el móvil. Siempre pendiente de cualquier sonido que no sea el de mis pasos. Siempre componiendo la misma canción que me grita que hay quien piensa que mi cuerpo no es mío y que la calle no me pertenece.

Menudo chollo

Salir de tu casa siendo apenas una niña. Dejar tu familia, tus amigas y amigos. Bienes gananciales. Estrenar un piso perdido en una ciudad fantasma. Parir cinco veces «él quiere un niño». Abortar dos «¡No sirves para nada!». Cocinar, fregar... Recibir las primeras palizas... Una mala noticia «joven chico travestido hallado muerto con signos de violencia...»... Otra más «el padre del chico asesinado se suicidó ayer a las...».

Ingresos: pensión de viudedad (fijos) y horas fregando escaleras en negro (variables). Gastos: todos.

martes, 22 de noviembre de 2016

Tronco



Siendo jóvenes cada día me deshojaba, no hacía falta un argumento, él siempre encontraba causa para poder hacerlo, yo, cuanto más lo hacía, más sentía la necesidad de estar a su lado, parecía que esa forma de desnudar mi espíritu me fortaleciera.
En pocos años pasó de deshojarme a ir talando las ramas, primero las más jóvenes, después las más vetustas, todas las que él se había encargado de que estuvieran desnudas, un día, como sin darme cuenta y él tampoco, empecé a talar primero sus ramas tiernas, después también las más viejas, me llevó mucho tiempo, pero llegué a conseguir que solo quedara su tronco.
Entonces arrimé una cerilla y quedó convertido en cenizas. Yo empecé a florecer.

Llamadas perdidas

Marta se volvió a orinar encima ayer. Me llamaron del colegio y su maestra me lo dijo. Es la quinta vez en menos de un mes. Puede parecer algo normal, pero es que mi hija  tiene 10 años. En mi última reunión con su maestra, ella me dijo que tenía que hacer algo con esta situación. Creo que sabe cuál es el problema, pero no se atreve a decírmelo. Cada vez la losa se va haciendo más pesada sobre mis hombros y lo de mi hija no lo puedo soportar.
Durante el tiempo que llevo escribiendo este relato tengo 20 mensajes de texto de mi marido pidiéndome disculpas por lo de anoche.
Ahora mismo lo denuncio.

Sufrir

Ni un triste buenos días. Entra por la puerta de la cocina. Evita mis miradas. Se sienta frente a mí indiferente, con un café humeante entre sus manos. Soy un fantasma que ocupa su mundo. Su silencio me duele tanto que no me permite llorar. Sería imprudente. Temo un arrebato violento si lo hago.
            Su indiferencia duele más que sus golpes. Aunque todavía arde en mi mejilla el último bofetón que me propinó. Los calificativos que me dedica están a la altura de idiota, imbécil, inútil. Recuerdo con pena las palabras tiernas y cariñosas, las dulces caricias, de no hace tanto tiempo.
            Retumban en mi memoria las proféticas palabras de mi madre:
Pedro, hijo, ésta chica no te conviene-.

Solo una forma

“Te amo y no quiero que me dejes, debo infundirte miedo, no dejarte pensar ni actuar, una persona con miedo es reducirla a su mínima expresión, sufre, llora, retuércete de dolor pero serás mía.” Palabras que podrían corresponder al maltratador.
 “Me pidió salir  porque me quería
me casé con él porque me quería
creamos una familia porque me quería
me empezó a tratar como  una mierda porque me quería
me dio la primera paliza porque me quería
me tuve que ir de casa porque me quería
me quiso quitar a mis hijos porque me quería
me mató, me mató porque me quería.”
Estas palabras podrían corresponder al epitafio de una persona maltratada.
Muchas formas de explicarlo, una de evitarlo, actúa.

Cambio de profesión

El padre comenzó a mostrarse muy violento y la niña se interpuso entre su madre y él.
-          ¡Escuchadme! Ya no quiero ser veterinaria. De mayor voy a trabajar de enfermera y de policía.
-          ¿Por qué? –preguntó el sorprendido padre.
-          Para curar las heridas que le hagas a mamá.
El hombre quedó petrificado ante esa respuesta incompleta y la madre abrazó a su hija.

Cuentan que la niña se convirtió en una veterinaria ejemplar. Porque, a veces, nuestras pequeñas intervenciones cambian el curso de los acontecimientos.

Al fondo del pasillo

“Escupo la sangre entre dientes, apenas puedo abrir la boca, lamo mis lágrimas que escurren por  mis labios rotos. El me mira desde su sillón, el gesto imperturbable. Me cuesta levantarme y al hacerlo siento un terrible dolor en el costado, me resbalo con mi propia sangre esparcida por el suelo . Vuelvo a caer, esta vez exhausta y sin fuerzas. Este golpe ha sonado distinto, ya no me duele nada, he dejado de sentir mi propio cuerpo. Me imagino sin color en la piel y siento un pinchazo terrorífico en el alma: llantos tras la puerta del fondo del pasillo, tres voces de tres ángeles que nunca me dejarían sola. No salgáis de ahí, hoy tengo que irme sola.”

Cuenta atrás

En casa somos tres: mi papá, mi mamá, mi hermano Germán y yo. A veces mamá no viene a cenar porque tiene que quedarse en el hospital; entonces yo pongo la mesa para dos y comemos todos en silencio. Después, cuando papá no le ve porque se queda dormido viendo el televisor, Germán me ayuda a fregar antes de reunirnos en su habitación. Allí me cuenta en bajito las historias de un libro muy grande que le ha regalado el abuelo. A mí también me gustaría tener uno. No necesito decirlo, él me enseña a leer en sus páginas brillantes. Y yo siento que ya cuento.



Oídos sordos

Si papá escuchara algo de música sabría que la culpa fue del chachachá. Que para puta la cabra, la madre que la parió. Que no debe controlar su forma de vestir porque es total y que no quiere que la mire, que aún no se ha puesto el maquillaje, je je.

Ahora mismo le dejaría los cascos que siempre me pone mamá… pero el walkman se quedó sin pilas.




La reina sin corona

No me gustan las historias de princesas. Yo vivo en un castillo, con una reina sin corona y un monstruo. Él es el guardián que no deja a la reina salir. El monstruo vive dentro del rey, una maldición dice mamá, y no hay que despertarle. Dice también que debo llamarle papá. Pero yo no puedo, porque siempre oigo cuando el monstruo se despierta, y los golpes que le da a la reina. Por eso perdió su corona. Le voy a hacer una de papel cuando él no mire, para que recupere su fuerza, para que ya no tenga miedo, para que vuelva a reír.
Él a mí me llama princesa, por eso no me gustan las historias de princesas.


Las cosas cambian

La primera conversación que tuvo mi madre con aquella abogada fue como abrir la ventana y respirar aire puro por primera vez. Alguien que le trasmitía confianza para confesarle su sufrimiento de mujer maltratada. La misma persona que apenas unos meses después saldría elegida diputada al congreso y que conocía sobradamente la desprotección que sufren muchas veces las víctimas de violencia de género por parte de las fuerzas de seguridad del estado y la incomprensión social generalizada, comprendía el desasosiego diario por no saber si su marido iba a llegar a casa ebrio y empezarían de nuevo los golpes físicos y maltratos morales. Desde una casa de acogida, donde vive, ahora conoce a alguien que va a luchar por ella



Llámame

Desde mi ventana eras tan delgada que parecía que un viento te movía por toda la habitación. Agitabas los brazos chillando hasta que una sombra con paso firme avanzaba hacia ti y tú retrocedías cubriéndote la cabeza. Luego salías al balcón para fumar o con un pañuelo entre las manos, retorciéndolo con tu dolor y tu odio. Hasta que te vi llorar un día, y tú, por fin, me viste y te avergonzaste. No sé si hice bien dejando ese papel con mi número de teléfono. Hace tiempo que sólo veo el reflejo de mi cara en el cristal.

Alergia temporal

Tengo un jardín lleno de flores que me escuchan. La pequeñez está dentro de cada uno, pero no debí sentirla al lado de nadie. No siempre era mi culpa, he recibido más golpes que margaritas y en todos sitios él siempre trataba de encontrarme. Cuando la compañía te oprime es mejor la soledad. Antes andaba por caminar, ahora camino por vivir; ya no me maquillo, no es necesario tapar las arrugas de tanto sonreír. ¿Quién busca que le humillen? Hasta el Sol se escondía cuando él aparecía. Ojalá me quieran libre… O mejor, ojalá me quiera mía.

Gracias

Me gustaba que me llamara diez, quince, veinte veces al día. Hasta que dejó de gustarme.
Me gustaba que me dijera que ropa tenía que ponerme. Hasta que dejó de gustarme.
Me gustaba que quisiera  estar sólo conmigo. Hasta que dejó de gustarme.
Entendía que me gritara por cualquier cosa. Hasta que dejé de entenderlo.
Entendía que me diera un bofetón, de vez en cuando. Hasta que dejé de entenderlo.
Me creía todo lo que  me decía. Hasta que dejé de creerlo.
Pero llegó un día en el que ya no pude más y fui yo la que grité, insulté y golpeé.
Fui yo, la que huyó buscando ayuda. Y la encontré. Mi familia siempre estuvo ahí, esperándome. 

Antes muerta

Cuando no la conoces, la palabra Justicia te parece hermosa. 
Comisarías sobresaturadas, burocráticos juzgados y abogados aves de rapiña. Eso es en realidad.
Cuando las agresiones se convirtieron en costumbre, acudí a ella; pero habla en latín, y no me entendió.
Y de repente me encuentro con mi marido gritando incoherencias, con un cuchillo en la mano, incapaz de hacerlo recapacitar, porque ni siquiera me presta atención.
Tampoco yo lo escucho: solo veo el acero, que sobrevuela con su amenazador brillo.
Le hablo:
–Suéltalo, cariño, que no pienso denunciarte. Olvidaremos esto.
Y lo digo en serio.
Tiene los ojos inyectados en sangre, tal vez del alcohol.
Veo la duda en su mirada.
Y por fin, toma una decisión.

Amor de género

El 25 de noviembre ella volvió del trabajo y se encontró la casa a oscuras, sólo la luz de unas velas alumbraba el comedor. Sintió una mano en el hombro y tuvo miedo, luego la mano bajó a su estómago y otra apareció por sorpresa sosteniendo una rosa. Un beso le rozó la mejilla y escuchó un susurro que decía: “Has tenido un día largo, vamos a recortarlo”. En la mesa la cena estaba servida y entre los platos había un mensaje: “La palabra golpe tiene 20 significados. El primero es 'Acción de dar con violencia un cuerpo contra otro', y el último, 'Encuentro amoroso'. Ayudemos a darle la vuelta, empezando por nosotros”. Y cada día fue 25 de noviembre.

Elige

Crié a mi hijo bajo la sincera creencia de que siempre podría elegir qué hacer y quién ser. Tiene quince años y hoy eligió gritar y amenazar a su pareja. Le he dejado un mensaje:
Elige controlar a tu pareja y carga con los celos, con las inseguridades y las reticencias. Elige anularla y aislarla y piérdete la oportunidad de conocerla y quererla. Elige insultarla y denigrarla y aliméntate a diario de odio, rencor y desprecio. Elige violarla y desecha su amor. Elige golpearla y sé un mal tratador. Elige matarla y se acabó. Elige el odio y olvídate del amor. Elige el amor y olvídate del odio. Respeta, empatiza, ama e, hijo mío, agranda el alma. 

Sueños rotos

Después de una tarde feliz, vino el anochecer sombrío y triste. Aquel niño en el parque sintió la amargura y el dolor del cinturón chocando contra su cuerpo. El niño viviendo en primera persona, lo que tanto le toco vivir a su madre, avergonzado y hundido en su dolor, viendo como su propio padre le maltrataba delante de sus amigos. En público. Se preguntaba, ¿Donde están mis sueños de infancia? A lo que la realidad le respondía, ¡Despierta! , tus sueños se quebraron. Entonces el niño fue creciendo con la muerte de una esperanza, con un corazón partido y aquel niño no supo amar, hasta que ...

Y te sientes cada vez más pequeño

Fulanito siempre buscaba excusas para que "su" chica no pudiera hacer amigos, y la amenazaba, aunque después se sentía absurdo y pequeño. Un buen día tuvieron que ir a una boda y ella decidió demostrarse a sí misma que podía tener muchos amigos y amigas y que no necesitaba para nada a Fulanito. Le salió redonda la jugada: tuvo gran éxito social y al final de la boda decidió irse a vivir temporalmente con una antigua amiga que se ofreció para ayudarla. A las pocas semanas se encontraron por la calle y sólo se reconocieron por fuera: porque por dentro él se sentía muy pequeño y ella muy grande.

El egocentrismo ciega

Clara era la única culpable de esto. Se vestía con escote cuando quedaba y se quejaba de la infinidad de hombres que querían invitarla a una copa. Cuando esto  ocurría yo sólo me preocupaba, señor agente, e intentaba darle un escarmiento para que la próxima no sucediera.

Fíjese en que a pesar de sentirme como el segundo plato, la seguía amando muchísimo. Y me sentía así porque salía de fiesta con sus amigas en vez de salir conmigo. ¿No se daba cuenta de que yo no quería estar con ellas? Son personas tóxicas.

Soy totalmente inocente, no sabía que estaba tan débil. Estaba enamorada de mí,  se lo aseguro, se engañaba a ella misma. Yo solo intenté abrirle los ojos.

El chal

Leire se ajusta las medias y sube sobre el vertiginoso tacón de sus zapatos rojos.
Se pone el chal de su abuela a modo de bufanda, y antes de salir deja caer tres gotas de perfume: una en el pecho, y otras dos en las sienes.
Llega al bar y a los quince minutos está en el baño sentada a horcajadas sobre la polla enhiesta de David.
No se besan. Leire se corre, David no puede. Insiste en acabar. Leire no quiere. Se levanta de su montura y antes de salir por la puerta se retoca el maquillaje.
David sale del baño.
- Puta - Le susurra al pasar.
Ella levanta la copa al cielo y brinda por su abuela.

Pesadilla

- Cariño, ¿duermes?
- Hasta hace diez segundos sí, ¿qué quieres?
- He tenido una pesadilla. Soñaba que dejabas de amarme, que me gritabas y me pegabas. Nunca imaginé que te pudieras comportar de esa manera conmigo.
- Solo era un sueño, duérmete.
- Creo que ya no voy a poder hacerlo.
- En serio mi vida, es solo un sueño, yo nunca podría hacerte daño. Vuelve a dormirte y, si vuelves a soñar, intenta no despertarte. Continúa en la pesadilla y no dudes en agarrar el teléfono y denunciarme.
- ¿Denunciarte?
- Sin dudarlo ni un momento. Mañana cuando despiertes estaré a tu lado abrazándote. Buenas noches cielo.
- Buenas noches cariño.

Alzar el vuelo

Me siento vacía, lastimada, derrotada, sin camino, sin palabras…

Oigo tus pasos en la lejanía y tiemblo de agonía,

mis lágrimas se asoman y mi ser no se fía,

comienza la batalla, mi paz es utopía.

No me chilles, susúrrame bellos versos al oído,

no me golpees, acaríciame y sé agradecido,

no me menosprecies, valórame como es debido,

no me hagas llorar, regálame un beso merecido.

Mi corazón solloza, mi alma está mutilada,

me has dejado una huella muy marcada,

me siento humillada y maltratada.

Soy consciente que esto no es amor,

lucho por escapar de este acosador,

alzo el vuelo y me lleno de esplendor,

en el horizonte veo un mundo de ilusión

lunes, 21 de noviembre de 2016

Ni una más

En el morado de sus ojos, hoy reivindica su libertad encabezando la marcha del 25 de Noviembre, ella que se dijo ¡Basta, ni una más! y marcó al 016, ese numerito tan grande que la ayudó a nacer, a poner fin a esa agonía de maltrato constante, de vejaciones impropias de un amor sano. ¡Ni una lagrima más por un golpe de aquel que se creyó ser amo!


Mi carta

Me llamo Teresa de Jesús, y suplico ayuda a todos los lean esta carta o puedan leerla, que sepan la verdad de mi vida. Una de humillación y sufrimiento.

Me cuesta mucho escribir y mis letras son feas, más les pese a muchos jamás me rendí a ser una analfeta. No soy menos que vosotros.

Me llena de vergüenza que leas mi carta, más escondida entre los cálidos fogones del puchero es la única forma que tengo de escapar de sus palizas y sus vejaciones.

Me odio por ser cobarde, por ser débil. Pero con esta carta te fulmino, te elimino. Ya vienen por ti, alguien respondió a mi llanto. La victoria es nuestra.

Café caliente

Otro día me levantaré sin hacer ruido; que los niños no protesten, por favor, pantalón de chandal, zapatillas de deporte, sudadera ancha, bien ancha, maquillaje justo para tapar; que los niños no se den cuenta, nada de perfume, silencio, todos en silencio, a ver si hoy lo consigo, que nadie moleste, que no despierte. Saldremos justos para ir y venir al colegio, no tomaré café con ellas, hoy tampoco, no vaya a ser que luego se lo cuenten; tengo que comprar, será sólo entrar y salir, que nadie pregunte, por favor, que nadie me pare en la calle; cuando se levante tengo que conseguir estar de vuelta, con el café caliente como a él le gusta...

Jaque mate

La niña movía ficha con mano temblorosa. Ponía todo su empeño en concentrarse pero, era imposible. El sonido de los golpes, gritos y el llanto de su madre le llegaban con una nitidez fría, cruel.

Cuando todo hubiera pasado, saldría de la habitación y los tres cenarían en silencio.

Al fin, logró acorralar al jugador imaginario con quien compartía estas horas amargas.

_ Jaque mate. Susurró.

Empujó con el dedo índice la figura del rey que se desplomó sobre el tablero.

Fue como un resorte. Ahora sabía lo que tenía que hacer. Alcanzó el teléfono móvil y marcó el 016.

Atrapada

Caía la noche. Un click en la puerta, suave, silencioso, igual que el de un depredador que acecha a su presa. Mario regresaba, vestido de etiqueta, con esa imagen impecable que cautivaba a todo el mundo. Los moratones de la noche anterior continuaban en mi cuerpo, si cabe más visibles. Sentí una necesidad imperiosa de escapar, de evitar el pánico que producía en mí su presencia. Cogí el teléfono y me encerré en el baño. Unos pasos se aproximaban a la puerta. Por un instante sólo oí un jadeo. Cerré los ojos. Sabía que continuaba allí, percibía su perfume en la distancia. Al día siguiente, inmóvil, amanecí acurrucada en un rincón. El peligro había desaparecido, no la sensación de repugnancia.       

No llames, ven

Llamé a mi madre. Su tono dolido evidenciaba una reciente discusión conyugal. Me debatí entre mi deber de interesarme por ella y el dolor que me provocaba escucharla hablar de mi padre en aquellos términos, aunque para entonces yo le quería tan sólo por costumbre.
Comentamos acerca del nuevo párroco y del tiempo, mientras nuestras mentes iban por otros derroteros. 
La llamé más tarde, preguntando por una receta suya, y también después, fingiendo que me había equivocado, para comprobar así, con alivio, que seguía viva. 
De noche no conseguía dormir. Él probablemente habría bebido de más. Ella estaría sola y triste pasando el tiempo frente al televisor. O no. La escena podía ser otra. 
Llamé de nuevo, pero nadie contestó. 

Orden de alejamiento

Lo identifiqué entre la multitud antes de que comenzara la prueba. Cuando anunciaron el inicio de la carrera, y todos nos agolpamos en la salida, noté su aliento especialmente cerca, pero no me giré a comprobarlo. Mi cuerpo estaba concentrado y tenso. Salimos en tropel. Los participantes ya habían tomado su espacio, pero él me pisaba los talones; no era la primera vez. Por megafonía anunciaron que la carrera estaba a punto de finalizar. Varios policías, camuflados entre los corredores, lo rodearon y lo acercaron discretamente a un coche policial, mientras le leían sus derechos. Respiré aliviada y entristecida a la vez, al darme cuenta de que el miedo había sido el artífice de mi proeza.

Atrapada

Estoy harta. Cada día lo mismo. Llega a casa y hace conmigo lo que quiere hasta que se aburre. Siento que sólo juega conmigo, y eso no está bien. Se cree que puede contentarme con estúpidos regalos y horribles vestidos, pero no lo soporto más. Lo tengo decidido. Mañana en cuanto abra las habitaciones, cogeré impulso y saldré por fin de esta maldita casa de muñecas. 

Verguenza

Ya no me duele ni me apena, sólo me da vergüenza. Porque me lo has arrebatado todo: las ganas de vivir, la juventud y hasta la salud. Me has despojado de alma y sólo has dejado un cuerpo magullado. No soy más que una pizarra en la que dibujas muescas, un espejo roto que refleja mil veces tu ira. Era una mujer y ahora soy sólo vergüenza.

Pero esto se acaba aquí, se acaba ahora. He buscado en toda la casa y no he encontrado el documento que te acredite como mi dueño. No existe. No soy una planta, ni una mascota, ni una lámpara que estrellas contra la pared.

Soy una mujer. Y vergüenza debería darte a ti.