Cogí la puerta y me fui. Y dejé atrás muchas cosas. Algunas buenas, la gran mayoría malas. Y el portazo resonó en todo el edificio, en todo el vecindario, en toda la ciudad, pero sobretodo en mi cerebro. Retumbó y retumbó, y parecía decir "bravo". Parecía que hasta la puerta me daba la enhorabuena, que reconocía mi acto de valentía. Decidí empezar una nueva vida, rodeada de mi familia y amigos, de gente que me quería de verdad, no que su boca dice una cosa y sus actos revelan todo lo contrario. En el portal ya estaban mi hermana con su coche y su sonrisa y mi madre con sus brazos abiertos, esperándome únicamente a mí.
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