Vivía en la habitación con sus dos hijas, convivían en la cocina y el baño con otras dos mujeres más que a la vez vivían con sus respectivos hijos. Pese a compartir las baldas de la nevera, el suavizante de la lavadora y los pelos de la ducha eran muy felices, nunca lo habían sido tanto. El alcohol, los insultos y los golpes ya no acompañaban las cenas y los niños volvían a sonreír. Vestían de corto de nuevo y se volvían a maquillar. Despertaban cada mañana en las cuatro paredes del piso tutelado, el edén que nunca les dejaron soñar.
La Concejalía de Servicios Sociales, Mujer e Igualdad del Ayuntamiento de San Javier te anima a participar en el concurso que convoca. Así mismo abre un espacio creciente de microrrelatos contra la violencia de género para su lectura. Participa y difunde.
jueves, 20 de noviembre de 2014
La mirada final
Lo peor no fueron los gritos, apenas los oía, lo peor fue su mirada, sólo vio en ella violencia y una promesa oscura pero cierta.
Luego vio a su hija, con los ojos arrasados por el miedo, parada en un charco de orina que el miedo liberó.
El último recuerdo que le quedó de aquel momento fue su propia imagen reflejada en el espejo de la entrada mientras se iba, sujetando en brazos a su hija y allá en el fondo reflejada en su propia mirada y creciendo por momentos vio la decisión, la decisión simple y valiente de que aquello no se volvería a repetir jamás.
Un peldaño más
Su infancia de pistolas, ajedrez y tebeos murió al menstruar. Hija de padres liberales, se convirtió en esposa de un hombre amante de sus curvas, no de sus neuronas. ¡Qué mal sobrellevó, pobrecillo, que la desfigurara un cáncer! No quedaba bien en las fotos, tan flaca y calva. Los niños, dos hijos varones, prefirieron cobijarse en el vigoroso espejo del padre alto, fuerte y sano. Ella, abandonada, con la única compañía de su fiel pequinesa, peleaba por vivir. Él cada día regresaba más tarde a casa, exhalando perfumes desconocidos; ella, desconcertada, escapaba al sofá. Los chicos, adultos ya, siguen sordos, escépticos ante "el abandono es un peldaño más en la violencia de género", que ella, por teléfono, les recalca inútilmente.
El auge de la flor
Sus preciosos ojos habían perdido la vitalidad que conseguía asemejarlos a una de esas verdosas esmeraldas, que relucen inalcanzables tras el escaparate. Las antaño cálidas y sonrojadas mejillas se volvieron frías y moradas al compás que se bañaban en caudalosos ríos cristalinos, los cuales desembocaban en unos carnosos e inertes labios. En ellos discurrían el miedo y el dolor que aquel inhumano monstruo le ocasionaba. Harta de tal situación, decidió actuar y apartarse del camino que años atrás decidió cursar junto al impostor. Con el tiempo, sus ojos volvieron a lucir destellantes y su sonrisa abandonó el manto del olvido. La flor volvió a florecer rebosante de hermosura, aquella que nunca hubo de haber perdido.
Náusea
El bebé me acercaba a ti. Cuidaba esa criatura que te había desterrado al otro lado de la cama y hecho de tu sexo un nudo, a deshacer en una cuarentena, que se alargaría varios meses.
Aprovechaste mi veneración inocente de aquella cuna para penetrarme; yo no era un bebé, era una niña. Solo. Aún.
Esa niña todavía siente el vómito que tus dedos provocan, y denuncia con ríos de bilis macerada tu ser despreciable.
Regurgito coraje al contemplar tu impune vivir.
Hoy, la niña te acusa porque duda si el bebé también calla.
El príncipe azul
-El príncipe azul no existe –decía un psicólogo en la televisión.
Me quedé petrificada. Tantos años esperando y resultaba que no existía.
- Nos mienten -continuó-. A las niñas les dicen que un hombre las liberará de su cautividad y a los niños nos convencen de que, algún día, seremos ese príncipe azul perfecto y eterno que ellas esperan. Nos frustran a ambos.
Las palabras se quedaron atrapadas en mi cerebro como una triste revelación.
Pobre Julián, pensé. Así que eso es lo que le pasa. Así que esa es la razón por la que actúa así.
Acaricié mi pómulo –tumefacto, amoratado, dolorido- y, llena de tristeza por mi pobre Julián y por mí, lloré.
Me quedé petrificada. Tantos años esperando y resultaba que no existía.
- Nos mienten -continuó-. A las niñas les dicen que un hombre las liberará de su cautividad y a los niños nos convencen de que, algún día, seremos ese príncipe azul perfecto y eterno que ellas esperan. Nos frustran a ambos.
Las palabras se quedaron atrapadas en mi cerebro como una triste revelación.
Pobre Julián, pensé. Así que eso es lo que le pasa. Así que esa es la razón por la que actúa así.
Acaricié mi pómulo –tumefacto, amoratado, dolorido- y, llena de tristeza por mi pobre Julián y por mí, lloré.
La decisión
Me encerré en mi dormitorio, lo hacía cada vez que él volvía ebrio, me sobresalté con el estruendo de los platos al romperse, el sonido de los golpes eran cada vez más fáciles de identificar para mí, una cachetada, una patada, las lágrimas recorrían incontrolablemente mis mejillas, mi madre suplicaba que se detuviera, pero él no lo hizo. No podía permitirlo más, tomé una decisión, salí agachado de mi cuarto, mi corazón latía agitado, me arrastré hasta la habitación de mis padres y marqué el 112, armándome de valor me dirigí hasta el salón, y con el teléfono aún entre las manos grité - La policía está en camino! - él me miró rabia, cogió su chaqueta y se marchó.
Culpable
Lo amaba más que a nada en el mundo. Por eso no conseguía entender por qué.
Le dediqué los mejores años de mi vida, mis esfuerzos, mis ganas de vivir, de amar, de ser. Era el motivo por el cual me despertaba cada mañana con una sonrisa. Era mi luz. Una luz que se fue apagando con cada enfado, cada mala mirada, cada desprecio, cada humillación, cada insulto, cada golpe...
Al principio pensé que la culpa de todo era mía por no ser como él deseaba que fuera, pero con el tiempo comprendí que de lo único que era culpable era de que lo amaba.
Él
Ella yace en una cama de hospital. Él entra con un ramo de flores. Él le coge la mano, le dice que lo siente, que la ama, que no volverá a ocurrir, que no sabe qué le pasó, otra vez que la ama. Ella no puede hablar, pero una lágrima sale de su ojo amoratado y se desliza por su mejilla hinchada. Él le pide otra oportunidad. Ella compone un extraño rictus con sus labios rotos y parece sonreir. Él le pregunta si decía en serio que le denunciaría. Ella niega apenas con la cabeza. Él sale de allí aliviado, aunque enseguida se enfurece: gracias a esa inútil tendría que comer varios días seguidos en casa de su madre.
Tu y yo
Yo, acurrucada encima de mi cama abrazada a un cojín. De lejos, caprichosamente suave se escucha una de mis piezas de piano favoritas. Por encima, con voz poderosa, los insultos, amenazas, voces y golpes a los que estamos ya acostumbrados.
Hoy, como casi todos los días, lo único que hay en nuestra casa son gritos, dolor, humillación, miedo, sumisión. Y no puedo vivir así, no debo vivir así.
Yo, a mis once años de edad, tengo que levantarme de la cama, tengo clase de piano dentro de un rato. Mi padre me obliga a ir.
Salimos de casa.
Mañana, mi madre y yo, conseguiremos dejar atrás todo esto y dejaremos de ser dos mujeres maltratadas.
¿Sería capaz?
Llegó a la puerta de comisaría sin saber cómo. Sus pasos habían ido sin un rumbo fijo, al menos de forma consciente. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Iba a denunciarle? No. No sería capaz. Ella le quería. Le quería… Le quería. Se había casado muy enamorada, aunque la ilusión duró poco. Exactamente hasta que llegó la primera bofetada, en la luna de miel. Un golpe que le marcó la cara, pero… más le marcó el alma. A partir de ahí… vinieron otras muchas. Volvió a mirar el cartel: "Comisaría". ¿Sería capaz de denunciarle?. Le quería. Le quería… ¿Realmente le quería? Bajó la cabeza. Abrochó su abrigó y abrió la puerta. Si. Definitivamente había era capaz de denunciarle.
Descansar
Tirada en el suelo de la cocina Cristina consiguió abrir los ojos, aunque una parte de ella deseaba no volver a hacerlo nunca. Mantenerlos así, cerrados; para siempre. Morir, dormir. Cada noche esa idea volvía a ella como una ola dorada y cálida, ofreciéndose como un refugio, un lecho eterno en el que poder descansar. Podía hacerlo, era tan fácil... Pero al final Cristina siempre lo rechazaba. Las cosas iban a cambiar, debían hacerlo. Se levantó del suelo ayudándose con las manos, ignorando las punzadas de intenso dolor que sentía en diversas partes del cuerpo, como si la pincharan con agujas al rojo vivo. Como pudo, se dirigió al dormitorio. Solo pensaba en dormir. Estaba tan cansada, tan cansada...
La liberación
"…el drama surge de forma silenciosa, sin testigos. Todo se inicia con un mal gesto que va repitiéndose con mayor asiduidad. Después, se suceden los desplantes, la comunicación es unilateral y por último se instaura en el domicilio conyugal la presión psicológica. No sabe a qué atribuirlo, su ansiedad iba en aumento. Su matrimonio era normal hasta no hace mucho tiempo, y ahora se sentía como algo inútil e inservible, con una carga emocional negativa que incluía el miedo a realizar cualquier acto por más nimio que este fuera. No merece la pena vivir de esa manera –pensaba-, hasta que un día toma conciencia del problema y decide acabar con su sufrimiento: rompe el silencio y denuncia".
Retrografía
La sangre derramada vuelve a entrar en su cuerpo, los hematomas pierden su tono violáceo y la carne hinchada recupera su rosado color. Los días retroceden, las noches en blanco se tragan pesadillas y devuelven sueños. No hay golpes, ni violencia, ni bofetadas ni gritos. Vuelven caricias y besos para tapar recelos y mentiras, miedos y angustias. Se ve a sí misma en el altar de aquella iglesia con ojos cargados de ilusión. Siente el roce del anillo en su dedo y una voz pregunta si quiere casarse con ese hombre que la sujeta por las manos. Y el "sí, quiero" se le desliza garganta abajo, muy adentro, para no volver a salir.
Fuenteovejuna
El sábado internaron a China por su cuarta "caída por las escaleras" del mes. El domingo apareció un grafiti en su puerta "Benito, maltratador". El lunes su coche paseaba el rótulo "Maltratador a bordo". El martes fueron las octavillas "Benito pega a su mujer ¿Lo haces tú?". El miércoles tocó a los comercios "Yo no compro donde los machistas" y los bares "Aquí beben los machistas antes de pegar a las mujeres". El jueves fue el buzoneo nocturno "Andar con violentos es apoyarlos". El viernes los comerciantes del pueblo pusieron los avisos "Reservado el derecho de admisión". El sábado después del partido atracadores enmascarados apalearon a Benito, quien no pudo identificarlos. El lunes cuando China regresó Benito ya no estaba.
Mujeres en la Historia
Pudo más la costilla que vosotras. La fábula de vuestra lengua de sierpe que vosotras. Más la manzana y la culpa y el éxodo que vosotras. A pesar de que vosotras erais la semilla… incluso de fábulas, sierpes, manzanas, culpas y éxodos que todos, vosotras y nosotros, hemos gozado por los siglos de los siglos. Pudieron más los mitos porque los relatábamos nosotros y no vosotras. Mientras nosotros contábamos, vosotras escuchabais. Mientras nosotros inventábamos, vosotras creíais. Mientras nosotros guerreábamos, vosotras nos sanabais. Por eso, llegados a este punto, curados ya de fábula, de culpa, de éxodo y espanto, somos iguales por el convencimiento aplastante de que esa historia que os contábamos no era más que una parte de la Historia.
El vestido de Marta
Marta siempre se excede con la sombra de ojos, pero hoy lleva unas gafas oscuras que ocultan su mirada triste. El pintalabios de extiende más allá de sus labios. Varios tatuajes morados recorren su cuerpo, aunque los oculta bajo varias capas de ropa de la temporada pasada. Por su forma de caminar parece haber sufrido una mala postura, pero eso no impide que hoy se atreva a salir de casa para pedir ayuda. Marta no quiere aceptar su realidad, pero ha decidido afrontarla de otra manera y buscar un vestido mejor, el que le cambiará la vida.
No sólo duelen los golpes
No sólo duelen los golpes.
Soy un ser precioso, increíble, pero frágil. Como las alas de una mariposa, eso dijeron. Tengo talentos naturales, esa suavidad, esa comprensión, esa habilidad para cuidar y dar cariño. Pero no la fuerza, ni la voluntad; eso es coto privado de otros. Yo soy bella, y comprensiva, y frágil, y necesito que alguien me cuide para no ser una mariposa en una tormenta. Pero nadie nace débil. Cuando cedemos la fuerza cedemos la libertad, y entonces nuestra integridad depende sólo de la buena voluntad de otros. Entonces el nudo corredizo se cierra.
Siempre he pensado que la sangre tiene un sabor salado. Como las lágrimas.
Dibujos animados
La noche del viernes me permiten ver una película de dibujos. Para evitar que escuche la bronca habitual. Pero los insultos se filtran, como huéspedes no deseados. Tengo prohibido salir de la habitación. Antes lloraba, por mimetismo o para solidarizarme con ella. Deje de hacerlo: la mano de padre es dura y pega fuerte. Al principio subo el volumen, pero acabo por poner la oreja, dejando que las palabras y los gritos ensucien la noche. Una pesadilla repetida, a la que no me acostumbro. En cámara lenta, imagino la caída de madre contra el suelo, precedida por unos golpes sordos, un grito ahogado y un no acabar de insultos. ¡¿Por favor, podría alguien cambiarme el programa?!
¿Por qué me pegas?
Dos jóvenes enamorados se estaban besando en un banco. La chica saluda a un chico muy guapo efusivamente y aparta su boca de su enamorado. Este sin mediar palabra le da una bofetada.
- ¿Por qué me pegas? -dijo la chica llorando, con más dolor en el corazón que en la cara-
- Por saludar a otro chico mientras me estás besando. -dijo alterado-
- Es mi hermano.
- Perdóname no volverá a suceder.
El novio le rogó insistentemente que lo perdonase, incluso con lagrimas en los ojos. La chica lo perdonó. Diez años mas tarde el hombre ya casado mató a su mujer. Mujer no perdones ni un solo golpe, las consecuencias pueden ser fatales.
Nunca más
Fue un día cualquiera aunque no recuerdo el motivo. Me golpeó cruelmente, mientras dejaba tan maltrecho mi orgullo y autoestima, que ni el mismísimo Dios hubiese sido capaz de recomponerlos. Después, salió dando un portazo.
Sola, desamparada, sin saber que hacer, lloré como nunca antes lo había hecho.
- "No le obedecí, quizá fue mí culpa", me recriminé...
- "Últimamente bebe demasiado", le justifiqué...
- "Seguro que no lo hará más", me engañé...
Cuando por fin cesó el frenético parloteo de las mil y una absurdas aturdidoras excusas que embotaban mí cerebro, sentí un gran vacío; luego una tranquilizadora paz llenó mi alma...
Definitivamente la justicia había vencido al miedo. Grité...
¡No más pretextos!...¡no más mentiras!...¡no más silencio!... ¡nunca más!.
El comienzo
Aquella mañana tuvo la certeza de que todo había llegado a su fin. Después de veinte años de relación había tocado fondo y sintió en lo más profundo de su alma la más absoluta derrota. No se paró a pensar ni un instante y con la inquebrantable certeza de que no había otro camino abrió la puerta y dejó que el viento le abofeteara la cara. Caminando hacia la estación observó todo como un niño descubriendo el mundo. Jamás había tomado una decisión con tanta determinación. Habían sido necesarios tantos años para aprender, le quedaba un largo camino y solo había dado el primer paso. Subió al tren y se fue de allí para siempre.
Tras cada puerta'
22:25 Dos mujeres lloran, violeta en sueños y hada con los suyos rotos.
22:15 Las dos se cruzan en el portal.
22:10 Acaba de ver como su madre muere cansada y derrotada por el intenso ''amor'' de su padre, y ella ya no será más una niña columpiándose por mucho que note el frío aire y sus lágrimas acuchillando su cara, por mucho que quiera sentir que alcanza el cielo y vuelve a acurrucarse en el pecho de la que le dio la vida y oiga una vez más: - Tranquila mi niña, mañana será otro día y se habrá calmado la tormenta.
22:15 Violeta vuelve a casa, él tiene razón, iba provocando, la falda era muy corta.
22:14 Hada huye.
Derrumbe
Me empeñé en ti, en nosotros. En huir hacia adelante, en pasar por alto los indicios. A partir de lo poquito que me mostrabas, te fabriqué a medida en mi cabeza. Veían la mejor versión de nosotros. La versión que yo quería mostrar. Éramos la pareja ideal y por un momento, hasta lo creí.
Han pasado un par de semanas, y los días se acumulan en mi cabeza. Se revuelven, se mezclan, se enredan en un continuo sin principio ni final. Me dolía quererte, y me duele tu ausencia. Pero sé que he hecho lo correcto, y aprenderé a vivir sin ti. Aunque tu ausencia me duela, y mucho. He pagado cara mi deuda y por fin, soy libre.
El mejor regalo
Desde que papá se fue, mamá ya no se esconde en el armario de los juguetes, no
se le cae la taza de las manos ni anda zigzagueando por las habitaciones.
Pronto será mi cumpleaños y los abuelos me han prometido que vendrán a mi fiesta.
Tendré una tarta enorme y quizás muchos regalos pero para mí el mejor de todos será esa foto donde aparecemos juntos soplando las velas.
Sin tatuajes
Ella no tenía tatuajes, tan sólo eran las cicatrices de una vida cruel que, por vicisitudes del destino, había escogido ella misma. Su principal error fue vivir en uno de esos lugares donde el machismo era el tinte bajo el que se medían todos los actos de las mujeres. Y en ese pueblo de únicamente cinco viviendas, quien se salía de los moldes, así que era mejor callar y otorgar, renunciando incluso a la vida misma, a la personalidad.
Ante la incapacidad de rebelarse, Olvido se resignó. Que si él deseaba la comida a una hora, pues se la hacía, que si él no le daba dinero, era para que no lo malgastase, y no había más.
Después del NO
A María le habían explicado bien cómo decir que no, pero no le hablaron claro sobre qué hacer cuando después de decir "no", él no hacía caso, e ignorando su voz y sus gestos, continuaba.
Así que volvió a decir "no", pero él no paró tampoco. al tercer "no", él rió: "Me gustan las difíciles".
María no volvió a hablar; lo apartó de sí, empujándolo. Él cayó hacia atrás y ella corrió. No le dio tiempo a ver cómo un charco de sangre crecía lentamente alrededor de su cabeza, sobre el bordillo de la acera, goteando en el asfalto.
Cambiando golpes por las caricias...
Necesito creer que aún me tienes respeto, que los golpes no callan las palabras, sino que camuflan la cobardía de un hombre que se siente fuerte ante la debilidad. Y si me respetas te invito a pasear por los atardeceres de la vida, a asomarnos juntos a las puestas de sol, a abrigarnos en los inviernos de frío, a sonreír atravesando los malos momentos. Te invito a un viaje de sorpresas, de rabietas y manías, a vivir sensaciones y locuras. Al tiempo del transcurrir de poetas, repletos de palabras que viajan venidas de mil y un mundo, inspiradas en musas, a veces en penas. Te invito, en este nuestro viaje, a descubrir el amor.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Ponte en la piel
Sentía a cada momento el dolor de los golpes que ella le daba. Tenía miedo de hablar, de moverse. Le tenía totalmente acorralado: elegía su ropa, sus amistades… controlaba su vida por completo porque él no servía para nada. Atemorizado, no podía pedir ayuda. Si decía algo, sabía de lo que ella era capaz. Además, ¿quién más le iba a querer?
Sonó el despertador. Despertó e increíblemente, se dio cuenta de lo que había estado haciendo. Decidió dejarla libre, marcharse y no volver nunca más. Nunca se había parado a pensar en lo que ella podía sentir.
Torta de maiz
Con
escaso y tembloroso hilo de voz ha pedido pan. Por respuesta obtiene
una mirada hueca. Después ha implorado agua. La respuesta,
otra mirada, fría. Replegada sobre sí misma sabe que ellos no la
dejarán salir de allí; que vendrán cada noche…
Cierra los ojos y sueña con el aroma de una torta de
maíz. Es pequeña. La llaman. Está comiendo sentada en el regazo de
su madre…huele tan bien ese maíz
¡No te hagas la dormida, zorra!
Es tarde para recordar los recuerdos caducados
Hoy quería decirte que los golpes ya no me duelen, que las palabras ya no se me clavan y que en mi almohada ya no hay rastro de ti. No fuiste tú, fuimos nosotros. Tus besos ya no me llenan, tus caricias ya no me atraen, la piel no se me eriza, ahora ni siquiera me dejan respirar. Ya no siento el calor, ni el dolor. Pero he sabido separar ese nosotros en un tú y yo. Una lástima que no fuese a tiempo para evitar que solo pudieras continuar tú, sin mí.
Mujer fatal
Él siempre la había considerado una mujer fatal. Entiéndase fatal lejos de la concepción tradicional machista de mujer cuyos poderes de seducción son tan preeminentes que enloquecen y desgracian a hombres aparentemente honrados. No hablamos de eso, no.
Él la creía mujer fatal porque todo lo hacía rematadamente mal. Cocinaba fatal, cantaba fatal, organizaba fatal, besaba fatal. Pésima consejera, peor amante, un desastre con los números, un despropósito con las letras. Sin gusto en el vestir ni maña con las herramientas. Lenta en informática, sosa en baile, negada en idiomas, nefasta en deportes.Y, sin embargo, era suya. Jamás la dejaría marchar.
Feroz
Me ha vuelto a pegar. Tiemblo. Jadeo. Lloro. Noto los latidos del corazón en las sienes, palpitando con ferocidad. Y es que mi corazón es feroz. Como él. Me miro en el espejo. Suspiro. Me armo de valor y abro la puerta del baño. Me encierro entonces en mi habitación y empiezo a preparar la maleta. Me dirijo a la puerta de salida. "¿Dónde te crees que vas?". Mi corazón es mucho más feroz. "No pienso volver". Me agarra con brusquedad. Me escapo. Corro. Me persigue. Me escondo. Cuando él sale, le golpeo la cabeza con un palo de madera. Se desploma y sangra. Voy a la policía. Lo denuncio. Pero no es suficiente. Otras mil fieras acechan su presa en cualquier hogar de cualquier rincón del mundo.
El cristal de la derrota
Seguía crispado y la fiereza de su mirada le asustó. A él, sí a él, le asustó.
Después le dije que, como un boxeador ante el saco de entrenamiento, golpeara al aire sin dejar de pestañear ante el cristal. Fuerte, más fuerte. Como había hecho con ella unas pocas horas antes.
Le quitaron las esposas y desató la ira en sus puñetazos a la nada, hasta que se agotó.
Luego, se desplomó llorando.
Su cansancio era, y fue, mi victoria.
Y su derrota más que nunca era una cama de hospital donde ella a duras penas malvivía.
La presencia de mi ex
Gracias a la vida que, hace muchos otoños, me dio fuerzas para llegar con mis hijos a este lejano lugar, que resultó adecuado para lamerme las heridas, recomponerme y para que ellos tuvieran una cotidianidad tranquila. Gracias por permitir que abandonara la humillación, el servilismo y tantas cosas que no he querido recordar. Gracias, porque en esta ciudad partiendo de cero, y solos, nos hemos forjado una nueva vida. Y por suministrarme el esfuerzo para lograr ser una mujer resistente y completa.
Pero cuando todas las noches atranco la puerta, echo la llave de seguridad, cierro los dos cerrojos y mis ojos, la vida, no me ha dado el poder para que él, no se cuele en mi sueño.
La mirada
Me tienes que mirar a la cara. Levanta la vista. He venido a verte para que me escuches, pero sobre todo para que me veas, para que contemples tu hazaña. No me he atrevido a venir sola. Mejor dicho, sí me atrevía, pero no he podido hacerlo, mi padre no ha querido dejarme, me ha acompañado hasta aquí y se ha quedado fuera. Mi madre está esperándonos en casa con la niña. Ella llora y te llama. Es muy pequeña para entenderlo. Mírame. Sé que no lo estás haciendo. Aún veo algo con el otro ojo. El derecho lo he perdido para siempre.
Bofetada
-Y lo peor de todo es que me ha pegado una bofetada sin que yo haya hecho nada para merecerla.
Al escuchar sus últimas palabras, desbordadas ya por un sentimiento de congoja, y tras la cuales ella se echó a llorar de manera desconsolada, noté cómo mi cuerpo era arrasado por una triste sensación de vergüenza entre la que se abrió paso la rabia ante la brutal evidencia de que un hombre hubiera sido capaz de hacer crecer en una mujer, en su esposa, la creencia de que podía merecer ser maltratada. Sentí que la cruda realidad me estaba intentando dar una sonora bofetada. Alcé mi mano y mi voz para pararla antes de que fuera demasiado tarde.
Fénix
El humo raspa mi garganta. Aquí fuera veo como todo arde con mi niña en brazos. De lejos las luces de camiones y coches se acercan con sus aturdidoras sirenas, pero yo sólo siento el viento que levanta las hojas otoñales, el viento que advierte al mundo de mi libertad.
Empezó poco a poco, yo lo quería y él a mí, o eso me hizo pensar pero todo cambió. Empezaron las discusiones, los desprecios, los insultos, los ataques y hoy, llegó el límite. Estaba dispuesto a matarme, lo veía en su mirada. La ira lo cegaba, acabó quemando nuestra casa con él dentro y conmigo, lo intentó. Ahora simplemente quedan cenizas manchadas de sangre y recuerdos que no quiero.
La pesadilla
El puño se acerca a gran velocidad a su rostro y descarga toda su fuerza contra la mejilla. El dolor es intenso, superior al producido por los anteriores golpes; se le nubla la vista, pierde la consciencia y cae al suelo. Ya no siente nada cuando recibe una patada en las costillas.
La oscuridad, el silencio.
Cuando despierta el corazón se le dispara, acelerado; y corre a mirarse al espejo, con el horror asomando a los ojos. Pero todo está bien: la piel seca, la mirada áspera, el bigote, la barba hirsuta. Ni rastro de golpes o moratones.
Respira tranquilo. Todo ha sido una pesadilla.
Ha soñado que él era ella. Y que ella era él.
La oscuridad, el silencio.
Cuando despierta el corazón se le dispara, acelerado; y corre a mirarse al espejo, con el horror asomando a los ojos. Pero todo está bien: la piel seca, la mirada áspera, el bigote, la barba hirsuta. Ni rastro de golpes o moratones.
Respira tranquilo. Todo ha sido una pesadilla.
Ha soñado que él era ella. Y que ella era él.
...amor?
…amor?
Llegué a quererte como me habían enseñado, un amor romántico, en el que te llegué a querer más que a mi vida, que a mi propia vida.
Amor de alcohol y rosas, de besos agridulces, caricias robadas y miradas esquivas.
Amor de carnavales, amor de estaciones, amor de hospitales.
Amor a gritos, amor silenciado, amor cicatrizado.
Amor compartido, amor dividido, amor dolorido.
Amor mentiroso, amor regalado, amor forzado.
Gran error el que cometí, ahora entiendo que el amor, si duele, no es amor, que los besos no deben sentirse cual mordiscos, que las caricias no deben escocer como si fueran latigazos. Me he liberado, y sí, se nos rompió el amor…de MAL usarlo.
Amor de alcohol y rosas, de besos agridulces, caricias robadas y miradas esquivas.
Amor de carnavales, amor de estaciones, amor de hospitales.
Amor a gritos, amor silenciado, amor cicatrizado.
Amor compartido, amor dividido, amor dolorido.
Amor mentiroso, amor regalado, amor forzado.
Gran error el que cometí, ahora entiendo que el amor, si duele, no es amor, que los besos no deben sentirse cual mordiscos, que las caricias no deben escocer como si fueran latigazos. Me he liberado, y sí, se nos rompió el amor…de MAL usarlo.
Una llamada solidaria
Margarita frunció el ceño, bajó el sonido de la televisión y acercó su cabeza todo lo que pudo a la pared. A pesar de su acusada sordera, de nuevo podía escuchar con claridad los golpes en la mesa, los pasos a la carrera, los gritos sofocados, las súplicas en vano…
Pero lo más duro de soportar era el llanto, un llanto que traspasaba los muros y le quemaba las entrañas, partiendo en dos su compasivo corazón. Otras tantas veces había soportado, indecisa, la misma escena pero su silencio la convertía en cómplice mudo de tal atrocidad y mañana, probablemente, carecería de valor para mirar, a su vecina, a los ojos. Con dedos trémulos por la emoción, realizó una llamada.
Inocente
Te duele tanto oír mis llantos, que nunca sufres por ellos. Te duelen tanto mis suplicas, que nunca dejas lo que empezaste. Te duele tanto verme postrada frente a ti, que me ignoras. Te duele tanto ver mi tumba, que me empujas hacia ella.
En mil pedazos sin vida has cortado mi alegría. Pensé que podríamos amarnos fuerte.
Alzaba la vista, veía dolor, uno tras otro, golpes certeros en el fondo del alma, en el punto que no cura un doctor. Sin más medicinas, abandonas el juego y te vas.
He reído dos veces para las mil que lloré. Ahora sé que el perdón se viste de inocencia y cuando el perdón se desnuda solo queda el rencor.
Tras la discusión
Elián tiene una foto de su madre al lado de la lámpara quitamiedos de los planetas. ¡Es tan guapa! Pero no quiere hablar con ella. Está enfadado. La abuela le insiste para que le cuente lo bien que nada; y que es el primero de la clase en ortografía. Pero él la ignora. Después de todo ella tuvo la culpa. Eso fue lo que papá, muy serio, le dijo: "Las niñas malas se tienen que ir al cielo para aprender a portarse bien, y mamá no ha sido una niña buena".
Integridad
Él mismo llamó por teléfono. Cuando se presentaron en su casa pidió que lo esposaran, en un intento desesperado por anular sus manos, las mismas que habían querido burlar a la cordura. Despídanme de ella, por favor, musitó con la vergüenza en los labios.
Ella salió a la escalera con lágrimas en los ojos y gritó su nombre. Él se volvió hacia ella, mientras repetía que lo perdonase.
Poco importaba que no hubiera habido agresión. Simplemente le había faltado al respeto y eso le hizo temerse a sí mismo. Había perdido su dignidad y quiso darse tiempo para volver a ser un hombre íntegro.
El bucle infinito
-…Sigue adelante sin amedrentarte nunca. Estudia sin descanso. Trabaja hasta la extenuación. Pelea hasta el final con uñas y dientes haciendo oídos sordos a las críticas estériles. Es el único modo que tiene la vida de enseñarnos el verdadero valor de las cosas: Nada es gratis…Y cuando consigas divisar el cartel anunciador de "final de trayecto" podrás darte cuenta de lo que cuesta llegar hasta él.
-¿Y ya está, mamá?
-¡Ay no cariño, disculpa! Ese era el consejo que les dí a tus hermanos. Para ti, Beatriz, es que nunca olvides que ese proceso se repetirá sin descanso incluso después de dejarlo atrás.
- Por ser mujer ¿verdad?
- No preciosa. Por el miedo que sienten los inútiles ante nosotras.
Teléfono
Llamó al trabajo y dijo que se encontraba enferma. El tiempo pasaba despacio y las violentas imágenes de la noche anterior habitaban esa lentitud, gateando entre patadas y súplicas ensangrentadas, buscando a gritos un refugio tras los brazos que apenas podían defenderse de esa violenta masculinidad. Cuando sonó el teléfono supo que era él tratando de encontrar pretextos a la paliza y argumentos en busca de perdón. Con las heridas aún abiertas y una voz cada vez menos temblorosa ella le respondió: la humillación ha de sentirse por los puñetazos que se dan y no por los que se reciben. Tras colgar marcó firmemente el número de la policía.
El Maltrato
Qué tiempos tenemos. Maltrato siempre ha habido, pero como ahora, ¡nunca!. Yo creo que es por la crisis que hay, o que la mujer se ha emancipado tanto, que el hombre se rebela, porque sigue habiendo machismo, más que antes. Yo pienso que sólo la educación poderá acabar con esta situación
Violencia mental
Iba yo un día caminando hacia mi casa cuando vi a una pareja de serranos, y él le estaba pegandoa ella. Entonces me acerqué y le pregunté al hombre, ¿por qué le pegas?, y ella, apartándole las manos a su esposo me miró y me dijo, ¡no te metas, es mi hombre y puede hacer lo que quiere!. Dentro de mí pensé, si alguna vez ceo que la está matando pasaré de largo... Reflexionando caigo en que hay otra vioelncia que no es física y que hace también mucho daño, la violencia mental.
Ver, oir y callar
Hace poco más de un año, mientras paseaba a mi perro, oí los grutos de una madre y un hijo; sobre todo los insultos irrepetibles del hijo a su madre y las amenzas y ruído de muebles y otros objetos cayendo. Cuando regresaba, después de cinco minutos todavía se oían los gritos, entonce me crucé con una vecina mía, le hice un gesto con la mirada señalando la ventana de donde procedían los gritos y ella paseó por los labios los dedos índices y pulgar unidos por la yema, como si estubiera cerrando una cremallera.... seguimos nuestro camino.
El simpático vecino
En la mitad de la noche sonó un fuerte estruendo. Una mujer cualquiera, que dormía plácidamente, se despertó sobresaltada. "Serán los vecinos" pensó. No se equivocaba. Los golpes parecían atravesar las paredes, y un llanto de mujer rompía el silencio de la noche. Los gritos que él le profesaba a ella estremecieron a la mujer que referimos al principio que descansaba tranquilamente. Ese señor, que siempre sonreía cuando se cruzaba con sus vecinos en el ascensor, ahora encolerizado, gritaba "puta" a la mujer que decía amar. Ella lloraba, agonizaba, y deseaba con todas sus fuerzas que su vecina (la que dormía plácidamente) hiciera algo para ayudarla. Tocaron al timbre, era la policía. Al rato volvió a sonar. Era la funeraria.
Hostias y blasfemias
Minutos antes de su detención, Amparo había dado una bofetada a León. El sacerdote acababa de formular la pregunta ritual. - ¿Venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente? Amparo arrancó el velo de su cabeza, se giró y rasgó su alma ante todos los invitados. - Este hombre es un hijo de puta, me ha pegado cuando le ha venido en gana, he aguantado porque hasta hoy tenía más miedo que orgullo, pero ahora pongo punto final. Espero que este cabrón se pudra en la cárcel.
- Cállese, dijo el sacerdote, esas palabrotas en templo sagrado ofenden a Dios, búsquese un buen abogado porque esta blasfemia tendrá el castigo que merece.
Ya basta
Las parejas son las primeras en sufrir la violencia de genero, luego le
siguen los familiares y si ademas hay hijos de por medio son ellos los
que sufren las consecuencias y su comportamiento cambia radicalmente en
todos los sentidos. Porque el día de mañana que estos niños sean ya
mayores lo que habran aprendido es agredir incluso llegando hasta la
muerte de su conyuge. En este pais hemos visto ya muchos casos de
violencia de genero, muchos de ellos por diferentes motivos, por
embriaguez, por falta de trabajo, por no tener paciencia; parecen
motivos comunes pero en realidad tendrian una solución si las personas
se pararan un momento a hablar entre ellos . Por eso digo: BASTA YA de
tanta violencia
Dame un beso
Dos de la madrugada. El reflejo de unos ojos condenados durante años
A la penitencia de sus lágrimas, cayendo como esquirlas de navaja por su
Marcado rostro febril.
En sus mejillas quedaron tatuadas dos cosas: inseguridades y desprecio, el
Único que se le puede tener a alguien que te maltrata. Otro grito más, y otro.
Numerosos signos de interrogación que encerraban toda una vida.
Bailaban silencios en aquella casa repleta de espejos rotos por los golpes.
Esa noche los gritos quedaron encerrados en aquellas interrogaciones.
Solo un punto y final, el que ella escribió cuando con su coraje plantó besos de
Orquídea a la vida. La vida no es más que eso. Valor y besos. Muchos besos.
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