Conocía su historia de amor. Había visto la ilusión en sus ojos los
primeros meses, pero cuando se casaron todo cambió paulatinamente. La
notaba ausente. Su mirada era triste y de vez en cuando aparecían
cardenales y magulladuras en su rostro, que intentaba disimular con
maquillaje. Hasta que un día no pudo más y abandonó su hogar, que en
realidad era su cárcel. Se fue a una casa de acogida y allí recuperó
poco a poco su autoestima destruida por quien más quería. Aprendió a
quererse. Ahora cuando se mira en mí, veo a una mujer valiente y
decidida, una mujer sin miedo. Y ella percibe en mí el reflejo de un
cambio.
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