Abres la puerta y siento que me espía una manada de lobos. Siento el peso de cien inviernos en el pecho y las espadas de enero hurgándome en las entrañas.
Abres la puerta y comienza el cobarde dominio de las horas, el milagro permanente que convierte mi piel en sangre.
Abres la puerta y pienso que quisiera detener el cronómetro justo un minuto antes de que me rompas.
Abres la puerta y comienza el cobarde dominio de las horas, el milagro permanente que convierte mi piel en sangre.
Abres la puerta y pienso que quisiera detener el cronómetro justo un minuto antes de que me rompas.
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