viernes, 9 de noviembre de 2018

Una flor puede cambiar el mundo

Leire tensó los músculos y cerró los ojos. La mirada desdeñosa de su compañero y la actitud beligerante que mostraba al caminar, hacía presagiar su infausto destino. Aquel oprobio no era más que el resultado de un comentario hostil que Leire nunca había pronunciado. Se dejó caer en un árbol con la esperanza de que se desatase una tormenta y lo hiciera retroceder, pero el sol irradiaba con fuerza. Leire abrió los ojos y su expresión demudó: un niño la miraba y sostenía una flor. No había rastro de aquel hombre que la había atormentado durante semanas. Leire tomó su mano y un hálito de esperanza abrazó su corazón, nunca más se sentiría sola.

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