El espejo le devuelve una imagen monstruosa de sí misma. Sí, es una mala madre, una gorda asquerosa, una piltrafa de mujer. Él está ahí fuera esperando para seguir envenenándola de culpa. Ella es la culpable de todo. Se merece los insultos, las vejaciones, los guantazos. ¿De verdad se los merece? Como un inesperado sol asomando entre una telaraña de nubes negras, se recuerda adolescente risueña, joven frondosamente vital, mujer independiente, novia enamorada, madre anegada de ternura. No, ella no es el ser defectuoso, es él. Ya no habrá más moretones en su rostro, los del espejo son los últimos. Se acabó, llamará a la policía y dejará atrás a su torturador. Por ella, por su hija.
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