Esas cosas se deben ver venir… Así retumbaban en la mente de la profesora, de madrugada, las ruidosas palabras de Elena –su alumna- en una reflexión colectiva sobre los estragos de la cosificación machista. Una mente que, en otro tiempo, había sido un hervidero de ilusiones infinitas que terminaría sumido en la más absoluta desidia bajo los tintes del silencioso sufrimiento.
Que esas cosas se veían venir…, se decía a sí misma mientras recordaba la emoción vertida en cada metro para moldear distancia y en cada kilómetro para edificar olvido. No lo había visto venir y, además, aún sentía la carente cicatrización de la reiterada indiferencia. Estaba claro, debía cambiar su perspectiva…
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