Tal vez tú no te hayas dado cuenta de ello, pero somos como los antónimos que compartíamos el mismo diccionario, ese mundo inteligible y sensible de Platón que nunca llegará a establecer contacto. Somos como la luna y el sol que comparten el mismo cielo sin llegar a reencontrarse nunca.
Y sin embargo, las más frágiles golondrinas, conocen el camino de vuelta.
Hoy sí, me siento libre. He conseguido demostrar a mí misma que amar no es sinónimo de ser una golondrina encerrada en tu jaula.
Me miro, me sonrío y dejo la puerta abierta.
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