Marcos y su hermana se fueron a la cama a las nueve de la noche. Él leía en voz alta mientras ella observaba los dibujos colgados en la pared. En algún momento colores y palabras se fundieron al otro lado de los párpados y una mano apagó la luz de la mesilla.
Desde la habitación se oyeron los disparos levemente, como un portazo más, como una de esas noches en que las cosas empiezan a caerse de su sitio. Metieron la cabeza bajo la almohada y siguieron durmiendo. Cuando abrieron los ojos les llegó el suave olor de las tostadas. Al entrar en la cocina solo había tres tazas sobre la mesa.
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