¿Y me llamabas torpe? Diez goles, dos de cabeza y uno por la escuadra. Blanco como un lienzo te quedaste cuando me levantaron en hombros con el trofeo. ¿Envidia o celos? Ambas cosas. No me interceptes de camino a la biblioteca para agobiarme con tu insistencia: "¿Quién está en la sala de lectura?" "¿Cuándo vuelves a casa?" No indagues porque, hoy, efectivamente, llevo esa falda vaquera provocativa y la camiseta de mi banda de rock, que consideras agresiva solo porque viste la piel de una chica. Después de levantarme la mano para amedrentar, o pegar, he decidido borrarte del mundo. Nadie necesita pasiones enfermizas y tiranas.
La próxima vez que me dirija a ti no será mediante un folio.
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