Bonito día, quizá precioso. Sé perfectamente a qué huele cada dibujo del suelo de mi casa: a sangre usada, decirte cuántos empujones tengo hasta el baño, sitio íntimo donde vomitar puñetazos. Los días acaban cuando llega, y tiembla el timbre porque quise olvidar cerrar con llave. Soy obediente y llego hasta el alcohol de su voz. Es entonces al abrir la puerta cuando las escaleras me hacen llegar hasta el sueño de vencer los cerrojos. Consigo llegar al portal, es de noche, ya me perdí otro día de los que serán preciosos. Subo obediente, la paliza de hoy espera lista. Quizá mañana pueda ver y el quizá sea pasado y hable contigo de lo que ha cambiado el barrio.
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