El altavoz anunció su proximidad, entonces Ángela y Carlos observaron el horizonte.
—Ahí está mi tren. —Dijo Ángela.
—Nuestro tren. —Corrigió Carlos.
Se abrazaron antes de tumbarse sobre las vías. Allí permanecieron en silencio mientras se acercaba el tren que los hacía temblar.
Hasta que Carlos cogió por el brazo a Ángela, la miro y le susurró al oído:
—Te quiero.
—Yo te quise. —Respondió Ángela. Luego se zafó de la mano que la sujetaba, se incorporó y salió corriendo.
Carlos se levantó y corrió tras ella mientras gritaba:
—¡Quieta! ¡No te vayas! ¡Estaremos siempre juntos! ¡Siempre!
El tren arroyó a Carlos antes de detenerse a escasa distancia de Ángela, que sonreía mientras corría, sin mirar atrás ni detenerse.
—Ahí está mi tren. —Dijo Ángela.
—Nuestro tren. —Corrigió Carlos.
Se abrazaron antes de tumbarse sobre las vías. Allí permanecieron en silencio mientras se acercaba el tren que los hacía temblar.
Hasta que Carlos cogió por el brazo a Ángela, la miro y le susurró al oído:
—Te quiero.
—Yo te quise. —Respondió Ángela. Luego se zafó de la mano que la sujetaba, se incorporó y salió corriendo.
Carlos se levantó y corrió tras ella mientras gritaba:
—¡Quieta! ¡No te vayas! ¡Estaremos siempre juntos! ¡Siempre!
El tren arroyó a Carlos antes de detenerse a escasa distancia de Ángela, que sonreía mientras corría, sin mirar atrás ni detenerse.
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