Otra vez. Pensé que ya lo había dejado atrás. Que no volvería a tropezar con la misma piedra. Pero ahí está él al abrir la puerta. Sus vaqueros desgastados y su camiseta favorita. Esos ojos azules tan bonitos que en ocasiones podían ser tan crueles… Sus dientes perfectamente blancos asoman en una sonrisa burlona.
¿Puedo entrar?
Claro.
Contesto con un hilo de voz.
Entra y me besa y lo olvido todo. Sólo queda lo bueno. Los malos recuerdos se borran. Una vez más.
¿Esta vez te portarás bien? No me gusta nada que hagas que me comporte de esa manera.
Claro cariño. Lo siento…
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