Gritos, sangre, golpes, zarandeos y anhelos.
Llantos, heridas, silencios, socorros y duelos.
Huidas, vacíos, escondites, cicatrices y miedos.
Y también, carne y hueso.
Así era ella, la niña que podía volar, hoy no tenía alas.
De su alma y su vida robadas, sólo quedaban sus sueños. Rotos. Muertos.
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