Puedo olerlo incluso antes de escuchar sus pasos en el portal. Su fétido aliento y sus torpes movimientos, le delatan.
Cuando consigue abrir la puerta, recorre la casa en su busca.
Ella, indefensa, se encoge bajo las sábanas, pero él la saca de la cama a empujones arrojándola al suelo entre insultos y golpes.
La historia se repite, y ella, no reacciona.
Salgo de mi escondite y me lanzo a su cuello haciéndole perder el equilibrio. Sigo dando dentelladas a diestro y siniestro hasta que él me golpea con algo en la cabeza.
Mi vista se nubla, pero consigo escuchar a mi ama, que al fin está llamando a la policía.
Feliz, cierro los ojos. Ha merecido la pena.
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