Ella emergió. Transito durante largo tiempo por el túnel y, aunque la escapatoria era complicada, llegó el momento de salir. Nadie había entrado en él. Solo transitaban sus hijos y ella.
Llena de terror, paro el coche, bajo, se acercó al policía y le pidió ayuda. Su agresor quedo perplejo e intento normalizar aquella reacción. Pero su mirada de desprecio, lo delató.
De él se decía que no era agresivo. De él se opinaba que controlaba su ira. De él se sabía que no fue maltratado en su infancia. Él era responsable de sus actos.
De él se desconocía su poderío, su ansia de dominio y el daño que infligía.
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