Cuantas veces te habré repetido, querida hija, que no habrá hombre que te quiera como yo. Nunca imaginé cuánta razón iba a tener. No lo imaginé cuando nos lo presentaste, con su corbata a juego con tu vestido. Te brillaban los ojos de felicidad, hace mucho que se apagaron ya.
Nunca se me ocurrió que nadie pudiese verte diferente a cómo te veía yo. Mi princesa, la niña de mis ojos, la razón de mi existencia. Todas las cosas que sé que él te convenció que eras para él también, y luego las estampó contra la pared, las pisoteó, las insultó. Destrozó la mujer que eras porque no sabía ser un hombre. Querida hija, por favor, vuelve a ser princesa.
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