Ella huyó. Años más tarde volvieron a encontrarse en el asilo, se sentaron uno enfrente del otro y ella empezó a hablar. Le recriminó, por primera vez, con valentía por haberla cosificado, por haberla maltratado, por esclavizarla y por haberla engañado con falsas promesas de cambio. Le informó de que había conseguido rehacer su vida, que se había vuelto a enamorar y de que las cicatrices que plagaban su cuerpo no la hacían más bella,pero sí más fuerte. Tras acabar el discurso no añadió nada más, se levantó y se fue.
Él no la había escuchado, hipnotizado observaba cómo las canas habían poblado su larga cabellera y las arrugas se habían adueñado de ella.
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