Abrió los ojos lentamente, hasta que pudo enfocar los objetos que la rodeaban. Todos extraños, ajenos a lo que había sido su vida. El sofá, de verde chillón, le repugnaba especialmente. Igual que las lámparas pasadas de moda, la moqueta despegada por una esquina y las ventanas ennegrecidas tras años de abandono. Pero al girar la cabeza, distinguió una sonrisa en el rostro menudo de su hijo, que dormía con una mano en su pecho. Y entonces supo que había tomado la decisión correcta.
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