lunes, 17 de noviembre de 2014

Cadena rota

La brisa fresca de la mañana acarició su rostro, marcada aún por los recuerdos morados de la última paliza.
En un grito postrero de su instinto de supervivencia, acopió todo el valor que su vejado cuerpo albergaba y sacó dos billetes de tren que la llevarían lejos de allí en busca de una nueva vida anónima. 
A ella y a su hija. 
El tren partía a las dos de la tarde, por lo que decidió despedirse de su madre, único eslabón que la unía a aquel lugar. 
- Madre, me voy, no quiero que mi hija viva lo mismo que nosotras. Y con una lágrima abrasando su mejilla dejó un ramillete de flores sobre la fría lápida.

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