DESENLACE
El dragón rugió y brotaron llamas ardientes de sus fauces. Aterrado, el caballero dejó caer su espada y huyó. No dejó de gritar en ningún momento. La doncella, sentada al lado del dragón, se echó a llorar.
NUDO
No permitas que me quede allí, por favor. Llévame contigo. Sálvame. No mires para otro lado. Yo sola no puedo liberarme de ese monstruo. Necesito ayuda. Sálvame, por favor.
INICIO
El caballero abofeteó de nuevo a la doncella.
—¡Nunca saldrás de aquí! ¿Lo entiendes? ¡Eres mía! ¡Mía y de nadie más!
La doncella no lloró. Ya había llorado suficiente. Si lloro una última vez, pensó, será de alegría.
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