Si el tiempo pudiese transcurrir al revés muchas historias tendrían un bonito final, como esta:
Al salir del coche policial vio que unos enfermeros subían a su mujer en camilla. Cuando los dejaron solos en casa, él se sentó a llorar arrepentido mientras contemplaba el cuerpo desmadejado de su esposa. Aunque las heridas sanaron pronto, las relaciones afectivas mejoraron mucho más despacio. Paulatinamente desaparecieron las agresiones físicas, las vejaciones, humillaciones y desprecios, hasta desembocar en un estado de respeto mutuo que fue abriendo paso a una convivencia más alegre. Tanto es así que llegaron a creer que no podrían vivir separados y decidieron contraer matrimonio, prometiéndose una vida inmensamente feliz.
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