Pensó que aquello acabaría. No era la primera vez y siempre se disculpaba con ella con un beso. Pero siempre era amarga. Tenía sabor a alcohol y a sangre de sus propios labios por lo golpes que le saba su marido estando ebrio.
Pero aquella vez hizo una cosa diferente y no acabó en la cama con él como siempre como parte de su apestosa disculpa. Se fue a la comisaría a denunciarle y acabar con aquella locura para siempre.
A partir de aquel día pudo averiguar por primera vez que sabor tenía el amor.
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