Caminaba rápido, con la determinación de la que sabe adónde va.
Estaba decidida, a hacerlo, había llegado la hora.
Iba a ser libre.
Esa noche dejaba atrás todo, todo lo que la había lastrado tanto tiempo.
Llegó a Atocha en un suspiro, y pensó que la estación olía a esperanza, a nuevo y a nunca jamás.
Y cogió el tren, ese tren que volaría hacia adelante, por las vías del destino, sin mirar atrás, sin remordimientos.
Y pensó que ya estaba, que así tenía que ser, y por primera vez, en mucho tiempo, sonrío.
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