El aroma de su sangre flotaba en el aire como fina lluvia en el ambiente. Todo quedó atrás, su vida se ancló a la suya, esa que se escapaba, latido a latido, por aquel horrible boquete que el mismo había causado. ¿Y ahora qué? ¿Qué podría decirles a los niños? ¿Cómo mirarles? ¿De dónde salió tanto odio? Ella, su luz, el faro que le había guiado se había extinguido como una vela en la tormenta. No volvería a sentir su calor, su aroma nunca volvería a embriagarle, su mirada de cristal ya no sería el sendero de sus sentidos, y todo ¿por qué? Ya sólo podía hacer una cosa: huir y saltar, pero el aire no deseaba sujetar sus alas.
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