lunes, 17 de noviembre de 2014

Epifanía

Me estaba acostumbrando a ver el mundo desde el suelo: la inquina de tu bota con su acerada punta; tu saliva, cual lluvia, enredada en tus gritos; tu odio a la altura de mis ojos hinchados, arrancándome rosas donde sólo hubo besos; y las baldosas frías, y el polvo en los rincones debajo de los muebles. Y ahí abajo, tendida, como la mujer débil que era, la mujer sin autoestima que tú habías anulado, vi ese día algo que nunca había visto: el pavor dibujado en los ojos de nuestro hijo, al fondo, tembloroso como un pájaro aterido. En ese momento supe que no estaba derrotada, que tenía un futuro por delante, un futuro, ay, donde sólo cabíamos dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario