lunes, 17 de noviembre de 2014

Cita Previa

La terapia funcionaba. Alicia volvía a tocar la guitarra, y se relacionaba con el mundo sin miedo. Había aprendido a defenderse en los dos últimos años. Escribía para un periódico local. Recordaba que al principio, no podía ni sostener un simple lápiz, por qué su novio le rompió todos los huesos de los dos brazos al arrojarla desde un primer piso. 
Bajó del bus, cruzó la calle y enseñó al guardia de la puerta su identificación. A los diez minutos esperaba tras una mampara, a su lado había un auricular. Lo tomó, apartó su pelo y miró al diablo encadenado, a los ojos. El condenado lloraba.  – Ya no me das miedo – dijo la mujer, sonreía. El demacrado hombre clamó piedad. 

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