El bullicio del aeropuerto completaba mis ojos por primera vez. No parecía una mujer maltratada entre los demás. Ni ella su hija desgarrada por la huida. Desayunamos todos juntos como si nada ocurriera, como si no hubiese despedida. Compró un billete de lotería a última hora por si su suerte cambiaba, cuando mutaba la vida para sentirse segura. Todo fue bien hasta que las vimos subir la escala del avión. El llanto apretado contra el hombro nos guió a la salida. Sólo hasta pronto, pequeña. Sólo hasta pronto…
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