Cada vez que sentía los pasos de su padre por detrás de él, descargaba la maza con tal fuerza que le dolía la mano.
- ¿Has visto mi chico qué bríos tiene? - le decía orgulloso al capataz - ¡A ver si se te va a salir el hombro, animal! - reía.
Y él seguía golpeando con la imagen de su madre llorando en el suelo, y su padre gritando y escupiendo con el cinturón en la mano.
- Madre, ya falta poco, aguanta… - decía entre dientes, y sentía los golpes que daba como segundos en el reloj.
- ¿Has visto mi chico qué bríos tiene? - le decía orgulloso al capataz - ¡A ver si se te va a salir el hombro, animal! - reía.
Y él seguía golpeando con la imagen de su madre llorando en el suelo, y su padre gritando y escupiendo con el cinturón en la mano.
- Madre, ya falta poco, aguanta… - decía entre dientes, y sentía los golpes que daba como segundos en el reloj.
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