lunes, 26 de noviembre de 2018

Él

Él siempre va delante y nosotras detrás.
Él siempre dice lo que tenemos que hacer y nosotras hacemos.
Él nos grita y nosotras callamos.
Él descansa y nosotras trabajamos.
Él come y nosotras cocinamos. 
Él nos pega... Y nosotras... lloramos. 
Él, él y siempre él.
¿Cuándo seremos nosotras?
¿En qué momento de la vida perdimos nuestro estatus social?
¿O es que nunca lo tuvimos?
Son preguntas que me invaden en la soledad de esta pequeña habitación, una habitación que no tendría nada de especial si no fuera porque en ella me encuentro a mí misma.
Es el momento de dar un giro sin precedentes en mi vida, de dejar de escuchar los gritos de él y empezar a ser escuchada por los demás. 
Dejaré mi pequeña habitación y me enfrentaré a la que este mundo me ofrece porque a partir de ahora seré yo y nadie más que... Yo.

Siempre soy

Me habla, me canta, ahora al baño, de paseo, a comer. Quiero levantarme, andar, salir, pasear por mi misma, quiero ayudar, no quiero ser una carga..
He dicho y hecho cosas horribles, pero las hacia un cuerpo que no me correspondía, que sentía  extraño y ajeno, con pensamientos que no eran míos. 
No soy mala, ni rebelde, solo estoy enferma.
No estoy paranoica porque por la noche no duerma o me pase las horas buscando algo que no se muy bien que es. Solo estoy enferma. 
No quiero pelear por la ducha, pero ahora me aterra. 
Quiero gritar que solo me siento perdida, insegura, vulnerable.
Que algo ha borrado mi vida y no se quien soy, quien he sido, donde estoy... La vida esta formada por experiencias, sentimientos, recuerdos....y me los han arrebatado. La dignidad es intrínseca al ser humano y parece que también eso he perdido...

Striptease

Mira, querida, soy tu hermana y no me puedes seguir mintiendo. Vale que disimules ante mamá para no hacerla sufrir. Pero no me vuelvas a decir que tu marido ha cambiado. No es verdad. 

Lo defiendes cuando llegas a casa y me aseguras que las cosas no son como antes. Pero tu sonrisa es forzada y tus palabras me suenan a hueco. 

Hace siglos que no te he visto con falda, siempre con pantalones. Y te pones blusas con las mangas hasta las uñas. Nunca llevas los brazos al aire. 

Mira, soy tu hermana, no una extraña, nos hemos visto desnudas mil veces. 

¿Por qué no haces ahora un striptease para mí?

Sin género de dudas

«Brecha» y «Salarial» se sientan en el banquillo acusadas de asociación ilícita y malversación de fondos. Expertos en la materia testifican sobre su injustificada etimología. El diccionario aplaude a rabiar. Voces activas y pasivas se elevan indignadas. El juez pide orden y cede el turno al abogado defensor, que se atraganta con la diéresis de «Vergüenza» y tose. En primera fila «Desigualdad» observa atentamente con sus sílabas en tensión. Todavía tiene inflamado el punto de la i por las luchas recientes. Menos mal que con las nuevas medidas adoptadas el prefijo se le está debilitando y no tardará en caerse. Al fondo, camuflada entre aromas de «Violeta» y acordes de «Violonchelo», «Violencia» tiembla de miedo. Sabe que será la siguiente.

Función lupa

Mi nieta está en la etapa de los porqués. Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, me espetó:

—¿Por qué cuentas con tristeza que luchaste mucho por mi abuelo; pero venció su amante?

—¿Por qué nos repites con orgullo de abuela, a mí, que soy tan guapa que me asediarán muchos pretendientes y, en cambio, a mi hermano, que se le conocerá en el barrio por sus numerosas y rápidas conquistas?

— ¿Por qué cotizan tanto las metáforas bélicas al hablar del amor en la bolsa de valores de nuestra Sociedad pacifista?

Me quedé sin habla. Cuando la recuperé, solo pude contestarle:

—¡Las desaprenderé todas!

Vidas rotas

Cuando por inercia volvió caminando a la casa familiar tras el entierro, la vio acordonada por la policía, con la científica afanada y un corro de vecinos murmurando compungidos, bajo los destellos de las patrullas.

Se detuvo en seco, conmocionado ante la horrenda escena. 

Inmóvil desde la acera observó las tendederas con las prendas de agresor y víctima agitadas por el viento, ignorantes de su precoz jubilación.

Las lágrimas brotaron tibias, amargas, imparables. Añoró el calor de antaño traspasando la vestimenta, su sonrisa, su amor, y deseó abrazar la blusa, la falda, la rebeca gris, aspirar su aroma y encontrar en ellas el improbable consuelo a su recién estrenada orfandad adolescente.

Fortaleza interior

Todos pensaban que Adela era débil. Apenas podía con el carrito de la compra, la ingresaban de cuanto en cuanto, siempre iba con ojeras y apenas comía. En el barrio le llamaban "la delicadita".

Por eso, todos se sorprendieron el día que la vieron salir de comisaría, con mirada esperanzada y un nuevo aire en los andares. Con una seguridad que nunca había exhibido, fue al bar, se pidió un café bien cargado y una tostada, y charló animada con quien quiso darle conversación.

Al poco, se supo el motivo: Años de callar, de soportar humillaciones y desprecios en casa, habían terminado. Porque ella, tan débil en apariencia, había tenido la enorme fortaleza de ponerles fin.

Actuar

Alzó el cuchillo rubricando su amenaza. Mortífera como una bala en el corazón. Iba en serio, sin duda. Ya no podía pensar más o no quedaría tiempo. Actuar. Actuar. A la tercera vez que me lo repetí mis manos cobraron vida.

Me abalancé sobre su espalda en una embestida con la quizá nunca hubiera soñado. A lo sumo, la habría podido previsualizar en algún documental de fauna salvaje o película de Tarantino. Mis brazos constreñían su cuello mientras él intentaba zafarse de mí y blasfemaba al viento: "¡Suéltame, maldita hija de puta!". El felino instinto que recorría mis uñas se lo estaba haciendo pasar francamente mal. Hoy, me sigue apareciendo en pesadillas pero ella, por fin puede respirar.

Entre líneas

Y llegó el día en que se graduó, con honores, pero su mirada seguía vacía.

Fue la primera en llegar a lo más alto de su carrera profesional, pero seguía con una sonrisa ensayada.

Logró todo lo que de pequeña había soñado. ¡Todo!

Pero era consciente de que, sin el respeto del resto, ella sólo era un saco de boxeo al que golpeaban cada vez más fuerte.

Insultos por no ceder, halagos por probar suerte, puñaladas por la espalda, violaciones de todos su derechos, y un largo etcétera que acabó cuando uno de aquellos desgraciados cruzó la línea en que la violencia de género deja de ser invisible.

—Tenemos un nuevo cadáver, señor.

Deshabitada

Desmantelada la casa, el viento amontonó los recuerdos amargos que quedaron olvidados por los rincones. Enfermaron de soledad y el tiempo los cubrió de ausencia. El aire se tornó irrespirable. La vida dejó de latir asfixiada por la locura. El vacío se adueñó de todo.

Los insultos quedaron ocultos bajo un manto de silencio y las sonrisas huyeron despavoridas tras los primeros golpes. Los días se confundieron con las noches cegados por el miedo. El sol dejó de abrigar su piel amoratada cuando no pudo atravesar aquel muro inexpugnable de persianas. 

Desde que el amor apasionado perdió la batalla contra los celos, la posesión, la violencia y el terror, permanece deshabitada. Nadie se atreve a rasgar el precinto policial. 

Pum-Pam

Apagó el despertador como pudo. La falta de puntería convirtió ese acto en una secuencia de percusión casi perfecta. Pum-pam. Cómo un destello en su memoria los recuerdos de la noche anterior inundaron su consciencia. 

Que haya sido un sueño. Sus manos recorrieron su cuerpo buscando evidencias del terror de su memoria. Comenzó por sus muslos, encontrando bajo sus yemas unos surcos secos, similares al rastro de la erosión de un río que una vez fue abundante. Cuando su mano se posó sobre su rostro, descubrió que sus pómulos estaban demasiado abultados.

Y fue cuando lo recordó. 

Sus dedos volvieron a la mesilla y posándose sobre su teléfono marcó : 016.

Colorín, colorado...colores

Érase una vez una niña a la que educaron para ser princesa de cuento. Para que soñara con encontrar a su príncipe azul y así tener una vida de color de rosa. Y serían felices y… Llegó el príncipe azul y la encerró en su castillo. La princesa perdió el brillo de su mirada, la luz de su sonrisa. El morado comenzó a tatuarse en su piel. Sus días se tiñeron de rojo. El miedo y las lágrimas fueron su única compañía.

El cuento acabó cuando un último golpe llevó la vida de la princesa a un fundido en negro definitivo.

Eso no es querer


Eso no es querer.

Olvídate, la solución a no saber querer no es actuar como lo haces.

No manches mi rostro con lágrimas de miedo, miedo por violencia.

No tienes derecho a hacerme sentir así.

No permitas que esto se te olvide…

Te lo repito:

¡Eso no es querer!

Esa noche

Acudía a su encuentro, alborozada, cuando regresaba a casa. Saltaba a sus brazos y me enorgullecía de tener un padre así. Él me acariciaba el cabello y repetía: "Eres la niña de mis ojos".

Con el tiempo descubrí a otra persona y el cariño se convirtió en pánico. El sonido de sus pisadas subiendo las escaleras aceleraban los escalofríos. Mamá me escondía bajo las sábanas y yo fingía estar dormida. Luego surgían los reproches, los gritos y los golpes. "Me muero por matarte", rugía mientras se me retorcían las entrañas. Algún día. Y bajo las sábanas lloraba de rabia. 

Esa noche, tras implorar al Santísimo, mamá y yo nos libramos del mal. Y es indiferente si fue obra del diablo.

Hasta aquí

"Estoy harta. No aguanto más. No me importa que mi mejor amiga sea tu hermana. No lo soporto más. El control, el chantaje, la humillación. Basta. Muchas veces he pensado en irme, pero ya fuera por miedo o por no decepcionar a Nadia no lo he hecho, pero ahora sí. Aunque nunca llegaras a la violencia física, no sabes el dolor que me han causado tus constantes gritos y amenazas. Que me humillaras delante de mi familia llamándome puta por llevar una falda corta fue la gota que colmó el vaso. No tienes ningún derecho. Por eso, ahora que me siento con fuerzas para hacerlo, te dejo. Me voy para no volver", cerré la puerta y me fui.

Demonios interiores

Al vocear a Laura nada más entrar en casa, la frustración de Pedro no disminuye; cuando la insulta con palabras huecas, su nivel de angustia incrementa; al bofetearla con su mano grande, su impotencia se amplía; la empuja contra la pared del pasillo, pero su rabia no se enfría. 

Pedro se siente inútil e inservible en el mundo, inferior a vecinos, familia y amigos, rabioso por no encontrar una salida a su malestar.

Quiere combatir su propia frustración, su angustia, su impotencia y su rabia. Grita y pelea contra ello, pero a quien ataca es a Laura.

Tercera edad

Van siempre juntos. A ella nunca se la ha visto sola. En el mercado, él compra y paga, ella lleva las bolsas. Siempre es él quien pide las consumiciones en la cafetería y quien dice al peluquero como tiene que cortar el pelo a ambos. Ella solo asiente.

La enfermera del centro de salud, sospecha: a esta señora le ocurren muchos accidentes, demasiadas caídas. Quiere hablar con ella a solas, indagar, pero siempre está el marido presente y es él quien responde. Ella solo balbucea, mirándole con temor «es que soy muy torpe». La sanitaria insiste: ¿Y este hematoma? Explicaciones pueriles.

No han vuelto por la consulta. Se han cambiado de enfermera.

Aparentemente son dos tiernos ancianos.

Perro

Ahora me doy cuenta. Ahora le veo cómo lo que es, un mal compañero. Está sobre mí, manchado de sangre. Mi sangre. ¿Parece arrepentido? No lo sé. Ya no estoy segura de nada. Aunque duela, cierro los ojos. No quiero verle, pero le recuerdo. Recuerdo cuando le vi en aquella calle y le ayudé. Le traje a casa y se quedó a vivir. Los vecinos se quejaban de que ladraba mucho. Lo normal, ¿no? No. Se enfadaba cuando salía sin él. Ladraba a cualquier hombre que se me acercara. Si me hubiera dado cuenta antes de que aquello no era lo normal, habría sacado el valor para echarle. ¿Mis últimas palabras? No estoy hablando de ninguna mascota.

En cadena

Sucedió al mismo tiempo: El trueno, el golpe, el grito. La lluvia borró las huellas. No pudo borrar el dolor

Alegato

"Sólo tienes que avisar", era el consejo de mi madre a mi hermana cuando salía de noche. Entonces no entendía el significado. Y por más que mis preguntas las atropellara, siempre obtenía la misma respuesta: tú eres un niño. Es un asunto de mujeres.

Hoy al salir del ascensor he vuelto a escuchar aquella expresión que pensé había olvidado. Se lo debo a ella. En esta vida, agresores y víctimas no son los únicos protagonistas. Seré espectador, pero esta vez no voy a ser impasivo. Seré el problema y la solución. Ya no habrá más miradas hacia abajo. Nadie, nunca, nadie. Solamente nos quedan los días gratos. Madre, "solo tienes que avisar.

Fractura

Se rompieron los cristales esmeralda, tras años siendo fustigados. Dejaron fluir un océano de rabia, que hasta el momento no había sido sino rocío de desesperanza y orvallo de angustia. La mar es bella y admirada por los humanos, pero temida por las rocas de los acantilados, que sufren su acoso incesante en silencio hasta su pleno desmembramiento.

El amor es agua. Tan necesario para la vida, como potencial amenaza a ésta. Sin embargo, el amor es irreal, artificial, ficticio, hormonal, literario. El culpable del desbordamiento es aquel que dinamita la presa.

Nadie atiende a los arañazos del vidrio. Nadie se alarma cuando pierde su transparencia. Todos se sobresaltan cuando quiebra. ¿Quién es el encargado de recoger los restos?

Plantón

Tomó la maceta impresionado. La miró de más cerca. La rellenó con turba, la regó y dejó que escurriera bien el agua sobrante de aquel primer y abundante aguacero artificial.

Todas las plantas se le morían, pero aquello no le había pasado nunca. Aunque ya estaba seguro, seguía observando asombrado la tierra donde hasta ayer había una planta. Desde sus adentros hacía fuerza para que volviera a brotar el mismo vegetal. Pensaba que podría aparecer más bella que nunca, con mejor color, con ganas de darle oxígeno otra vez al hogar.

No entendía cómo podía desaparecer una planta de un día para otro sin dejar rastro. Era imposible, seguro que el vegetal aparecería de nuevo. ¿Era tan malo...?

Princesa

Los cuentos de princesas siempre acaban bien… lo dicen las estadísticas.
Por eso nunca quisiste que yo fuera princesa.
Que no llevara tacones ni falda ni carmines.
Y ahí empezó todo…. cuando yo empecé a asumir tus decisiones como si fueran mías.
Luego llegaron las heridas, que dolían porque por ellas supuraba mi alma y me iba quedando vacía. 
Pero todos tenemos un ángel de la guarda que nos vigila y cuida. Esa fue nuestra hija. Por ella me convertí de nuevo en princesa. Y por eso hoy solo formo parte de las estadísticas de los cuentos con final feliz…y por eso hoy no soy una más.

De sabor a coco

Las cicatrices de una batalla perdida se desvanecen como las caricias, como los besos que algún día pertenecieron al sabor del caramelo.

Sus ojos del café amargo, buscan el calor de mis labios, no para sanarlos, sino silenciarlos.

Infinitas, como estrellas hay en la bóveda celeste, son las huellas que ensucian de carmesí el albo algodón, único vestigio de mi lucha.

Jueza de mi propia condena, oscura de sabor a chocolate, taciturna como el lamento cautivo de la derrota.

Cifra ácida que desvelas ausencias, yo víctima, tú... ¿Dueño de mi sentencia?.

Blanca victoria de sabor a coco, él dice "basta", yo digo "bestia"

No soy una cifra, tú cumples condena.

Dulce sabor a libertad, de mi suerte ahora soy dueña.

Colores

En la casa ya no había orquídeas. En su cuello no lucía aquel collar del que colgaba una preciosa amatista. En sus labios ya no se veía ese color violeta que tanto solía lucir, ni tampoco su sonrisa.
El morado dejó de ser su color favorito, ahora era el único que no quería enseñar, no quería mostrar aquellos moratones que brotaban tras cada golpe. No era consciente de la cantidad de manos que le tendían su ayuda, hasta que se aferró a una de ellas temiendo que no existiera un mañana.
Ahora cuando camina por la calle, sabemos que no es Elizabeth Taylor, pero sus ojos emanan su color, el violeta de su lucha… y el de muchas otras.

Qué quieres ser de mayor

Cuando de pequeña le preguntaban qué quería ser de mayor, ella decía que sirena. Igual no lo supo matizar. Sirena de las que cantan, de las que nadan y se enamoran. De las que hipnotizan. No de las que implican llamadas de madrugada y una visita a urgencias. Pero se puso tanto en su papel, que cuando le preguntaron a qué se debía ese moratón en su ojo azul turquesa, ella dijo: Me he dado un golpe contra el arrecife.

Santas por vivir en el infierno. Brujas por querer salir de él

Y ahora, que mis alas quieren volar pero las cadenas se lo impiden. Ahora, que tengo una mochila repleta de perdones y "no volverá a ocurrir" que se repetían una y otra vez. Ahora. Que alzo más y más la voz, pero parece que nadie me escucha. ¿No hay nadie al otro lado? Y sigo gritando. Y mi brazo alza su puño, pero nadie parece percatarse. Y vuelve, de nuevo, tras un "no volverá a ocurrir". Y sigo gritando, pero nadie me escucha. Y grito con más fuerza, pero no hay nadie. Y me escondo tras el miedo, pero siempre me descubre. Y así, entre sus manos, mi voz se apagó. Porque, ahora lo entiendo, él siempre gritaba más fuerte. 

Conócelas

Jamás olvidaré su cara. Amoratada, el labio partido y unos ojos que no se permitían más lágrimas ante su hija pequeña. Sí, eso fue lo primero que vi cuando entré en aquella sala. Separadas de los hombres y custodiadas en ese diminuto habitáculo en el que me oprimían tantas esperanzas rotas. Tres horas, ese es el tiempo que estuve en la sala de espera para mujeres e hijos menores durante mi primer juicio de violencia de género. Ciento ochenta minutos que me enseñaron más que mis años de estudio y otros tantos ejerciendo. Sus palabras ahogadas en la culpa, su miedo. No, no se trataba de un cliente más, era una mujer con nombre y apellidos que clamaba respeto.

El espejo

Ayer me empujaron contra ti, y ahora estás roto. Yo estoy rota también. Me veo y no me reconozco… creo que nos hemos astillado a la vez. Cuando te compré éramos fuertes y brillábamos. Cuando él llegó, yo deje espacio para los tres. Tú nos mostrabas felices, pero eso no duró siempre. Me quedé sentada viendo a través de ti como me hacían pequeña. Como, con cada golpe y cada insulto, tú te volvías más opaco. Igual que yo. Como, por cada minuto de sol, nos devolvían una hora de tormentas. Hoy va a ser distinto. He traído tiritas para los dos. Hoy vamos a ponernos guapos, y vamos a volvernos a reconocer. Hoy volveremos a ser luz.

Teléfono 016

Hoy he dicho a mi seño que mi padre ha vuelto a darle cabezazos a mi madre contra la puerta del frigorífico y le ha salido mucha sangre, pero no ha querido llevarla al hospital. La ha dejado sentada en la silla de la cocina para traerme al cole. Dice que nos quiere mucho porque somos su familia y que lo hace por nuestro bien, para que le hagamos caso siempre, porque es el que manda, sobre todo desde que a mi madre se le acabó el desempleo.

Mi seño me ha dado un beso en la frente y me ha dicho que no me preocupe, que ella lo va arreglar llamando a un teléfono muy importante.

Vox Pópuli

Todo el vecindario hablaba a la vez en el descansillo del portal, los unos gritaban, las otras sollozaban, todos coincidían en que se veía venir y era cuestión de tiempo. Se dictó un día de luto en la localidad. Asuntos Sociales se encargaría de los hijos. En medio de todo el alboroto provocado por la muerte de la vecina, de todos conocida, a manos de su marido -podrían leerse las huellas en su cuello-, una niña que apenas se veía por su baja estatura, alzó su voz, todos abrieron un círculo a su alrededor, y de su inocente y dulce voz nació una simple pregunta: "¿y porqué si todos lo sabían nadie hizo nada?".

No todos somos como él

Me siguen. Lo se porque hago cada noche este camino y nadie toma la misma ruta que yo. Volteo para ver que es alto, corpulento, y lleva el rostro concienzudamente tapado. 

Está a cien metros. Acelero el paso y sigo. Está a cincuenta metros. Empiezo a correr. Oigo sus pisadas; él también corre.

Doblo en una esquina, hay un hombre fumando. Observa detrás de mí, su mirada destella comprensión.

Me indica que frene, se esconde. Cuando el persecutor está por alcanzarme sale y lo deja inconsciente al primer golpe.

―Lamento que te haya pasado esto. Llamaré a la policía.

―Gracias ―es todo lo que consigo decir―. Gracias.

―Cualquiera habría hecho lo mismo ―responde, mirándolo asqueado―. No todos somos como él.

Que no se repita el cuento

La historia que os voy a contar es de años y años atrás, o eso quisiéramos. Una princesa estaba encerrada en lo alto de una alta torre, custodiada por un feroz dragón, hasta que por fin, el día esperado que sus padres le contaban llegó. Un hermoso caballero consiguió acabar con la bestia y salvar a la doncella. Pero nada más alejado de la realidad, resulta que la princesa pasó de estar encerrada en un castillo a estarlo en su casa, siempre atareada y tenía a su lado a un hombre que cuando no estaba conforme con su labor decidía castigarla. Desde ese día se dio cuenta que su salvación era ella, y nunca le custodiaría ninguna bestia más.

En pocas palabras

Bar, mirada, tú, sonrisa. Copa.
 Mañana, mensaje.
 Cita: cine, nervios, ilusión. Copa, risas, copa. Caricia. Coche, beso. Apartamento, copa, música, cosquilleos, baile, roce. Desnudos, sábanas, caricias, promesas, luna, salvaje, éxtasis, humo.
 Días, amor.
 Semanas, pasión.
Meses, nausea, vómito, predictor, antojo, peso. Barriga, amor.
Tú. Paro. Recibos, deuda, niña, jaqueca. Alcohol.
Barriga, contracción, dolor, parto. Amor.
Lloros, ojeras, leche, pañal, sueño. Alcohol.
Barriga, peso, estrías. Asco.  
Ojeras, cansancio, abstinencia.
Alcohol. Gritos. Lloros. Amenaza, portazo, alcohol.
Dinero, deuda, raya, jaqueca, espiral.
Cansada, sueño, pecho, lágrimas.
Chute, mano, nalga, negación.  Gritos, mano, cuello, fuerza, llanto, asfixia. Violación.
Sola, incomprensión.
Días, semanas, meses. Repetición.
Morado, ojo, miedo.
Harta, perdida, sola.
Denuncia. Maleta, niña, nota. Portazo.
Arrepentimiento, insultos, alcohol.
Pesadilla, distancia, pánico.
Vulnerable, rota. Cabrón.

La visita

Hoy es jueves. Los jueves son el mejor día de la semana porque viene mi padre a visitarme. Mi padre es el hombre más maravilloso del mundo. Trata con amor y respeto a cualquiera que se cruce en su camino. Da buenos consejos y hace una paella insuperable. Intentó advertirme del carácter atrabiliario de mi marido, pero no le escuché. Yo le decía que Alberto era celoso porque me amaba profundamente. Luego, cuando empezaron los golpes, no supe pedir ayuda, no quería preocuparle. Cuántas veces he usado cantidades ingentes de maquillaje para tapar los hematomas y que nadie se diera cuenta…

¡Ah! Míralo, ya llega ¡Qué elegante es!

Trae flores.

Las deja sobre mi tumba.

El principio de todo

Esos segundos en los que aprietas un poco más, sabiendo que me haces daño, y luego la culpa es mía, esos pequeños lapsos, son el principio de todo. Así me voy creyendo culpable solo de lo que va mal, porque cada momento glorioso es un regalo que me haces sin haberlo merecido. Yo me convierto en ingrata. Mi cuerpo es tu recompensa por haber sido tan bueno. Como tú me lo das todo, también recibo dolor, y en mitad del sufrimiento, tengo que remontarme al principio de ese todo: fueron unos breves lapsos.

Tú no me quieres

Tú no me quieres. Si me quisieras harías lo que te pido. No me pondrías nervioso. Si me quisieras no me harías hacer cosas que no quiero. Tú no me quieres: no me haces caso. ¿Por qué no me pides perdón? Yo siempre hago lo que tú quieres. Hago lo que esperas de mí. Tú no... Antes no eras así… ¿Por qué lloras? Has empezado tú. Levántate. ¡Qué te levantes! ¡Deja de llorar!

Mudanza

El piso que mamá había alquilado en un barrio perdido de las afueras, estaba en una cuarta planta sin ascensor. Era oscuro y las paredes lucían verdes de moho. En la cocina, habitaba una familia de cucarachas y el baño olía a pis. 

Pero era precioso. Mamá nos había jurado que papá nunca podría averiguar dónde quedaba.

Cuando no está

Cuando no está dibuja valles verdes, arcoiris y girasoles. Cuando no está enciende el tocadiscos y baila al son de Aretha Franklin. Cuando no está ríe a carcajada limpia. Cuando no está escribe poemas de amor. Cuando no está, se pierde en mundos donde puede ser ella. Cuando no está él, ella se encuentra.

El poder de la bondad

Usa tus manos para acariciar. 

Usa tus palabras para hacer sentir a la otra persona la más especial del universo. 

Usa tus gestos para sacar sonrisas. 

Pero no uses nunca tus manos para dañar. 

Tus palabras para herir. 

Y tus gestos para hacer sentir a los demás que deben temerte.

La casita de Ken y Barbie

Antes de acostarse, revisó que todo estuviera en orden en la casita de Ken y Barbie. Ella en su habitación, con la puerta cerrada con llave. Él en la suya, en el otro extremo del pasillo. Puso todos los muebles y obstáculos que pudo entre ambas habitaciones. Luego se aseguró de que Ken Junior tuviera todo preparado para la mañana siguiente. Era un día importante: comenzaba el colegio. Allí le enseñarían que no se debe pegar a las niñas.

Con esa esperanza se metió en la cama, abrazó a Poppy y logró conciliar el sueño antes de escuchar los golpes que su padre le propinaba a su madre.

Una mujer salió a la calle

Una mujer salió a la calle como si fuese la primera vez.
En el café, le preguntaron-¿Como estás?
- Bien…- dijo, como estirando la palabra.
Realmente estaba bien, incluso contenta por su nuevo estado.
Fernando nunca la quiso, la ilusión de la boda se disipó apenas un mes después, cuando perdió el niño…primero vino el silencio, luego el desprecio y después llegaron los insultos.
La decepción había cubierto esa losa de 30 años. Cierto día, cesaron los llantos a escondidas y el vacío que le dejó el aborto se fue llenando con versos de Lorca y discos de Serrat.
La enfermedad de Fernando fue otro largo tránsito de 5 años.
Una mujer salió a la calle para recuperar su vida.

Victoria

Tras el portazo, la sangre se diluyó entre lágrimas, creando una viscosa amargura que olía a eternidad. Se dejó abrazar por la suavidad del pañuelo, su único amigo, su fiel confidente, su único consuelo. Le daba la ternura que su marido le prometió, la fuerza para sobrevivir hasta que volviera. Pero no soportó más esa ayuda que el tiempo convirtió en cobardía. Le dolió rechazar su caricia, le costó dejarlo deslizar hasta impactar con el suelo. La sangre reapareció, pero un nuevo amigo se encargaría de remediarlo para siempre. En la flaqueza subsiste la energía suficiente para un último intento de victoria… y la encontró. Pulsó las tres cifras de la esperanza, y una voz sonó para salvarla.

Mírame a los ojos

María siempre había sido una niña alegre, vivaracha, con capacidad para seducir con una simple mirada. Vicky, su profesora, estaba encantada con ella. Aquella muñeca, de apenas siete años, le había ganado el corazón. Por eso le sorprendió tanto que empezara a aislarse, se le veía triste, taciturna. Un día apareció con la cara cubierta con maquillaje. No cabía duda, se lo había hurtado a su madre. No la regañó, le preguntó si quería parecer mayor. María respondió con una frase impropia de su edad: “No, no quiero, los mayores no tienen sentimientos, se convierten en monstruos. Mamá no quiere decírmelo pero se maquilla para cubrir los morados de su rostro”. Sin pensarlo, marcó el número de la policía.

Margarita

Tiene celos ¿Me quiere o no me quiere?
Me controla ¿Me quiere o no me quiere?
Me vigila el móvil ¿Me quiere o no me quiere?
No le gusta que me ponga falda ¿Me quiere o no me quiere?
Me quiere, me abraza.
No me quiere, me grita.
Me quiere, me besa.
No me quiere, me pega.
Me quiere, dice "no lo volveré a hacer".
No me quiere, dice mi razón.
Me quiere, dice mi corazón.
Me quiere, ver muerta.
Dicen que quién bien te quiere te hará sufrir. Entonces, él me quiere mucho, más que nadie.

Dejaré de preguntarme "¿me quiere o no me quiere?" para cuestionarme "¿me quiero o no me quiero?"
Dejaré de quererlo para quererme.

Bendita lluvia

Sería esta noche. Bajo una lluvia torrencial. Mejor. La lluvia que le calaba los huesos sirvió para aguijonearla hasta la médula, horadando capa tras capa su maltrecha dignidad. Primero la más dura, la resignación, luego la aquiescencia, la sumisión, la culpa. Por último, el miedo. Por fin la lluvia llegó a su corazón, donde halló una fuente infinita de amor incondicional hacia sí misma, hacia su sufrimiento. Allí encontró el coraje necesario para escapar. Corrió hasta que sus piernas resistieron.

La lluvia en su cara, y sus propias lágrimas, limpiaron las viejas heridas. Primero escocía, después fueron el bálsamo para aliviar su dolor. La lluvia, la noche, benditas cómplices y compañeras en la huida hacia la liberación de su verdugo.

Salvemos a mamá

Cuando la maestra preguntó quiénes habían hecho los deberes, todos levantaron la mano. Todos, menos una. La pequeña Lucía contemplaba las páginas de su libreta en blanco.

—¿Y tus deberes, Lucía?

—No los tengo, seño. 

—Pues eso está muy mal. Tendré que llamar a tu madre. 

—¡No! ¡Es que… está malita!

—¿Qué le pasa? 

—Anoche tenía mucho dolor. Mi papá estaba muy enfadado y gritaba, y ella lloraba mucho. 

La maestra se quedó sin habla durante unos instantes. A continuación se dirigió a la clase y dijo:

—Portaos bien, por favor. Lucía, cariño, acompáñame. 

La niña obedeció de inmediato. Salieron del aula y la maestra sacó su móvil.

—¿Va a llamar a mi mamá, seño? 

—No, la vamos a salvar.

La huida

Llegó el día, se decidió. Se subió a la pasarela. “Seria, sensitiva, irritada..” soy valiente -se dijo-.

El aplauso al unísono, le devolvió la sonrisa al rostro teñido sin maquillaje y lentes sin monturas. Pensó en el estilista que la vistió, era conservador. ¿Le gustará el estilo? Lo dudo –dijo su interior-. Y caminó…con el traje de armadura, sin moretta y sin hueso, pisando el vidrio endurecido de las lágrimas.

Llegó al final… luces, nervios, ruido, público. Fin de la alfombra, se volvió y exclamó: aliada vulnerabilidad.

Ojos verdes

Aquellos, sin duda, eran los ojos verdes más bonitos que había visto jamás. ¡Cómo describir la euforia que sintió al verse protagonista de su mirada! Mariposas, elefantes… ¡El Arca de Noé al completo dando saltos en sus entrañas! Del flirteo a la intimidad y su mundo se convirtió en sueño: tenía para ella sola los ojitos verdes más bonitos del mundo.

Pero aquellos ojos verdes tenían otro plan para ella. Nada estaba bien si ellos no podían ver lo que ella hacía. Pronto, su sueño se convirtió en miedo, vergüenza y silencio.

"¿Por qué tuvisteis que fijaros en mí?" – Se pregunta ahora, horrorizada, mientras contempla por última vez cómo unos monstruosos ojos verdes clavan su mirada en ella.

Secretos entre lágrimas

Nada de esto ha pasado. Es lo que mi mente intentaba creerse mientras las lágrimas corrían mi maquillaje. Él nunca me ha tocado. Él nunca me ha violado. No podía moverme del suelo. Mis medias desgarradas dejaban pasar el frío. Sabía que mi labio estaba roto, aun notaba el impacto de su puño y la sangre cayendo poco después. No puede ser real, esto solo pasa en las noticias. Es mi amigo, o eso creía. No ha sido su culpa ¿no?, iba bebido, yo también. Yo me lo había buscado, seguro que ha sido culpa mía. Él no me haría daño. Él me quiere. No puedo decírselo a nadie. Solo tengo que convencerme de que nada de esto ha pasado.

Amistad sin límites

Laura: María, mi pareja me quiere pegar y estoy triste…

María: Tranquila como amiga tuya, te quiero ayudar y si continúa amenazándote,

¡¡Lo denunciamos!!

Laura: Muchas gracias por escucharme María.

María: Estoy aquí para ayudarte como amiga tuya que soy, si te vuelve a insultar,

¡¡ Llamamos a la policía!!

Pasados unos días Laura llama por teléfono a María

Laura: María estoy mal

María: ¿Por qué Laura?

Laura: Me quiere pegar sin motivo ninguno, me ha tirado a la arena y todo.

María: Yo te ayudo Laura, para eso están las amigas.

Hay que tomar medidas al final te pegara… 

No mereces que te maltraten, ¡¡eres una persona muy especia!!

La crisálida

Y entonces todo cambió. Vi el cambio de mi expresión el día después que llegaba a paralizar mis entrañas, mis sentidos, mi manera de acercarme. Armé un muro invisible para que mi fortaleza no cayera. Era el miedo, que me paralizaba y lograba volverme dócil, amaestrada. Daba en silencio y se me vaciaba el alma. Marañas enredadas en las alas. A las que sacudo el polvo y las despliego para luego curarlas. Las abrí y al principió caí, desacostumbrada a lanzarme a la vida. Ida sin retorno logró mostrar mi sonrisa.

Prometedor Futuro

Un salvaje escalofrió recorrió su dolorido y amoratado cuerpo. Lágrimas de melancolía y amargura caían por su rostro, mezclándose con la sangre que brotaba de su nariz. Contempló su apenado rostro en el espejo y durante un instante se trasladó a un lugar tranquilo y protegido. Un amargo sabor la devolvió a la cruda realidad. Respiró profundamente varias veces; algo había cambiado. El temor y la desconfianza que se habían acomodado durante tanto tiempo comenzaron a desaparecer. Vislumbró un nuevo e ilusionante futuro, y sonrió. Un gesto que hacía demasiado tiempo no aparecía en su delicado rostro. Jamás regresaría al ayer se juró antes de salir de aquel oscuro y funesto pozo de amargura.

Buscando ayuda

La vergüenza la comía. ¿Con quién desahogarse? ¿Cómo aliviar el miedo?
La familia siempre en contra, no les gustaba.
Solo había sido un empujón. Seguramente ella lo provocó.
Los enfados más imprevisibles. Los gritos suenan menos y asustan más. Las palabras cortan desalmada, ni callar y bajar los ojos sirve.
Las cosas rotas. Los silencios de ira. Los portazos. La culpa comiéndola toda, sin saber de qué arrepentirse.
¿Cuándo la preocupación fue espionaje? ¿Cuándo la atención control? ¿Cuándo las peticiones exigencias?
Olía raro. Cuanto más se le desvestía la cabeza más se le acorazaba el corazón. Los ojos achinados en cada ferocidad.
Lleva razón el médico: no se humilla a quien se quiere. Volveré a la consulta, le pediré ayuda.

No merecemos esto


971 mujeres asesinadas. Solo desde que se empezaron a contabilizar a las que cuentan. Solo en España. Amistades desaparecidas, familias rotas, hijas huérfanas, madres llorando, golpes, mujeres gritando, calles llenas, pañuelos verdes, silencios por las que no están, pueblos en luto, uñas moradas, no es no, revolución y feminismo. Todo eso.
Y vosotros respondéis exageradas. Solo exageradas.
Nos están insultando, humillando, prohibiendo, mutilando, golpeando, violando y matando.
Queremos ser libres; pero no por ser tus hermanas, primas, madres o hijas. Queremos y merecemos ser libres porque somos personas. Personas que son mujeres, mujeres que han sufrido y sufren y no quieren volver a hacerlo jamás.
Vivas nos queremos.


Nunca más

Cada noche al acostarse cerraba los ojos y soñaba que al despertar:

Sería un día distinto, con un bello amanecer, que su sonrisa volvía a brillar, que era feliz.

Pero al abrir los ojos y mirar a su lado pudo ver que no soñaba, que solo era un deseo, el seguía allí.

Se levantó le preparo la ropa, el desayuno como cada día y desde la habitación pudo escuchar:

Un grito que decía:

"No vales para nada"

frente al espejo solo pudo ver la cara de una mujer que no reconocía.

Las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, se giró hacia la ventana la abrió y grito como si fueran sus últimas palabras:

"Jamás volverás a maltratarme"

Mía

Un Cuchillo. Sangre. Ella muerta. La quería.

Primero él

Aquella tarde lluviosa debilitó nuestro adiós. Era una tarde monstruosa, si se piensa en acabar con unas vidas en la intimidad de la siesta. Él, así lo había decidido.

Era algo inevitable, debió pensar…

Prodigábamos el desencuentro. Ya ni nuestros hijos nos mantenían unidos. No hubo malos tratos, no, al menos físicos o malévolos, pero en cambio la situación era ya insostenible, según él…

En más de una ocasión, cuando veíamos las noticias, yo le decía: "por qué no se habrá matado primero él".

Así que nosotros decidimos dejarlo allí, durmiendo su siesta. El único bien común que nos quedaba a mis hijos y a mí era la esperanza. Hacia ella caminamos, ahora somos nosotros los primeros…

Nadie nunca

He pasado una vida
viendo tus malas caras,
escuchando tus gritos,
callando tus golpes...
pensando que nadie nunca
me iba a poder amar igual que tú.

Y por fin, he acabado con esto
porque ya lo he comprendido.

NADIE NUNCA VOLVERÁ A "AMARME" COMO TÚ LO HAS HECHO.
Si no hubiera cerrado los ojos.

Si hubiera sabido decir no.

No, cuando me humilló. 

No, al primer empujón.

Trocó la dicha de mis sueños por el infierno de sus hechos.

Me habitué a la mirada amenazadora, la caricia tras el insulto, al arrumaco después del menosprecio, a que pidiera perdón tras cada bofetada, a propósitos de enmienda inmediatamente olvidados. 

Convirtió mi cuerpo en la cloaca de sus desvaríos.

Algo le pasaba, él no era así.

Cuando quise abrir los ojos, la venda del hábito me había cegado. 

Intente decir no.

Era un sonido que mis cuerdas vocales desconocían. 

Me sometí para aliviar el rigor de sus golpes.

Desconfió de mi sumisión y eliminó el objeto de sus dudas.

Le puso de nombre "Ir a por el pan: el plan de su vida"

Minuto 1: Debería poder contarle al número 016 toda esa conversación que había tenido tantas veces con el espejo. 
Minuto 2: Debía entrar en el garaje y sacar del altillo ese macuto tan minuciosamente ocultado. Minuto 3: Debía arrastrar la mesa y poner el taburete encima de ella para alcanzar las llaves escondidas. 
Minuto 4: De este solo tendría 30 segundos para cruzar la calle y esconderse en el jardín de los vecinos. 
Minuto 5: Él entraría por la puerta de casa con una bolsa de pan. 
Minuto 6: (Para ella) todas las horas del resto de su vida.

Ya no te temo. Marisa Gea

Estoy sola y tengo miedo.

Cada vez que miro al espejo veo tus ojos clavados  dentro. Quiero salir corriendo. Mis pies no responden al impulso que viene de lejos, de siempre, del tiempo que pase sin ti, y era mi cuerpo. Tengo frio  y no hay abrigo tan denso que pueda cobijar el temor que siento.  Miro mis manos, vacías torpes y huecas. Tan pequeña  he  sido a tu lado, que no me veo. Estoy seca y quiero salir de mi cuerpo. Pintar de verde los moratones que tengo. Volar lejos. Sacar el cuello sin que tiemble el suelo.
Recupero el aliento, salto y vuelo.

Ya no estoy sola. Ya no te temo.

Barro

Ana se mira las manos llenas de barro. Disfruta del roce viscoso y suave. Se funde con él, hace figuras que solo ella entiende… Llena un vacío que cree existente en su interior.

No lo espera, pero se torna duro sobre las palmas de sus manos, le impide mover los dedos. Se siente atrapada por el elemento que la hacía sentir, hasta hacía nada, tan plena, y trata de quitárselo como puede. Siente cómo se extiende bajo sus uñas, cómo trepa por sus muñecas, asfixiando sin piedad su cuerpo. 

Ya no puede moverse, está aprisionada, sofocada, en silencio… Y grita. Grita tan fuerte que el barro se rompe y se libera. 

Respira. 

Pero se ha llevado su inocencia.

A fuego lento

Marta despertó sobre el suelo de la cocina. Aturdida y abotargada sintió una punzada terrible en la sien, y un dolor agudo en el costado. Se sintió mareada y por un momento no supo qué había pasado. Entonces se hizo la luz. Los recuerdos llegaron de golpe. Javier entrando a casa como un loco. Ella cocinando (¿era arroz? Creía que sí) Los gritos, los insultos, los golpes, el miedo. Un cuchillo hundiéndose en la carne, la sangre…

Trató de incorporarse. Tras varios intentos lo consiguió. Se miró las manos y vio sangre seca. Miró al otro lado de la cocina, tras la isleta. Vio los pies de Javier. Sonrió. Supo que ya nunca más tendría miedo.

Sola

Ese momento aterrador cuando te das cuenta de que no puedes huir, que estás condenada a vivir día tras día la humillación, los golpes, los desprecios… Te preguntas qué has hecho para merecerlo: y la respuesta es nada. No es tu culpa. Pero nadie puede ayudarte, ni quieren. Se mantienen en un silencio que te golpea en el pecho más fuerte que cuando lo hace él. El alma se te vuelve oscura, vacía, y nadie parece darse cuenta. Te toca escalar, descalza, por un pozo que parece no tener salida. Miras a tu alrededor: estás sola. 

Entonces te tropiezas, y caes. Y la historia se repite.

Imagina

Imagina despertarte, mirar a tu lado, mirar sus ojos, tristes, desesperados, llorosos. Unos ojos testigos del dolor. Imagina que rompe a llorar, en tus brazos, en tu hombro, se desploma. Se hunde un barco a la deriva. Pero no parte solo, lleva consigo los pasajeros más valiosos, sus hijos, sus pequeños. 

Imagina que la persona en la que más llegaste en confiar, te falla; la persona que más llegaste a amar, te golpea; la persona que más llegaste a defender, te humilla. 

Imagina que no quieres creerlo, que no es verdad, no está pasando. Lo ves en las noticias, una muerte más… ¿serás la próxima? 

NO.

No eres bueno

Cuando salían de paseo con su hijo pequeño parecían una pareja normal y hasta agradable ,pero al llegar a casa -de puertas para adentro - la actitud del marido cambiaba . Se volvía muchas veces arisco ,intratable y violento ;sobre todo , de palabra .

Insultos ,palabras soeces ,desprecios a su persona y a sus actos ,y hasta alguna agresión física tenía ella que aguantar, con tal de que él desahogara y se calmara . Y así ella sufría y el niño ,muy pequeño aún, veía y oía ( ¿o miraba y escuchaba ? ) lo que pasaba a su alrededor . Estas escenas se repitieron durante algunos años más. Hasta que un día en uno de sus arrebatos ,el padre oyó :

- Papá , tú no eres bueno.

Vano

Dos años. Han pasado ya dos años desde que vi por última vez el rostro de mi hija y cada día sin ella duele más que el anterior.
Solamente doy descanso al dolor instalado en el pecho cuando entro en su cuarto y recorro con la mirada cada pequeño recoveco. Todo está intacto, tal y como lo dejó aquello mañana de mayo: el pijama sobre la cama, el pintalabios abierto, el collar en la mesilla…
Nunca me gustó Marcos.
Si aquella mañana no la hubiera acercado en coche al parque ahora estaría aquí, conmigo.

"¿Qué espera del futuro Señor Roldán?"

Mi hija no va a aparecer por la puerta.
Marcos saldrá de prisión en un mes.

Nada. No espero nada.

Setas rojas

─Vamos a la cama, cariño, mañana recogeremos la mesa.

Ella necesitaba sentir el calor de sus pequeños brazos e intentar disipar todos sus miedos. Él, saltar un rato en la cama como si fuera una elástica del circo y refugiarse luego en su regazo.

─¿Por qué papá se ha quedado en la alfombra?

─Estará otra vez borracho, no te preocupes. Anda, duérmete, que mañana tenemos que madrugar.

─Parece que le ha sentado mal la cena, mamá, está como azul.

─Puede ser.

Esperó a que su pequeño conciliara el sueño y enjugó una lágrima incipiente. Se levantó luego, se preparó un café y encendió un cigarrillo. Necesitaba fuerzas para enrollar la alfombra y bajarla ella sola.

Metamorfosis

Notaba el desequilibrio, pero no lograba asimilar la razón de esta diferencia. En un brazo, todo el peso. En el otro, el vacío casi total. 

De repente todo parecía transformarse. Ambas cargas tendían a armonizarse. El equilibrio, que se atistababa imposible, había cambiado de parecer. Quería entender qué estaba ocurriendo. 

Se quitó ligeramente la venda de los ojos y ahí estaba, la justicia viendo como las mujeres del presente provocaban una metamorfosis social.

Paz

Decidí acabar con esta situación.

Intente ser fuerte, encontrar la gallardía que necesitaba para dar un paso firme hacia adelante. Lo hice dejando atrás todas mis miserias, salí de casa decidida a acabar con todo esto.

Ya no quería sentirme vejada, maltratada, quería volver a vivir, cerré los puños con fuerza y decidí entrar, me sentía vulnerable, sentía que todos sabían lo que me pasaba, nada más lejos de la realidad.

Me senté frente al oficial, respiré hondo y firmemente le conté todo el infierno que había vivido, logré denunciar a esa bestia que hacía mis días grises, logrando terminar al fin con mi eterna agonía, obteniendo así la felicidad y la paz que tanto anhelaba.