En la mitad de la noche sonó un fuerte estruendo. Una mujer cualquiera, que dormía plácidamente, se despertó sobresaltada. "Serán los vecinos" pensó. No se equivocaba. Los golpes parecían atravesar las paredes, y un llanto de mujer rompía el silencio de la noche. Los gritos que él le profesaba a ella estremecieron a la mujer que referimos al principio que descansaba tranquilamente. Ese señor, que siempre sonreía cuando se cruzaba con sus vecinos en el ascensor, ahora encolerizado, gritaba "puta" a la mujer que decía amar. Ella lloraba, agonizaba, y deseaba con todas sus fuerzas que su vecina (la que dormía plácidamente) hiciera algo para ayudarla. Tocaron al timbre, era la policía. Al rato volvió a sonar. Era la funeraria.
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